En la vida todo es aprendizaje, y lo mejor está por llegar…

sábado, 24 de febrero de 2024

Lo espiritual y lo sagrado, un ingrediente importante en nuestra vida

 

Lo espiritual y lo sagrado, un ingrediente importante en nuestra vida

La conexión con lo absoluto y la práctica de la religiosidad no solo dan significado a la existencia, sino que también proporcionan consuelo y motivación para vivir de manera significativa


Llucià Pou Sabaté
Viernes, 23 de febrero de 2024, 11:50 h (CET)

En Estados Unidos, la gran mayoría de sus habitantes creen en la espiritualidad, aunque son menos los que creen en las religiones, pues se van distanciando de las instituciones, que son menos populares. Independientemente de las afiliaciones, lo sagrado y la religión son cosas importantes. En nuestro tiempo, a veces nos conformamos con cosas comunes y no pensamos mucho en lo sagrado. Pero lo sagrado nos conecta con algo más grande, nos hace mirar más allá de lo ordinario.


No estamos rechazando la importancia de lo sagrado, sino que no nos gustan las reglas estrictas sin razón. Creemos que las personas son sagradas, y que la conexión entre ellas también lo es.

Cuando pasamos por momentos difíciles que pueden dañar nuestra mente, a veces necesitamos algo especial para ayudarnos. Aquí es donde entra nuestro sentido espiritual, que nos ayuda a abrirnos a algo más grande, algo que llamamos Dios, Absoluto, misterioso creador o como queramos llamarlo. Yo entiendo que en ese diseño de todo lo que vemos hay unas leyes universales, y la que rige todo es la ley del amor, aunque haya cosas que no entendamos. Esto no hace que el sufrimiento desaparezca, pero le da un significado. Nos hace sentir menos dolor y nos da razones para tener esperanza. Sin esa esperanza de algo más allá, la vida puede sentirse sin sentido y caer en lo absurdo.


Jean Guitton decía algo interesante: "Entre lo absurdo y el misterio, elijo el misterio". ¿Por qué? Porque piensa que es mejor creer en algo misterioso que no encontrar sentido a la vida. ¿No te parece extraño pensar que una persona simplemente desaparezca y todo lo bueno que tenía se pierda para siempre? ¿No es mejor elegir creer en algo misterioso que da sentido a lo que no entendemos? Guitton y muchos creyentes eligen creer en el misterio porque les da esperanza y sentido a lo desconocido.

   

Pierre Chaunu como historiador decía que "se puede pronunciar el discurso de la muerte-caída en el vacío, que es el discurso de la absurdidad total, pero ningún grupo humano no lo puede asumir durante mucho tiempo y sobrevivir”. El homo sapiens "vive la muerte de los seres amados en un horizonte de inmortalidad.

   

El mismo Freud habló de la imposibilidad de no sentir esa inmortalidad, abordó la cuestión de la inmortalidad en su obra. Por ejemplo, en su obra "El Malestar en la Cultura" (1930), habla de cómo la religión, a pesar de ser una ilusión según sus ideas, satisface las necesidades emocionales y psicológicas de las personas, sugiriendo que los seres humanos anhelan la permanencia más allá de sus vidas individuales, las personas tienen una tendencia innata a buscar una conexión más allá de su existencia temporal. Es decir, la idea de la inmortalidad o algo eterno puede ser difícil de ignorar o no sentir, incluso desde un punto de vista psicológico.

   

En este sentido, Alexis Carrel destaca la intersección de la ciencia y la espiritualidad basado en su propia experiencia de vida.Fue un cirujano y biólogo francés que ganó el Premio Nobel de Medicina en 1912. Conocido por sus contribuciones a la cirugía vascular y por su obra "El hombre, este desconocido" (1935), donde exploró temas más amplios, incluidos los aspectos espirituales y filosóficos de la existencia humana. Tuvo en Lourdes una experiencia espiritual, y si antes fue agnóstico allí se convirtió al catolicismo. Él propugna que tenemos un "instinto de superación espiritual": existe en los seres humanos una inclinación innata hacia la búsqueda de significado y trascendencia espiritual. Y dice que si un instinto no desaparece, es que está basado en la realidad; pues otras formas instintivas que ya no son útiles, han desaparecido de nuestro organismo; esto sugiere quela persistencia de este instinto espiritual indicaría una verdad subyacente en la conexión con lo trascendente.

   

Si bien Freud reconoce dentro de la complejidad de las creencias humanas esa búsqueda de significado y la manera en que las cuestiones existenciales pueden seguir siendo poderosas a pesar de explicaciones psicoanalíticas o científicas, Carrel nos da una explicación de que está en lo más íntimo de la persona ese afán de trascendencia, lo llevamos “de serie”, porque es algo nuestro y real.

