Desde pequeño he entendido que ayudar a los demás era la forma de estar bien, que hacer el bien me hacía crecer como persona; y quiero seguir ayudando con sesiones individuales, talleres y charlas, compartir ideas y experiencias. Te invito a participar en el proyecto, y en el contacto que está al final de esta página podemos quedar para una sesión gratis evaluativa.
jueves, 7 de marzo de 2024
Paz ante el sufrimiento de inocentes y otros artículos
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miércoles, 6 de marzo de 2024
martes, 5 de marzo de 2024
Paz ante el sufrimiento de los inocentes
Paz ante el sufrimiento de los inocentes
Por: Llucià Pou Sabaté | Fuente: Catholic.net
Tenemos ejemplos de personas con capacidad de mantener la paz ante el sufrimiento de los inocentes, desde Sócrates, Jesús, Tomás Moro, Maximiliano Kolbe… Cuando vemos el sufrimiento de un campo de concentración nazi como Auschwitz, no encontramos explicación alguna. Maximiliano Kolbe, que se cambió por un prisionero condenado a morir, nos muestra esa confianza por encima de toda negatividad ante lo que no entendemos. En celda de hambre, pasaron semanas sin comida ni agua, y en lugar de lamentos y desesperación, Kolbe mantuvo una actitud de paz y consuelo, lideró oraciones y cánticos, proporcionando apoyo espiritual a sus compañeros de celda, y después de varias semanas, fue el último sobreviviente en la celda y los nazis decidieron ejecutarlo con una inyección letal. Su actitud de paz, compasión y sacrificio ante el sufrimiento, junto con su disposición a dar su vida por un extraño, ha inspirado a muchas personas y lo llevó a ser canonizado como santo por la Iglesia Católica.
Mantener la paz y la compasión incluso en las circunstancias más extremas no es fácil, pues a veces basta que se junten varias contrariedades para perder los nervios. Entender como el sacrificio personal puede ser un testimonio poderoso de amor y solidaridad ante el sufrimiento de los inocentes, es algo que subvierte el aspecto negativo, para crear una realidad nueva por la fe. Es lo que aprendemos de Jesús. Eso nos da una actitud crucial para mantener la paz interior y ofrecer un apoyo genuino.
En muchas ocasiones, nos encontramos en situaciones en las que nuestros seres queridos atraviesan momentos difíciles, y es entonces cuando debemos cuidar nuestra respuesta emocional.
Es natural sentir preocupación y angustia por el sufrimiento de amigos, familiares o niños cercanos. Sin embargo, es esencial no dejarse llevar por la desesperación. La invitación del Señor es clara: no perder la paz interior, incluso en medio del dolor. A pesar de las pruebas, la promesa es que Dios no nos abandonará, como se menciona en Isaías 49:15: “¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti…”, dice el Señor. Y eso lo dice para todo ser que sufre, que padece injusticia.
Es crucial distinguir entre la verdadera y la falsa compasión en estos momentos. A medida que avanzamos en nuestra vida cristiana, nuestra compasión debería crecer, pero es fundamental que esta compasión sea auténtica, pacífica y reconfortante. La compasión de los santos, impregnada del Espíritu Santo, es siempre serena y confiada. Pues a menudo experimentamos una compasión inquieta y confusa. Nuestra implicación en el dolor ajeno puede estar vinculada incluso a un amor propio de querer hacer algo, cuando no podemos hacer más que tener empatía con ese hermano que sufre. Así, la preocupación excesiva por el sufrimiento de los demás a veces esconde un miedo personal al sufrimiento. En este sentido, faltaría confianza en Dios, y nos sorprendemos cuando esas personas que llevan esa carga de sufrimiento nos dan ejemplo de confianza en Dios y agradecimiento, nos abren los ojos para una visión nueva, de que la cruz es a la medida de la capacidad de cada persona.
Es comprensible que nos afecte profundamente el sufrimiento de seres queridos, pero si de verdad somos conscientes de que todo es para bien, de que por caminos que nos son incomprensibles ese dolor supone una oportunidad de crecimiento espiritual, no perderíamos la paz por ello, en caso contrario indicaría que nuestro amor aún no es plenamente espiritual. Necesitamos basar nuestro amor en una confianza inquebrantable en Dios para que sea verdaderamente cristiano.
La compasión auténtica debe surgir del amor, el deseo genuino de bien para la persona según los planes divinos. No debe estar motivada por el temor al dolor o a la pérdida. Dios ama a nuestros prójimos infinitamente más y mejor que nosotros; por lo tanto, debemos confiar en ese amor y aprender a dejar a quienes amamos en sus manos.
