Desde pequeño he entendido que ayudar a los demás era la forma de estar bien, que hacer el bien me hacía crecer como persona; y quiero seguir ayudando con sesiones individuales, talleres y charlas, compartir ideas y experiencias. Te invito a participar en el proyecto, y en el contacto que está al final de esta página podemos quedar para una sesión gratis evaluativa.
martes, 26 de diciembre de 2023
En la clausura del curso de espiritualidad de la Universidad de Granada
domingo, 24 de diciembre de 2023
¿Qué es navidad?
Navidad es dejar que Jesús nazca en nuestro corazón. En Belén celebró su llegada a este mundo en medio de personas sencillas.
Cuando soñamos con un paraíso perdido, donde está el árbol de la vida, pensemos que el verdadero árbol de la vida no está lejos de nosotros, no es alargar las células de nuestro cuerpo unos años más, o transmitir ciertos datos a través del mundo informático para que nuestra sabiduría no se pierda, ni buscarlo al otro lado del universo en algún paraje de un mundo perdido. Lo tenemos hoy en Jesús, fruto del árbol de la vida, la vida misma, que se hace comida para abrirnos a ese paraíso añorado, pues Belén significa “casa de pan”: Jesús nace para darnos vida con su comida, pan de la vida, salvación. Nos trae la luz para que podamos ver todo desde la mirada de hijos de Dios. En medio de esa noche de Navidad, quizá oscura porque en el mundo hay penas, nos llega un mensaje: "a los que le recibieron, les da poder para ser hijos de Dios".
Hoy hace 800 años (fue en 1223) San Francisco de Asís, en el pueblecito de Greccio, quiso celebrar la Navidad en una cuevita de un bosque, e hizo un “pesebre vivo” con personas que representaban a María, a José, un bebé que hizo de Jesús, los pastores y siguiendo el relato del Evangelio de San Lucas, después de tocar las campanas de la iglesia, convocó al pueblo a ¡una celebración especial!… y con la luz de antorchas se dirigieron al lugar indicado, al ver el espectáculo cayeron de rodillas asombrados, y celebraron la primera Navidad de la historia, luego se celebró allí mismo la Misa.
Jesús, “luz del mundo”, nos pide hacernos niños con él, hijos de Dios. ¡Que la cercanía con Jesús niño nos dé saber mirar como niños todos los días del año, verlo todo con ojos nuevos de quien se sabe seguro en manos de Dios! Pues la razón más profunda de la alegría radica en que somos hijos de Dios.
Así habrá paz a nuestro alrededor, pues «la paz comienza por una sonrisa»; y aunque haya dificultades en el mundo, oscuridad, esta luz irá deshaciendo el hielo de tantos corazones, si sabemos llevar ese calor desde nuestro corazón a nuestro alrededor, así habrá más personas con más amor, y se hará "masa crítica" para una "reacción en cadena". San Agustín aconseja: «Dicen que los tiempos son malos, difíciles. Vivamos bien y los tiempos se volverán buenos. ¡Nosotros somos los tiempos! ¡Los tiempos son lo que somos nosotros!». ¡Feliz Navidad!
miércoles, 20 de diciembre de 2023
Sobre el ataque a la iglesia cristiana de Gaza y otros escritos
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La búsqueda de una paz en Tierra Santa
La búsqueda de una paz en Tierra Santa
Por: Llucià Pou Sabaté | Fuente: Catholic.net
Es fundamental que se trabaje para que haya dos Estados bien marcados en Tierra santa: Israel y Palestina, y un "estatus especial" para la ciudad de Jerusalén (de control internacional), pues toda guerra es una derrota. Esto es lo que dicen muchos países como España, México, y la diplomacia vaticana que está muy bien informada, pues hay ahí muchos cristianos allí sobre todo árabes, y nadie puede decirle que es aliada de Israel como muchas potencias occidentales: desde el comienzo del Estado de Israel los cristianos de Tierra santa, que en muchos sitios eran mayoría, han pasado a ser cada vez una minoría cada vez más exigua.
En las guerras, pierden, como decía Gandhi siguiendo la imagen del Evangelio: “ojo por ojo y todos acabaremos tuertos”. Hay mucho trabajo por hacer, porque Israel reconoce el derecho a existir de un estado palestino pero los países islamistas de la zona no reconocen el derecho a existir del estado de Israel (quieren eliminar al pueblo judío de ese territorio). Y en ese impase, Israel ha ido avanzando y toma más territorio incumpliendo en eso los tratados internacionales que ofrecían como solución lo apuntado más arriba: dos Estados y un estatuto internacional para Jerusalén.