   

Para el cristiano, este misterio tiene un rostro, y un rostro humano. Es Jesucristo, que además permanece en espíritu en nosotros, lo que llamamos Iglesia (tanto la visible como la invisible, la que abarca tantos que ni siquiera saben qué es la iglesia o quién es Jesús) que es el cuerpo místico de Jesús, comunión en este Cuerpo del que Jesús es cabeza, y todos unidos, inter conexionados en el espacio y tiempo…

   

Morir, para quien sabe de esa trascendencia, es sólo cambiar de casa, es una fiesta de paso de una vida a la Vida. No anhelamos más, pues no nos bastaría pedir un deseo mágico de 90 años más de vida a un mago, y un segundo deseo de otros 90, porque en realidad no queremos años, lo que ansiamos es la eternidad, mirar hacia el cielo, "el mediodía, que es la eternidad" (S. Juan de la Cruz). No una sala de aburrimiento que a veces nos han pintado donde estamos escuchando música clásica por parte de los ángeles celestiales, sino un instante mágico, fuera de las coordenadas vitales de espacio y tiempo, donde hay todo lo que nos llena en esta vida y aquello que nos gustaría gozar según lo que ahora vemos que son nuestras mejores aficiones. Y cuando se imagina la muerte como la puerta de escape a la eternidad, se entrevé algo espléndido a la luz de la esperanza.

Estoy seguro de que el ser humano tiene una conexión innata con lo absoluto. La religiosidad no es solo algo que se piensa, sino algo que se practica. Los gestos simbólicos en la religión, como arrodillarse para adorar o enterrar a los muertos con la creencia en la inmortalidad, son expresiones de encuentro con lo divino.


Recientemente, un amigo que se considera ateo, pero al responder a la pregunta de un hijo sobre su destino después de la muerte, le mandó a un sacerdote. Sus palabras no coincidían con lo que realmente pensaba, pues probablemente lo que de verdad pensaba es lo que quería para su hijo, no lo que él mismo decía; eso es muestra de que tal vez no era tan ateo como afirmaba. Se han escrito últimamente libros sobre “Qué creen los que dicen que no creen” (por ejemplo el del cardenal Martini & Umberto Eco). Para quienes creen en algo más allá de esta vida, la muerte puede ser vista como una victoria al completar una carrera.

   

En este contexto, la relación con los difuntos que están en otra dimensión, que ya no vemos físicamente, nos impulsa a actuar mejor. Entonces, el sufrimiento cobra sentido si está imbuido de amor. El amor que lleva al sacrificio da valor al dolor, convirtiéndolo en una forma de mantener viva la conexión con aquellos que han fallecido. Cuando entendemos el "por qué" de nuestras acciones, se facilita el "cómo" llevarlas a cabo. Y la memoria de los difuntos nos impulsa a comportarnos mejor, recordando sus deseos y llevando a cabo acciones significativas en su honor.


Existe una comunicación entre nosotros y aquellos que han fallecido. Podemos ayudarles con nuestros esfuerzos y sacrificios, y ellos nos animan como espectadores alentando a nuestro equipo en el campo de la vida. Alrededor de la fiesta de todos los santos y los difuntos (1 y 2 de noviembre) en mi tierra hay una preparación de dulces sabrosos (por ejemplo, los “panellets” a base de almendra) y pienso que esas celebraciones no solo constan de ingredientes tangibles, sino también ingredientes que no se ven, como son los actos de amor y servicio que enriquecen esa experiencia.


En resumen, la conexión con lo absoluto y la práctica de la religiosidad no solo dan significado a la vida, sino que también proporcionan consuelo y motivación para vivir de manera significativa, recordando y honrando a aquellos que ya no están físicamente presentes.

viernes, 23 de febrero de 2024

Muerte de los guardias civiles, narcotráfico y orfandad ética

 

Muerte de los guardias civiles, narcotráfico y orfandad ética

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La embestida de una narcolancha en el Puerto de Barbate (Cádiz) mató a dos agentes de la Guardia Civil que iban en una zodiac y dejó a otro gravemente herido

Los presuntos asesinos están detenidos, pero el tema deja muchas cuestiones abiertas: por qué se suprimió la unidad especial contra el narcotráfico que estaba bien equipada; por qué se mandó a esos agentes a la muerte sin más medios que una lancha pequeña para hacer frente a grandes lanchas semirrígidas; por qué no tienen permiso esos cuerpos de seguridad para disparar y protegerse; qué intereses tiene Marruecos en el narco; y qué intereses tiene Pedro Sánchez en Marruecos, que le llevó primero a vender el Sahara Occidental a ese país y luego suprimir ese cuerpo especial que tenía medios para afrontar a los narcos.

Aquí afrontaré solamente un aspecto ético que subyace detrás de esas preguntas. Cuando vimos en los videos el asalto a la zodiac de la Guardia Civil, se oían voces depravadas chillando, alentando esos instintos homicidas: «¡Mátalos!», «¡maricones!», «¡le ha dado!», «¡los cogió!»… y me pregunto: ¿Qué es lo que lleva a unas personas a desear la muerte de quienes están haciendo su trabajo en protección de todos? ¿Qué psicología lleva a esa aberración? Quizá son personas que tienen sensibilidad para otras cosas (atender a su familia, cuidar de una mascota…), pero se desfogan con la misma rabia que en el circo romano deseaban la muerte de un gladiador.

En algunos deportes, como el fútbol, vemos a veces esos escenarios de violencia en los que algunos ultras se desfogan contra el árbitro o el equipo rival, incluso las peleas contra los hinchas contrarios. ¿Tiene algo que ver esa violencia con la raza humana o con ciertos genes de macho alfa?