Las personas que sufren necesitan a su alrededor individuos tranquilos, confiados y alegres, ya que esto será más eficaz que la angustia y la preocupación. La falsa compasión solo agrega tristeza y decepción, no brinda paz ni esperanza a los que padecen.
Un ejemplo concreto destaca la diferencia entre la desesperación de una madre por la depresión de su hija y la paz interior de la hija al confiar en las palabras del Salmo 23: “El Señor es mi pastor, nada me falta…”. A veces, la persona que sufre vive su prueba con más calma que su entorno ansioso. Esto destaca la importancia de orar y acompañar a quienes sufren, pero siempre con un espíritu de abandono y confianza en las manos de Dios.
martes, 27 de febrero de 2024
Sobre el arte de rehacerse, y otros artículos
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sábado, 24 de febrero de 2024
Lo espiritual y lo sagrado, un ingrediente importante en nuestra vida
viernes, 23 de febrero de 2024
Muerte de los guardias civiles, narcotráfico y orfandad ética
Muerte de los guardias civiles, narcotráfico y orfandad ética
La embestida de una narcolancha en el Puerto de Barbate (Cádiz) mató a dos agentes de la Guardia Civil que iban en una zodiac y dejó a otro gravemente herido
Los presuntos asesinos están detenidos, pero el tema deja muchas cuestiones abiertas: por qué se suprimió la unidad especial contra el narcotráfico que estaba bien equipada; por qué se mandó a esos agentes a la muerte sin más medios que una lancha pequeña para hacer frente a grandes lanchas semirrígidas; por qué no tienen permiso esos cuerpos de seguridad para disparar y protegerse; qué intereses tiene Marruecos en el narco; y qué intereses tiene Pedro Sánchez en Marruecos, que le llevó primero a vender el Sahara Occidental a ese país y luego suprimir ese cuerpo especial que tenía medios para afrontar a los narcos.
Aquí afrontaré solamente un aspecto ético que subyace detrás de esas preguntas. Cuando vimos en los videos el asalto a la zodiac de la Guardia Civil, se oían voces depravadas chillando, alentando esos instintos homicidas: «¡Mátalos!», «¡maricones!», «¡le ha dado!», «¡los cogió!»… y me pregunto: ¿Qué es lo que lleva a unas personas a desear la muerte de quienes están haciendo su trabajo en protección de todos? ¿Qué psicología lleva a esa aberración? Quizá son personas que tienen sensibilidad para otras cosas (atender a su familia, cuidar de una mascota…), pero se desfogan con la misma rabia que en el circo romano deseaban la muerte de un gladiador.
En algunos deportes, como el fútbol, vemos a veces esos escenarios de violencia en los que algunos ultras se desfogan contra el árbitro o el equipo rival, incluso las peleas contra los hinchas contrarios. ¿Tiene algo que ver esa violencia con la raza humana o con ciertos genes de macho alfa?
La falta de educación elimina el autocontrol
Esas preguntas me llevan a pensar que es la falta de educación la que elimina ese autocontrol. Pero no hablo de una cultura solamente de información, pues también los nazis escuchaban a Mozart y podían tener conocimientos. El oficial nazi Goeth de las SS, en la película La lista de Schlindler, se divierte en su caza matutina. A la hora del desayuno sale al balcón y mata con su rifle a presos del campo de concentración que pasan por la calle. Esa depravación va unida a la corrupción, fue acusado de ello y también afectó a su salud mental y fue internado en un centro psiquiátrico, de donde lo sacaron para juzgarlo los aliados y, condenado a muerte por sus crímenes, fue ahorcado cerca del campo de concentración que dirigía. En cierto modo, es cierta la frase de que el tiempo pone las cosas en su sitio…
La educación se refiere no tanto a conocer cosas, sino a una comprensión, a la bondad de corazón, ser buenas personas. Y ahí reside todo. La verdad, la auténtica libertad, el amor, son esas cosas importantes que se aprenden en la familia, la escuela, la sociedad, cuando esos valores se protegen. Precisamente es lo que falta en esos ambientes como la política, donde en lugar de verdad hay mentira, en lugar de libertad hay manipulación, en lugar de amor hay odio… y unos dirigentes maleducados, ¿cómo van a proteger esos valores en la educación que diseñan?