La brutalidad del acto terrorista de Hamas sigue el modelo del grupo terrorista Isis en sus manuales y que quieren extender por Occidente, y además Hamas ha tomado el gobierno de toda Gaza que ya no es una democracia sino que se convierte en un estado de terror. Hamas no quiere el bien de los palestinos, sino que busca el caos para sus intereses, y le importa muy poco la muerte de la población, y eso lo hace con sus apoyos de Irán, Isis etc. Sólo trata de extender el terror con una multitud de cadáveres esparcidos, su arma es crear el miedo.×
Por eso, se ha dicho que “Hamas ha abierto las puertas del infierno para Gaza”. Pero la acción de Israel ha sido bombardear indiscriminadamente, cuando podía haber hecho una acción más inteligente, pues es curioso que sus servicios de inteligencia no hayan actuado cuando debían. Todo parece que quieren aprovechar haber sido víctimas de un acto horrible de los terroristas, para erradicar el grupo Hamas de un modo rápido sin contar con los efectos inhumanos que eso tiene. En esto, tanto Israel como Estados Unidos son impacientes en sus guerras, y no tienen la ética del respeto a la dignidad de todas las personas, y la sabiduría de saber esperar el momento oportuno para cada cosa. En cierto modo, en lugar de establecer un estilo de política ética, se hacen cómplices al usar las armas de los terroristas. Y en eso pierden la razón. Claro que pueden usar como defensa propia actos de guerra, pero con proporcionalidad.
Estos días he leído en una viñeta que un niño le pregunta a su padre: “¿por qué no se puede matar a los malos? Quedaríamos los buenos” y su padre le responde: “no, hijo: quedaríamos solo los asesinos”. Todos tenemos ego, que si nos domina en lugar de la racionalidad y el amor, nos convierte en enemigos de otros por motivos de todo tipo: político, religioso, deportivo… En el Nuevo Testamento, Pablo dice que todos necesitamos una liberación interior, y sin ella hay guerra. La confianza y la seguridad que da el saberse amado por Dios hace que no absoluticemos nacionalismos y modos de ver propios, necesitamos la liberación de nuestro ego para ver más a fondo las cosas, el punto de vista de los demás. En su parte animal, el hombre necesita “marcar su territorio” y defenderse de los que entran en él, como vemos por ejemplo en los leones. Así también nosotros defendemos no sólo una tierra, sino que queremos “marcar territorio” con nuestras ideas, atacando las de otros que piensan distinto. A eso hemos de llamarlo intolerancia, por faltar el respeto a las personas y su dignidad.
Por decirlo de algún modo concreto, desde que los romanos destruyeron Jerusalén y el Templo hacia el año 70 (lo mismo podríamos decir antes de las invasiones griegas, o de Babilonia) han quedado en la diáspora los judíos, sin tierra, y al surgir su sentimiento de nación sobre todo después del holocausto, han querido un territorio para defenderse. Esto es normal, tienen derecho a ello. Pero hay un modo más profundo de actuar que el de la guerra, y es con ese amor que conquistó al imperio romano de otro modo, no por las armas. Que conquistó la independencia de la India sin violencia.
Por eso José I. González Faus (teólogo) dice: “pido por favor a todos los judíos: lean a E. Lévinas. Sentirán vergüenza de lo que están haciendo hoy, o tendrán que llamar ‘antisemita’ a uno de los judíos más grandes de nuestros días. A los musulmanes les pido igualmente: lean a Rumi o a Ibn Arabí y sentirán lo mismo”. Sólo si elevamos nuestro nivel de consciencia podremos arreglar ese “pastel” que una vez se ha causado, no hay forma de “comérselo”. Es un escándalo satánico el que se produce en Tierra Santa, donde precisamente nació el Príncipe de la paz.
Nuevo paradigma y formas de espiritualidad en el siglo XXI, por Nieves Acosta
martes, 19 de diciembre de 2023
Navidad, volver a casa, acogida de padre y madre
Varios artícuilos: cristianos en tierra santa, etc.