La falta de educación elimina el autocontrol

Esas preguntas me llevan a pensar que es la falta de educación la que elimina ese autocontrol. Pero no hablo de una cultura solamente de información, pues también los nazis escuchaban a Mozart y podían tener conocimientos. El oficial nazi Goeth de las SS, en la película La lista de Schlindler, se divierte en su caza matutina. A la hora del desayuno sale al balcón y mata con su rifle a presos del campo de concentración que pasan por la calle. Esa depravación va unida a la corrupción, fue acusado de ello y también afectó a su salud mental y fue internado en un centro psiquiátrico, de donde lo sacaron para juzgarlo los aliados y, condenado a muerte por sus crímenes, fue ahorcado cerca del campo de concentración que dirigía. En cierto modo, es cierta la frase de que el tiempo pone las cosas en su sitio…

La educación se refiere no tanto a conocer cosas, sino a una comprensión, a la bondad de corazón, ser buenas personas. Y ahí reside todo. La verdad, la auténtica libertad, el amor, son esas cosas importantes que se aprenden en la familia, la escuela, la sociedad, cuando esos valores se protegen. Precisamente es lo que falta en esos ambientes como la política, donde en lugar de verdad hay mentira, en lugar de libertad hay manipulación, en lugar de amor hay odio… y unos dirigentes maleducados, ¿cómo van a proteger esos valores en la educación que diseñan?

El principal motor de la historia no es la política o economía sino la cultura. Es lo que hace evolucionar la humanidad, la cual hace siglos que no se encuentra con un peligro tan serio como la actual falta de moral. Recientemente vi con unos amigos El señor de las moscas, una película basada en la novela premio Nobel del mismo título, donde un grupo de jóvenes náufragos viven un proceso de degeneración en una isla, frente a otros que se mantienen honestos, que creen en los valores; la conciencia resentida de los pervertidos, que forman una secta aparte cada vez más mayoritaria, va a la caza de los restantes (que son como una bofetada para su conciencia resentida). Pasada la frontera del crimen, nada importa ya…

Decía Susanna Tamaro en su novela Ánima mundi que, cuando la inteligencia humana no es humilde y niega la trascendencia, el hombre no es más que un mono que va por el mundo con las manos manchadas de sangre, en clara referencia a que, cuando el hombre se cree Dios y desobedece al Creador -relato del mito de Adán-, pierde el sentido de quién es su hermano y lo mata –relato de Caín que mata a Abel– ya en la primera generación, es decir, poco tiempo falta para que el abismo del mal llame a otro abismo.

Cuando leo que tenemos un ADN no muy diferente de los monos, pienso que muchos individuos son muy primitivos, poco evolucionados, no pueden considerarse personas sino centauros, no porque no tengan dignidad de personas, sino porque no tienen el nivel de consciencia espiritual necesario para ese autoconocimiento. Y por eso se comportan de un modo animal, con perdón para animales como los perros, que se comportan mucho mejor que esos energúmenos.

Esos primitivos quizá están dominados por su cerebro reptiliano, más instintivo, y les falta el cerebro empático que tiene un perro o cualquier otro animal con sentimientos, y mucho más les falta ese cerebro reflexivo que es importante para conocer, amar y ser libres auténticamente.

Nos hemos desposeído de una moral que afirme nuestra trascendencia

La orfandad ética es el gran problema del mundo de hoy. Nos hemos desposeído de una moral que afirme nuestra trascendencia. Así, los límites entre el bien y el mal se difuminan, la verdad sólo tiene contornos borrosos y entonces los monos comparten con nosotros la misma nebulosa biológica.

Pero siempre hay un resto que tiene como obligación ser testimonio de la verdad del ser humano, aunque sufra persecución a causa de la justicia como lo sufrieron Sócrates o Jesús de Nazaret; pero lo hace porque sabe que frente a los fundamentalismos nuevos o antiguos que propugnan una animalización del hombre, hay una verdad que consiste en la dignidad de la persona, que no es solo cuerpo sino que tiene un alma con sed de eternidades, que la persona tiene un componente espiritual no reducible a química, que la vida no se acaba con la muerte y, por tanto, las acciones tendrán su consecuencia y una justicia más allá de esta vida.

Decía Dostoievski que «sin Dios, todo me está permitido». Quien no acepta nuestra trascendencia se queda en el dominio sobre los demás, el placer o el dinero; pero es pobre quien solo puede aspirar a un poco de tiempo de placer, quizá de sadismo, pues es como una droga que siempre pide más, sabiendo que nunca podrá dormir tranquilo, pues, como la espada de Damocles, siempre puede ser atacado, por otros criminales quizá, y siempre por su conciencia.

En una época de pensamiento líquido, de postmodernismo y postcristianismo, ser coherentes con la propia conciencia es una prueba de dónde está la verdad

Poder dormir tranquilo es algo físico que nos conecta con esa intuición de vida eterna que nos permite vivir con tranquilidad la vida presente. En una época de pensamiento líquido, de posmodernismo y postcristianismo, ser coherentes con la propia conciencia es una prueba de dónde está la verdad, pues la paz es la prueba de estar en la verdad.