El principal motor de la historia no es la política o economía sino la cultura. Es lo que hace evolucionar la humanidad, la cual hace siglos que no se encuentra con un peligro tan serio como la actual falta de moral. Recientemente vi con unos amigos El señor de las moscas, una película basada en la novela premio Nobel del mismo título, donde un grupo de jóvenes náufragos viven un proceso de degeneración en una isla, frente a otros que se mantienen honestos, que creen en los valores; la conciencia resentida de los pervertidos, que forman una secta aparte cada vez más mayoritaria, va a la caza de los restantes (que son como una bofetada para su conciencia resentida). Pasada la frontera del crimen, nada importa ya…
Decía Susanna Tamaro en su novela Ánima mundi que, cuando la inteligencia humana no es humilde y niega la trascendencia, el hombre no es más que un mono que va por el mundo con las manos manchadas de sangre, en clara referencia a que, cuando el hombre se cree Dios y desobedece al Creador -relato del mito de Adán-, pierde el sentido de quién es su hermano y lo mata –relato de Caín que mata a Abel– ya en la primera generación, es decir, poco tiempo falta para que el abismo del mal llame a otro abismo.
Cuando leo que tenemos un ADN no muy diferente de los monos, pienso que muchos individuos son muy primitivos, poco evolucionados, no pueden considerarse personas sino centauros, no porque no tengan dignidad de personas, sino porque no tienen el nivel de consciencia espiritual necesario para ese autoconocimiento. Y por eso se comportan de un modo animal, con perdón para animales como los perros, que se comportan mucho mejor que esos energúmenos.
Esos primitivos quizá están dominados por su cerebro reptiliano, más instintivo, y les falta el cerebro empático que tiene un perro o cualquier otro animal con sentimientos, y mucho más les falta ese cerebro reflexivo que es importante para conocer, amar y ser libres auténticamente.
Nos hemos desposeído de una moral que afirme nuestra trascendencia
La orfandad ética es el gran problema del mundo de hoy. Nos hemos desposeído de una moral que afirme nuestra trascendencia. Así, los límites entre el bien y el mal se difuminan, la verdad sólo tiene contornos borrosos y entonces los monos comparten con nosotros la misma nebulosa biológica.
Pero siempre hay un resto que tiene como obligación ser testimonio de la verdad del ser humano, aunque sufra persecución a causa de la justicia como lo sufrieron Sócrates o Jesús de Nazaret; pero lo hace porque sabe que frente a los fundamentalismos nuevos o antiguos que propugnan una animalización del hombre, hay una verdad que consiste en la dignidad de la persona, que no es solo cuerpo sino que tiene un alma con sed de eternidades, que la persona tiene un componente espiritual no reducible a química, que la vida no se acaba con la muerte y, por tanto, las acciones tendrán su consecuencia y una justicia más allá de esta vida.
Decía Dostoievski que «sin Dios, todo me está permitido». Quien no acepta nuestra trascendencia se queda en el dominio sobre los demás, el placer o el dinero; pero es pobre quien solo puede aspirar a un poco de tiempo de placer, quizá de sadismo, pues es como una droga que siempre pide más, sabiendo que nunca podrá dormir tranquilo, pues, como la espada de Damocles, siempre puede ser atacado, por otros criminales quizá, y siempre por su conciencia.
En una época de pensamiento líquido, de postmodernismo y postcristianismo, ser coherentes con la propia conciencia es una prueba de dónde está la verdad
Poder dormir tranquilo es algo físico que nos conecta con esa intuición de vida eterna que nos permite vivir con tranquilidad la vida presente. En una época de pensamiento líquido, de posmodernismo y postcristianismo, ser coherentes con la propia conciencia es una prueba de dónde está la verdad, pues la paz es la prueba de estar en la verdad.
En el ámbito de los derechos humanos, por ejemplo, hemos de proclamar sin miedo la verdad: urge explicitar la dignidad de la persona sin miedo y desenmascarar el egoísmo que se esconde en las matanzas étnicas y genocidios (de Putin, de Netanyahu, y tantos otros que promueven las más de 40 guerras que actualmente están en curso), que se esconden en las industrias de armas que promueven esos conflictos a través de sus marionetas que son los políticos, que fomentan el narcotráfico y que vayan a afrontar la muerte con medios de risa unos agentes de la Guardia Civil, que con excusas de casos límite promuevan la muerte de los no nacidos…, y defender la vida humana en todas sus formas, como primera ley de una ecología sana.
Urge iluminar la cultura con los auténticos valores, del sentido de la verdad y del bien y construir -con la ayuda de todos- un clima de libertades que nos haga más felices. El hombre tiende a amar lo que es bueno, un sentido ético está en la base de su ser, ésta es la verdad del hombre y el camino para una verdadera libertad. La verdad moral es el ancla de la libertad, digan lo que digan los postmodernistas. De ahí la importancia que tiene la educación en los valores y en la trascendencia del hombre para toda la sociedad.
Nuevo curso sobre diálogo de civilizaciones y religiones
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