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domingo, 17 de diciembre de 2023
Bach, músico de la fe y la compasión
Bach, músico de la fe y la compasión
La construcción de su música es como una catedral de notas que te embarcan en un sentimiento de profunda espiritualidad y belleza
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El alemán Johann Sebastian Bach (1685-1750) fue un prolífico compositor, especialmente de música sacra. Para muchos representa la cumbre de la música en el Barroco. Ocupó el oficio de kantor (componente fundamental de la organización eclesiástica y civil luterana, al que le podían tocar también dirigir celebraciones religiosas) en Leipzig. Dirigía el coro y la música de las celebraciones litúrgicas, enseñaba composición y órgano, etc.
Fue así Director Musices de la ciudad la mitad de su vida laboral, de esta época datan la mayoría de sus cantatas conocidas, tanto originales como adaptaciones de anteriormente compuestas, las pasiones y los diferentes oratorios. Tuvo otras etapas como cuando estuvo en la corte del duque de Köthen, de 1717 a 1723, la más intensa de su vida en lo que a música profana se refiere.
A los 18 años era un virtuoso, extraordinario organista y era llamado, incluso, para hacer informes sobre nuevos órganos. Su incomparable condición de intérprete y compositor para órgano es lo primero que pasa a la posteridad.
“Es un hombre muy de su tiempo. Está envuelto en todas las controversias de su tiempo, y fue muy conflictivo en sí mismo. Sin duda era un hombre difícil. Tuvo problemas con lo que llamamos control de la ira, y a menudo se metió en problemas. Creo que tuvo que ser un infierno tenerlo como padre. Tenemos registros de ejercicios de composición que plantea a su hijo mayor, donde se puede ver la solución de Bach junto a la de su hijo y por supuesto la de Bach siempre es mejor. Imagínese tratando de vivir de acuerdo con eso. Pero en otros aspectos era un típico burgués alemán, que era aficionado a la cerveza y a la pipa. No era un cosmopolita como su amigo Telemann” (Eliot Gardiner).
Es el músico más inteligente de su época, su música –cargada de matemáticas- a pesar de la complejidad técnica transmite humildad… la sencillez de la cercanía a Dios. Así, la complejidad del contrapunto se convierte en un sentido y sencillo diálogo. No sin razón se dice que la construcción de su música es como una catedral de notas que te embarcan en un sentimiento de profunda espiritualidad y belleza. Así, la cantata 147, “Jesús alegría de los hombres” tiene ese ritmo de alegría esperanzada.
Bach es el maestro del contrapunto, la forma de composición más perfecta, además combina los ritmos, la dirección de las voces, etc., de forma magistral. Su obra está unida a su fe, la técnica va de la mano de la espiritualidad sentida. Los salmos por él cantados son rezos que nos llevan a lo celestial; Bach ha logrado hacer música religiosa.
El repertorio de Bach es muy amplio (1.128 obras catalogadas por el momento), aunque algunas se han encontrado, otras se dan por perdidas. A mitad del siglo XX se dijo que fue Mozart quien primero expresa sentimientos, hasta que se descubre Bach y ya se le dio esa prioridad (ahora se ve que Vivaldi ya los expresaba).
OBRAS
Existen obras que son conocidas directamente por su nombre, bien porque son las únicas en ese género concreto (Magnificat), bien por su importancia (Pasión según San Juan). Las hay que son conocidas por el tipo de obra que son (las Suites para violonchelo, las Partitas para violín) y otras con el sobrenombre que se le dieron posteriormente (que es lo que ocurre con los llamados Conciertos de Brandenburgo o lasVariaciones Goldberg). Incluso hay obras que son conocidas por encima de otras del mismo género musical (como La Pasión, refiriéndose ésta a la Pasión según San Mateo y no a la de San Juan, por ejemplo). Hoy por hoy, reconocemos en BWV el número de la obra, dentro de un catálogo temático. Para hacernos una idea, compone un volumen de obras 5 veces mayor que Beethoven.
Otra característica de su obra es que su música se adapta a todo tipo de versiones y con distintos instrumentos, y siempre resulta una pieza mayúscula. Y en el modo de componer sus sonatas instrumentales, con contrapuntos y fugas, podríamos ver el primer concepto de música de cámara moderna.
En la pasión según san Juan, los coros cantan estrofas de gran espiritualidad tomadas de la tradición luterana. La maestría de Bach hará que esas letras preciosas vayan acompañadas de un sentimiento emotivo: “¡Oh gran amor, oh amor sin medida que te ha llevado a este martirio! Yo he vivido entre placeres mundanales y Tú debes sufrir”. En el Aria la compasión alcanza algo sublime: “También yo te seguiré con alegres pasos, y no te dejaré, mi Vida, mi Luz. Dirige mis pasos y no dejes de guiarme, de incitarme, de atraerme”.