En el ámbito de los derechos humanos, por ejemplo, hemos de proclamar sin miedo la verdad: urge explicitar la dignidad de la persona sin miedo y desenmascarar el egoísmo que se esconde en las matanzas étnicas y genocidios (de Putin, de Netanyahu, y tantos otros que promueven las más de 40 guerras que actualmente están en curso), que se esconden en las industrias de armas que promueven esos conflictos a través de sus marionetas que son los políticos, que fomentan el narcotráfico y que vayan a afrontar la muerte con medios de risa unos agentes de la Guardia Civil, que con excusas de casos límite promuevan la muerte de los no nacidos…, y defender la vida humana en todas sus formas, como primera ley de una ecología sana.

Urge iluminar la cultura con los auténticos valores, del sentido de la verdad y del bien y construir -con la ayuda de todos- un clima de libertades que nos haga más felices. El hombre tiende a amar lo que es bueno, un sentido ético está en la base de su ser, ésta es la verdad del hombre y el camino para una verdadera libertad. La verdad moral es el ancla de la libertad, digan lo que digan los postmodernistas. De ahí la importancia que tiene la educación en los valores y en la trascendencia del hombre para toda la sociedad.

jueves, 22 de febrero de 2024

Confiar, dejarse llevar…

 

Confiar, dejarse llevar…

Toda pérdida supone una ganancia, incluso la pérdida más grande
Llucià Pou Sabaté
Jueves, 22 de febrero de 2024, 09:41 h (CET)

Cuenta J. Bucay de un alpinista desesperado por conquistar el Aconcagua que inició su travesía después de años de preparación, pero quería la gloria para él solo: por lo tanto, subió sin compañeros. Se le hizo tarde, no se preparó para acampar, decidido a llegar a la cima y le oscureció.


La noche cayó con gran pesadez en la altura de la montaña, ya no se podía ver absolutamente nada. Todo era negro, sin visibilidad, no había luna y las estrellas estaban cubiertas por las nubes.


Cansado, por un acantilado, se resbaló y se desplomó por los aires... cayó rápido, pero esos momentos se hicieron largos: podía ver veloces manchas oscuras que pasaban en la misma oscuridad y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad. Seguía cayendo... y en esos angustiantes momentos, le pasaron por su mente gratos y no tan gratos momentos de la vida, y sintió el tirón fuerte... Sí, como todo montañero, estaba asegurado, y las cuerdas tienen elasticidad, aguantan hasta 10 toneladas…


En esos momentos de quietud, suspendido por los aires, no le quedó más que gritar: "ayúdame, Dios mío..." De repente una voz grave y profunda de los cielos le contestó: "¿qué quieres que haga?"

   -"Sálvame, Dios mío.”

   -"Si confías en mí, corta la cuerda que te sostiene...”

   

Hubo un momento de silencio y quietud. El hombre se aferró más a la cuerda y reflexionó...

   

Cuenta el equipo de rescate que por la mañana encontraron colgado a un alpinista congelado, medio muerto, agarrado con fuerza, con las manos a una cuerda... a dos metros del suelo...

   

Y concluye Bucay: “... ¿Y tú?... ¿Qué tan confiado estás de tu cuerda?... ¿Por qué no la sueltas? Y yo digo, a veces no soltar es la muerte. A veces la vida está relacionada con soltar lo que alguna vez nos salvó. Soltar las cosas a las cuales nos aferramos intensamente creyendo que tenerlas es lo que nos va a seguir salvando de la caída. Todos tenemos una tendencia a aferrarnos de las ideas, a las personas y a las vivencias. Nos aferramos a los vínculos, a los espacios físicos, a los lugares conocidos, con la certeza de que esto es lo único que nos puede salvar. Creemos en lo "malo conocido" como aconseja el dicho popular. Y aunque intuitivamente nos damos cuenta de que aferrarnos a esto significará la muerte, seguimos anclados a lo que ya no sirve, a lo que ya no está, temblando por nuestras fantaseadas consecuencias de soltarlo.


Hablar de la pérdida es un camino de lágrimas con frecuencia, pues nos apegamos a las personas, a las cosas. Se lloran las pérdidas, hasta que aprendemos a soltar, dejar ir, enriquecidos por aquello que hoy ya no tengo pero pasó por mí y también por la experiencia vivida en el proceso. Cada pérdida conlleva una ganancia.


Esto es difícil entender, cuando uno está sujeto a emociones que aparecen como la única verdad, pero luego cuando más negra es la noche “amanece Dios”. Así, hay como una revelación en cada persona y en cada acontecimiento, la vida es como un camino en el que vamos encontrando las pruebas cuando estamos preparados, para continuar en la misión, es como un ir descubriendo el sentido de la vida, del por qué de las cosas. Así, los fracasos, el dolor, las penas, nos van preparando para algo a lo que antes no servíamos, pero que con el aprendizaje ya servimos, podemos afrontar nuevos retos, transformados como el gusano que en el crisol del dolor, se transforma en mariposa…


Así, toda pérdida supone una ganancia, incluso la pérdida más grande, "la muerte es la compañera del amor, la que abre la puerta y nos permite llegar a Aquel que amamos" (San Agustín). Si hemos visto que la vida es un camino, un aprendizaje, que tiene un fin, que es el comienzo de una nueva etapa, una “graduación”,dejar esta escuela para pasar a un nivel más alto de consciencia, no hemos de temerla sino dejarnos llevar por la vida, ya que por ese caminar encontramos la felicidad: "la Vida se nos ha dado para buscar a Dios, la muerte para encontrarlo, la eternidad para poseerlo" (P. Novet).

Las dificultades que tenemos son las que precisamos para nuestro aprendizaje

 Las dificultades que tenemos son las que precisamos para nuestro aprendizaje

En lugar de lamentarnos y de huir de nuestra cruz, podemos convertir las dificultades en oportunidades.


Por: Llucià Pou Sabaté | Fuente: Catholic.net



A menudo pensamos que lo que hemos pasado es lo más duro, y miramos a los demás con cierta envidia de que tienen la vida más fácil. Nos gustaría que cambiaran cosas de lo que nos rodea: haber tenido unos padres más amorosos, una mejor relación de pareja, un trabajo más gratificante… que cambien las circunstancias, en lugar de cambiar nosotros. Pensamos que cuando cambie lo de fuera, entonces, todo irá mejor. Pero en realidad lo de fuera no nos hace mejores, sino cambiar nuestro corazón, purificarnos de un ego excesivo, que provoca tristeza, falta de esperanza. Jesús nos habla de eso, y nos anima a purificar la intención: «Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios» (Mt 5, 8). Nos invita a dirigir nuestra vida con una mirada iluminada por la fe y la esperanza, unos ojos nuevos que nos permiten ver que más allá de lo que no nos gusta, Dios transforma todo para que evolucionemos en el amor, que es para lo que hemos venido a este mundo.

Leo un relato de Mamerto Menapace (de su libro Cuentos Rodados) en el que habla de uno que se quejaba de tener una cruz muy grande que soportar, y escuchó una voz divina que le decía en sueños:

- Parece que no estás conforme con lo que te he destinado. Así que te dejo que elijas la cruz que tendrás que llevar, la que más te guste, pero escoge una pues sin dificultades no vas a crecer espiritualmente.

El hombre vio que había muchísimas cruces, de todos los tamaños, pesos y formas, de hierro, de madera, de plástico, y fue buscando cuál le gustaba más. Primero vio alguna pequeña pero pensó que si su crecimiento espiritual dependería de su cruz, no le convenía tomar algo tan liviano. Al ver las grandes, se desanimó pensando que no las soportaría. Y tomó una mediana que pensaba a su medida. La probó como un nazareno de la semana santa andaluza, estaba bien cepillada y se acomodaba al hombro. Pensó en agradar a Dios, y dijo que tomaba aquella. Dios le dijo que precisamente aquella era la suya, tenía sus iniciales, la llevaba en su vida hasta ese momento en que pudo cambiar.

Y en ese momento el hombre despertó. Y pensó que en algunas ocasiones estamos tan obnubilados por lo que no funciona, por lo que nos parece que debería ser diferente, que olvidamos lo positivo, que aquella cruz es la que nos permite crecer en nuestra vida espiritual, pues en la vida nos sirven más las cosas que no van, que nos cuestan, que las que van sin esfuerzo. Saber eso es de gran provecho para nuestro crecimiento. Lo que pasa es que nos falta visión de conjunto, nos falta perspectiva, saber que «el amor de Dios saca provecho de todo, del bien y del mal que se encuentra en mí» (Santa Teresa de Lisieux).

En lugar de lamentarnos y de huir de nuestra cruz, podemos convertir las dificultades en oportunidades, aceptar eso como un reto para crecer en la virtud que sea: humildad, confianza en Dios, paz... en definitiva aprender a amar.

Esto no quiere decir que no luchemos para conseguir lo que necesitemos, sea dinero y salud, desarrollar nuestras capacidades, pero sin preocuparnos, pues todo esos nos permite crecer.



Sobre la paz interior y otros artículos

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sábado, 17 de febrero de 2024

Sobre la mala práctica de los políticos y otros artículos

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Seminario religiones, Oriente y Occidente

 Hola! Comienza el 7 de marzo un Seminario, 

Introducción a la historia de las religiones parte II: profundización en los textos y contextos de las religiones orientales y las tres religiones del libro

La matrícula puede hacerse en las modalidades online y presencial, en el enlace: https://cemed.ugr.es/curso/24gr11/



Espiritualidad y paz

 Espiritualidad y paz

La sabiduría no está reñida con la ciencia, pues la ciencia necesita un contexto filosófico para desarrollarse.


Por: Llucià Pou Sabaté | Fuente: Catholic.net



Hoy participamos en un resurgir de la espiritualidad como respuesta a unos siglos de cientificismo que no dan razón de nuestra existencia. Pero, ¿la espiritualidad es útil? ¿Se trata de algo verdadero? Desde el punto de vista de la observación experimental, la ciencia y la lógica son susceptibles de ser confirmadas y son definibles y objetivas. En cambio, la espiritualidad es subjetiva y experiencial… ¿Se puede confirmar? Podemos decir que sí. Se trata de una verdad experiencial aunque no sea experimental, aunque en cierto modo también podemos ver esa experiencia: no es posible probar la verdad espiritual a través de la lógica lineal, pero se pueden verificar sus resultados. Podemos decir en este sentido, que la espiritualidad es fenomenológica. Y hay un resultado claro: la verdad es transformativa y nos mejora, dejando un resultado en nuestro interior: la paz y la felicidad, la gestión eficiente de uno mismo. 