En una religiosidad muy centrada en la pecaminosidad, sabe encontrar la luz del consuelo:
“La teología de la época tiene algunos aspectos muy desagradables. En los textos teológicos de aquella época hay mucho acerca del concepto de pecado, con imágenes de carne putrefacta, el pecado como putrefacción del ser humano. Pero Bach no puede prescindir de la teología, tiene que introducirla en el pensamiento del creyente, y el compositor encuentra la manera de ayudar a hacer eso. De alguna manera trae consuelo ante todo ese pensamiento sombrío sobre el pecado. La única cosa que realmente no puede soportar Bach es la hipocresía, y es muy curioso cómo la música se vuelve dura y pétrea cuando el texto habla acerca de la hipocresía” (Eliot Gardiner).
Podemos decir que es el primer músico luterano que cultiva el sentimiento, y precisamente eso le hará el más olvidado de los músicos (decían que era demasiado alegre, que las voces de sus obras eran de ópera…), y en cambio serán esas obras emotivas las más valoradas hoy en día.
Escuchamos en otra aria:
“…Cuando las olas agitadas por la marea de nuestros pecados se retiren aparecerá el más bello arco iris, símbolo de la gracia de Dios”. Y al contemplar la salvación operada por la Cruz, reza: “en mi última agonía no dejes que confíe en nadie sino en ti, que me has salvado. ¡Señor amado! Dame solo lo que tú has merecido, no anhelo nada más)”.
La generosidad emocional de Bach y la energía en el consuelo es lo que Eliot Gardiner destaca:
“Tengo amigos que no son creyentes, pero que han sido calmados por la música de Bach y creo que la razón es que Bach sabía lo que era la tragedia. Quedó huérfano dos veces, perdió a su primera esposa y a diez de sus hijos. Se enfrentó a todo esto con coraje, y creo que es esa combinación de inquebrantable rigor y de maravilloso poder de consolar lo que le hace único” (Bach. Music in The Castle of Heaven).
La emoción embarga el alma de dulzura cuando oímos las palabras “Cuando te encuentres en el instante final te abrazaré y tomaré en mis brazos y en mi regazo”. Algo más tarde, la mezzo dice a Jesús: “Si las lágrimas de mis mejillas no consiguen nada, tomad mi corazón y convertidlo en cáliz de sacrificio con la sangre que fluye de las heridas”. Por eso representó escenográficamente la “Pasión” según san Mateo, y la cantante al pronunciar “mi corazón es como un cáliz” sostiene a Jesús entre sus manos y lo muestra a todos.
Volviendo al Magníficat (Lucas 1,46-55; BWV 243), una de sus grandes obras corales (la de 1733, en re, alegre), no deja de llegarme a las fibras del alma el Aria (soprano I) “Quia respexit”, con timbre de oboe d’amore, donde la humildad une la solemnidad y la sencillez… ahí todo es Evangelio en voces solas y corales, sin recitación ni textos meditativos…
El órgano di legno se encarga siempre del bajo continuo, al que denominaba Bach «el fundamento más seguro de la música», música que tenía «como causa y fin últimos honrar a Dios y recrear el espíritu».
Este genio absoluto de la música barroca, el cantor de Leipzig compone en sus últimos años un monumental tríptico, su testamento artístico: «la ofrenda musical», «el arte de la fuga» y la «misa en si menor.»
La gran misa (La misa en si menor – BWV 232)
La misa en si menor (en latín) está considerada como La gran misa católica (junto con la Misa Solemnis de Beethoven), la cumbre del arte musical en este género. Al igual que La Pasión según san Mateo (en alemán) será la gran obra luterana. Como otros músicos, Bach había compuesto misas incompletas (sólo Kyrie y Gloria), que también interpretan en los oficios luteranos, pero quiere componer el gran reto, una Misa solemnis, propio de un hombre de profunda religiosidad y profundamente ligado a la tradición litúrgica. Será uno de los primeros en hacerlo.
Él, nexo entre pasado y futuro, quiere en la Misa indicar el camino a seguir. Ve que el camino es éste. Dedicará tiempo a ella durante 25 años, aprovechando una Misa incompleta que le encargaron, pero luego seguirá con los otros cantos, componiéndolos, y para ello adaptará otras obras suyas (una de ellas perdida).