La ciencia moderna ha estudiado cómo son las cosas, pero no hay en ella argumentos contra la espiritualidad, sino que los científicos buscan a nivel personal esa plenitud espiritual. “Lo único que puede curar los sentidos es el alma y no hay nada que pueda curar el alma aparte de los sentidos”.1 Los físicos necesitan la espiritualidad para sus vidas, y que no encuentran en una ciencia que les habla algo de cómo son las cosas, pero no de qué son, o para qué.2

Y a eso le llamamos sabiduría: es un nivel de conocimiento más alto que un conocimiento de “cosas” pues nos implica, tiene algo de experiencial, y está verificado interna y externamente. La verificación interna es ilimitada, pero no la externa que está limitada por la tecnología disponible, por el contexto o paradigma mental desde el que se diseña la investigación y por las realidades investigadas.  Para tener paz, es necesaria sobre todo la actitud experiencial, pues el conocimiento intelectual muchas veces no llega a esa verdad interna: es la sabiduría la que da paz. La sabiduría -conocimiento verificado interna y externamente- puede también definirse como conocimiento + Amor, o conocimiento desde el Amor.

La mente analiza, categoriza, etc. pero no está hecha para poder ver la esencia de las cosas. La mente solo ve apariencia. La capacidad mas profunda de comprensión reside en el alma. De ahí el problema de no distinguir claramente entre pensamiento y consciencia. El pensamiento es un aspecto de la consciencia, que es mucho más amplia e integradora que la mente, y vibra a una frecuencia mas elevada. La mente clarifica, pero la intuición (el corazón, el alma) integra en algo único, en nuestro ser profundo.

Esta in-formación nos cambia la intención: nos ayuda a adquirir consciencia de nuestro valor, de nuestra dignidad y nuestras posibilidades, capaces de liderar la transformación personal y social que se hace cada vez mas necesaria para crear un mundo mejor. Esta in-formación de la consciencia se ocupa de los niveles lineales (ciencia) y no lineales (espiritualidad) y sirve de puente entre ellos. No son dos mundos distintos sino un solo mundo visto desde dos puntos de vista diferentes.  La “realidad” percibida parece estar separada en diferentes categorías o ámbitos, como lo físico vs. lo no físico. Pero lo que se creía que eran distintas categorías de la existencia son sólo diferentes categorías de percepción. En realidad no hay separaciones. La consciencia, por sí misma, posee la capacidad de comparar y unir lo que parecen realidades y campos dispares en una unidad integral y comprensiva de expresiones estratificadas. Lo lineal (lo predecible, digamos lo mental) está incluido en lo no lineal (lo impredecible, un dinamismo del que nos hablan la teoría del caos por ejemplo). 

Se habla también de que toda unidad es un holón, así lo físico está integrado en una dimensión superior intangible, no lineal. Koestler dirá que todo lo que existe es un holón: una totalidad que engloba partes, y a su vez forma parte de algo más grande, y un paradigma también lo es: un universo incluye galaxias, y éstas incluyen estrellas, y nuestra estrella solar tiene planetas y entre ellos la tierra, y la tierra tiene continentes y mares, y así iríamos descendiendo hasta niveles ínfimos. Integrados los cuerpos materiales como holones dentro de unidades superiores, y también lo material está integrado en dimensiones no materiales. Como tal, todo está sujeto a las propiedades de los holones. Una de ellas es la de trascender e incluir; no trascender y disociar, porque esto provocaría una patología. Así pues, todo nuevo paradigma debe trascender e incluir el anterior, y no sólo negarlo. Y podemos decir que lo no lineal es un holón de mayor profundidad, o una realidad más íntima. 

Es algo parecido a la aparente dicotomía/relación entre la fe y la razón de la que tanto se ha hablado: vemos también la diferencia entre enfocarse en las dimensiones no lineales o en lo lineal y verificable por la lógica y los sentidos. Ese enfoque primordial depende del nivel de consciencia del que lo hace. La sabiduría integra los dos enfoques. El Universo posee una estructura descriptiva de lo que vemos (hardware) y una intencionalidad y un alma (software). El segundo es más significativo que el primero, que solo existe para que se desarrolle aquél. Los reduccionistas seguirán estudiando el hardware, y eso está bien, pero ya no podrá ser negada la existencia del software. La ciencia moderna nos dice “cómo” son las cosas, pero es sabio el que conoce “qué” son las cosas, y “para qué”. Se puede decir que en el software se han de buscar las causas y en el hardware estudiar los efectos. Éste último se queda en el “cómo”, sin poder encontrar el “por qué”; por tanto, hay que buscar en el software “qué” son las cosas o “por qué” suceden.

El propósito de la experiencia humana es evolucionar, desarrollar nuestra consciencia para llenarnos de sabiduría y amor. Todos los seres humanos, sin excepción, hemos venido al mundo para trabajar en nuestro desarrollo espiritual, compartiendo y participando en experiencias con otros seres humanos. La vida es un formidable proceso pedagógico dentro del ambiente del Universo. Somos polvo de estrellas que trascienden lo material: estamos en el planeta Tierra como en un “colegio espiritual” y cada experiencia vivida se puede comparar con un curso académico. Pero, un curso es para aprender: ¿en la vida, qué hemos de aprender?

La sabiduría no está reñida con la ciencia, pues la ciencia necesita un contexto filosófico para desarrollarse, como decía Kepler: “el principal propósito de todas las investigaciones sobre el mundo exterior debe ser descubrir el orden y la armonía racionales que han sido impuestos por Dios y que Él nos ha revelado en el lenguaje de las matemáticas”. Si la sabiduría es abrir los ojos, vemos que hay un orden o un sentido aunque muchas veces no es fácil ver, pero –como decía Mitterrand- “entre el absurdo y el misterio, opto por el misterio”. Vamos encontrando pistas de que eso es así, de modo experiencial, en nuestro interior. No llegamos a ello con la cabeza, pero tampoco es algo irracional; esa verdad interior del corazón tiene una racionalidad, es algo razonable.

En ese abrir los ojos, vamos descubriendo un orden en el Universo; a nosotros nos parece que es un orden imperfecto, como al tejer un tapiz vemos que hay muchos nudos e imperfecciones por el lado que nos toca ver, aunque por el otro lado todo esté perfecto. Así, desde “arriba”, es decir desde fuera del tiempo, todo tiene un sentido; pero desde “abajo”, desde nuestro tiempo, sólo al final veremos el sentido completo a lo que pasa. Y mientras hay una ineficiencia mental en ese no ver el por qué de las cosas; pero la intuición es necesaria para descubrir que existen ciertas Leyes del Universo. Llegamos ahí a través de un proceso, y muchas veces hemos sufrido lo suficiente hasta que estamos preparados para comprenderlo; después de una saturación se da ese abrir los ojos.

En ese bregar por la vida, pasamos de una lucha externa para mejorar las cosas, causa de la ansiedad y angustia, a una paz interna, fruto de la aceptación que a su vez viene de la comprensión de que todo lo que existe y todo lo que sucede tiene un sentido de perfección, y necesitamos hacer ese proceso por el que hemos pasado, aquello que no nos gusta y que hemos catalogado como malo, porque tiene un propósito de Amor.

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1. Óscar Wilde, citado en Ken Wilber, Ciencia y religión; este filósofo habla muy bien del tema en cuestión: ha terminado la “guerra fría” entre estos aspectos tan necesitados uno del otro.

2. En otro libro, Cuestiones cuánticas: Escritos místicos de los físicos más famosos del mundo, K. Wilber profundiza en que esos aspectos. Puede consultarse el libro de John Polkinghorne, Quantum Physics and Theology: An Unexpected Kinship (New Haven, London: Yale University Press, 2008).


Para crecer en la paz interior, considerar nuestra filiación divina

 Para crecer en la paz interior, considerar nuestra filiación divina

Dios es infinitamente más capaz de hacernos felices de lo que somos nosotros.


Por: Llucià Pou Sabaté | Fuente: Catholic.net



La paz interior es fruto de la sabiduría, que no es algo teórico sino fruto de un conocimiento experiencial, es un gusto por lo bueno, por lo bello, por lo divino, según aquello de: «gustar y ver qué bueno es el Señor» (Sal 34). Y esto es muy difícil de transmitir sino desde la experiencia, por poner un ejemplo si queremos explicar el saber de una cereza, lo mejor es decir: “toma, prueba una”, y lo mismo con las cosas espirituales, como cuando Natanael le dice a su amigo Felipe que le hable de Jesús, y Felipe le dice: “ven y verás”. Por eso, si alguien está inquieto por las preocupaciones, podemos decirle: reza, siente a Dios Padre en tu interior, siente como Jesús te anima a ir de su mano: «Sólo de oídas te conocía, pero ahora te han visto mis ojos» (decía Job 42, 5).

Así, abandonarse en Dios Padre y Madre, confiar en Él, es la fuente principal de nuestra paz. Es la ternura de Dios, la dulzura de su amor, la que nos despierta a la confianza, con la sencillez de los niños que no tienen miedo de caer cuando su padre le tira para arriba, y disfruta de esos momentos que para otros son de incertidumbre y de zozobra. Por eso se habla del santo abandono, como quien está en manos de su padre feliz, y si viene el dolor será también para nuestro bien. Decía Jacques Philippe: “La medida de nuestra paz interior será la de nuestro abandono, es decir la de nuestro desprendimiento”, es por tanto un dejar hacer, soltar, renunciar incluso a lo que la mente nos previene dándonos miedo hacia el futuro. Es no tener apego ni por el dinero, ni por nuestra casa, ni siquiera por la vida: «Quien quiera salvar su vida la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará» (Mt 16, 25). En la vida solo nos queda lo que damos, lo demás tarde o temprano se pierde, y como decía san Juan de la Cruz, “al atardecer seremos juzgados en el amor”: eso es lo que nos llevaremos, lo que hemos dado, nuestra vida de servicio.

«¡Ah, si supiéramos lo que se gana renunciando a todas las cosas!», dice Santa Teresa de Lisieux: las pre-ocupaciones son pre-, es decir algo que no existe, hemos de quedarnos solo con las ocupaciones. Y seguía Philippe: “Ese es el camino de la felicidad: si le dejamos actuar libremente, Dios es infinitamente más capaz de hacernos felices de lo que somos nosotros, pues nos conoce y nos ama más de lo que nosotros nos conocemos y nos amamos”.