Incluso pone en el Credo algo que un luterano no comparte: creo en la «santa iglesia católica, apostólica» (aunque lo hace por un solista, sin coros… como un detalle menos significativo).
Así, de Haydn a Stravinsky muchos compositores quieren también medirse con la tradición que el canon de la misa sintetiza a la perfección. Mozart utilizó la inacabada misa en do menor para llevar al extremo su trágica visión de la existencia. Y Beethoven ilustró en su Misa solemnis aquella visión utópica de la vida y del arte que fue el punto de llegada de su itinerario compositivo.
¿Cómo consigue esos sentimientos de los que hablamos más arriba?: el uso de recursos cromáticos se compagina con silencios que representan el dolor o el llanto (crucifixus, qui tollit peccata mundi) o saltos ascendentes para manifestar alegría (al principio del Gloria por ejemplo).
El si menor es tradicionalmente ligado a la visión trascendente o a la sublimación del dolor, que él compagina con otras notas. Así, en el credo, el passus et sepultus est es un cambio de traspaso y final de sufrimiento y prepara el brillante re mayor del resurrexit.
Como la música es matemática, no es extraña la combinación de los números, pero algún musicólogo observa el sentido simbólico de esos números: como los 53 compases del crucifixus, relacionado con el libro 53 del profeta Isaías, donde está la pasión de Cristo anunciada, lectura que se lee en viernes santo. Este simbolismo impregna toda la obra y su máxima manifestación está en la trascendental presencia del número 3 tan relacionado con la Trinidad, y así las 3 notas del acorde del si menor, corresponden con las tonalidades de las tres secciones del Kyrie (si menor, re mayor, fa sostenido menor: Luca Chiantore).
Mi amigo organista Modest Moreno Morera ha escrito muy bien sobre la composición matemática de su armonía, que tiene también raíces religiosas; ve en Bach la unión entre el músico y el creyente, y me contaba que toda su música, toda, hay que verla desde el prisma de esa dualidad que en él es unicidad. Sin el Evangelio en mano, es difícil entender a Bach, sea una obra con texto o sin él. Las obras puramente instrumentales, y no sólo las de órgano y clavicémbalo siempre integran ese leit-motiv que es la fe bien enraizada.
Bach era un cristiano muy convencido. Si no se entiende así, no se entiende ni puede tocarse bien su música, y mucho menos interpretarla, porque el acercamiento a él siempre sería velado. Y ya bastante críptica y velada es su música. La simbología que contiene es inmensa. Hay especialistas que incluso ven en él la Cábala. Otros lo conectan plenamente con la Edad Media, con la división que Boecio hace de la Música (yo también). En Bach –no sólo en él, pero en él es omnipresente- es necesario ver siempre el microcosmos y el macrocosmos. El alma frente al Universo. Es, ciertamente, Boecio…
En 1845 la Misa se publica entera por primera vez y se cree que el Credo, Hossana, Benedictus, Agnus Dei y Dona Nobis Pacem nunca los escuchó en vida el compositor.
Esta misa tiene «la dimensión espiritual y estética de la obra y su perfecto equilibrio entre virtuosismo, emoción, pureza y elocuencia alcanzan unos niveles de lenguaje musical extremos que la sitúan en la dimensión más elevada y más universal jamás alcanzada por el hombre. Esta obra resume el saber de toda una vida en la que el pasado (stile antico) y el presente (barocco y galante) se combinan para permitirnos entrever el futuro de un lenguaje musical verdaderamente universal y trascendente» (Jordi Savall).
Parodiando el nombre de Bach (“arroyo” en alemán) dijo Beethoven que se tendría que haber llamado «Mar» en lugar de arroyo… y concretamente, esta Misa es «la obra de arte musical más extraordinaria de todos los tiempos y de todos los pueblos», escribió el editor Nágeli al anunciar su publicación en 1818. Opina que es el credo su momento culmen: «ejemplo eterno de cómo alcanzar el más distintivo despertar de la fuerza de la fe mediante la fuerza milagrosa del arte».
Y esta fe, como se ha dicho también, va unida al consuelo. Al pensar esa interpretación, me decía un amigo que quizá por eso le gustaban tanto los llamados “conciertos de Brandemburg”, su tono alegre. Pero son muchas las obras que tocan la fibra, que dan consuelo: la cantata “bajo las estrellas” es un ejemplo de ello (BWV 1068).