Buscar las cosas con ansiedad nos impide alcanzarlas, incluso el amor hay que dejar encontrarse por él, que vendrá si nos damos a los demás. San Juan de la Cruz lo dice así: «Se me han dado todos los bienes desde el momento en que ya no los he buscado». Si nos desprendemos de todo poniéndolo en las manos de Dios, Dios nos devolverá mucho más, el céntuplo, «en esta vida» (Mc 10, 30).

viernes, 16 de febrero de 2024

Vida más allá de la muerte, como el resurgir de una mariposa


 

Vida más allá de la muerte, como el resurgir de una mariposa

Algunas culturas creen que el cuerpo es un vestido solamente, una recubierta, papel de envolver, para el alma
Llucià Pou Sabaté
Viernes, 16 de febrero de 2024, 09:18 h (CET)

Cuenta Elisabeth Kübler-Ross de Jan, una mujer joven que se sintió poco a poco atraída por la religión y a partir de un dolor le habló a su marido de la muerte, le dijo: “Jeffrey, sé que he de morir porque mi abuela ha venido a visitarme y me ha dicho que me reuniré con ella muy pronto”. Le dijo que quería mucho a su abuela y que fue una bonita visita. Al poco, se confirmó el diagnóstico de un dolor que sentía en la pierna (cáncer de pulmón con metástasis en los huesos); le animó al marido: “espero de todo corazón que puedas encontrar la manera de creer que hay una vida más allá de la muerte, y que cuando te llegue la hora estaré allí esperándote. Quiero que vivas una vida llena cuando me haya ido, y quiero que sepas que, vaya donde vaya, no estaré sola”. Jeffrey entendió poco a poco que no fue ella que se acercó a la religión y al tema de la muerte, sino que la religión había ido a ayudarla en esos momentos…

   

Una chica moribunda vio a su madre aparecérsele, para decirle que estuviera tranquila que todo iría bien, y que cuando llegara su momento ella la esperaba. Yo tengo la experiencia de haber estado junto a muchas personas en el momento de la muerte, y no he visto a ninguna de ellas morir en soledad o con falta de paz, y no sé hasta que punto todos son conscientes de la compañía de los seres queridos y los santos y los ángeles, pero en muchos casos sí he visto esa confianza, en cierto modo esa compañía.

   

Se pasa por esos momentos como una revisión de la vida: “al atardecer seremos juzgados en el amor” (San Juan de la Cruz), concretamente de cómo nuestras acciones han tenido consecuencias en los demás, será ver el dolor que hemos causado pero también el amor, ternura y cosas buenas que los demás han recibido de nosotros. Veremos cómo hemos aprendido en la vida, y qué nos queda por aprender aún…

   

A pesar de que muchos no creen en la vida después de la muerte, y de algún modo piensan que la energía del que ha muerto vive en los que le rodean y quieren; pero hay que decirles que si creen en la presencia del ser amado más allá de la muerte, creen en esa vida. La muerte no es un punto final sino una etapa de transformación, y no se van muy lejos los que mueren sino que están en otra dimensión.

   

Algunas culturas creen que el cuerpo es un vestido solamente, una recubierta, papel de envolver, para el alma. Quizá –sigue diciendo Elisabeth- hemos velado un cadáver y nos ha dado la impresión de que era una coraza, un capullo vacío… ya no era la persona que amábamos, podemos sentir al ausencia de su espíritu, de su energía. La vida continúa más allá de la muerte del cuerpo. Algo así como la transformación del gusano en mariposa, una metamorfosis. La persona amada se libró de toda atadura de un cuerpo decadente y enfermo, entubado y falto de energía.

   

“Tengo la sensación de que ya no está”, decimos ante un cadáver. En el momento de la muerte se dice –y lo he comprobado en algunos casos, docenas de casos- que sentimos una ausencia total de pánico, miedo o angustia. No he visto a nadie morir con inquietud.

   

Es también frecuente sentir la presencia del ser querido que ha muerto. Eso es muy bonito. Pero hay que evitar ser víctima de engaños de médiums que nos pongan en contacto con espíritus, y sobre todo ver si nos da consuelo esa presencia, para verificar si es real o engañosa. Sin embargo, el contacto entre vivos y muertos (en la medida que los cuerpos están muertos, porque el alma es inmortal) es una realidad que puede enfocarse desde la comunión de los santos cristiana, o también de modo sencillo en que Dios es amor y de ese amor participamos en el afecto que tenemos a los demás, amor que no cesa… y por tanto continúa después de la muerte. El amor es lo verdadero, y ante el problema de la muerte “la solución amorosa es siempre la verdadera” (A. von Hildebrand, 126).

   

La muerte es nacimiento. En el cuadro del Greco El entierro del Conde Orgaz, se ve en la parte inferior el difunto y la gente que le rodea, con vestiduras lujosas. Pero se ve cómo el alma sube y pasa al cielo, plano superior, como a través de un útero en el que vuelve a entrar, y sale ya arriba donde las manos de la Virgen María lo acogen con dulzura para presentarlo a Dios y a los santos. Así como un barco en la lejanía escapa de nuestra vista, o un sonido con alta frecuencia vibratoria que sí escuchan los perros, así no vemos a los que mueren pero están vivos. La muerte es una transición a un estado más elevado de conciencia en el que continuamos percibiendo, entendiendo y creciendo. Dejamos el cuerpo. Es como poner el abrigo de invierno en el armario, pues llegó la primavera.

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