Sin duda, esos buenos sentimientos tienen una raíz religiosa, y se consiguen con una empatía que relaciona su fe personal con su obra, y la obra con su vida personal. Se ha dicho que Bach es un hombre sencillamente fiel a su experiencia religiosa . Sus más de veinte hijos, sus logros profesionales serán ocasión de experimentar la cercanía de Dios. Incluso, su segunda esposa recordará cómo el maestro compuso entre lágrimas cierto pasaje de la Pasión según San Mateo en que se narra la muerte de Cristo en la cruz, conmovido. Vive su amor a Jesús, y deja el empleo en alguna corte a cambio de poder escribir música religiosa en Leipzig. La paz y sencillez serán características de sus obras.
viernes, 15 de diciembre de 2023
Segunda etapa del duelo: ira y explosión dolorosa
La furia tiene como función anclarnos a la realidad, traernos de la situación catastrófica de la regresión y prepararnos para lo que sigue | |||
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Cuando se consigue traspasar la primera etapa de incredulidad, no tenemos más remedio que conectarnos con el agudo dolor del darnos cuenta. Y el dolor de la muerte de un ser querido en esta etapa es como si nos alcanzara un rayo. Después de todos nuestros intentos para ignorar la situación, de pronto nos invade toda la conciencia junta de que esa persona murió, la hemos perdido. Y entonces la situación nos invade, nos desborda, nos tapa, de repente un golpe emocional tan grande desemboca en una brusca explosión. Esta explosión dolorosa es la segunda etapa del duelo normal. Es la etapa de la regresión y pataleos como si fuéramos niños. No encontramos las palabras oportunas, decimos cosas que quizá no tengan mucho sentido, estamos instalados en estado continuo de explosión emocional. Clive Staples Lewis (Belfast 1898-Oxford 1963), profesor de Oxford y Cambridge, escritor de casi todas las temáticas posibles y un buen apologeta, sufre en su carne el zarpazo del sufrimiento: la muerte de su esposa, y decía que la muerte de los amigos le desnudaba como un árbol que pierde hojas, pero que la pérdida de su amada fue algo mucho peor, que fue el hacha que cayó sobre la base del árbol, hiriéndolo en su raíz, a fondo, en la profundidad de su alma. En el libro Una pena observada, cuenta como perdió a su mujer y quiso anotar en un cuaderno sus propias reacciones, y observar las primeras reacciones de desconcierto, rabia, protesta airada, y las sucesivas, hasta el final, cuando el ser querido vuelve al fin como apacible y amorosa compañía invisible. ¿Qué experimenta el hombre ante el dolor, qué piensa en su conciencia? C. S. Lewis había escrito 20 años antes el ensayo El problema del dolor, en un esfuerzo intelectual por esclarecer este misterio. Pero cuando lo experimentó en su piel, todo fue distinto, ya no era algo enigmático sino sufrido, y el diario que redactó a raíz de la muerte de su esposa Joy Davidman proclama este lamento sufriente: «Cada día no sólo vivo en pena, sino pensando lo que es vivir en pena». No sirve ninguna estrategia para que el dolor no duela. Lo único que está en sus manos es tratar de dar sentido al dolor que necesariamente ha de ser padecido. Los primeros días, hay rebeldía: tambalean las convicciones religiosas más profundas: "sentimientos, sentimientos, sentimientos. Vamos a ver si en vez de tanto sentir puedo pensar un poco... yo sabía que estas cosas, y otras de peores, ocurren a diario. Y habría jurado que contaba con ello. Me habían advertido –y yo mismo estaba sobre aviso- que no contara con la felicidad terrenal. Incluso ella y yo nos habíamos prometido sufrimientos… Claro, que es diferente cuando una cosa así le pasa a uno y no a los demás, cuando pasa en realidad, no a través de la imaginación”. Es un replantearse todo desde la presente situación: “Sí, pero a pesar de todo, ¿puede suponer una diferencia tan enorme para un hombre en sus cabales? No. Ni tampoco para un hombre cuya fe no fuera de pacotilla y al que de verdad le importaran los sufrimientos ajenos. La cuestión está bien clara. Si me han derribado su casa de un manotazo es porque era un castillo de naipes, y yo no lo sabía”. La sensación de pequeñez y desnudez es total: “La fe que ‘contaba’ con todas estas cosas no era fe, sino simplemente imaginación… si a mí me hubieran importado –como creí que me importaban- las tribulaciones de la gente, no me habría sentido tan disminuido cuando llegó la hora de mi propia tribulación. Se trataba de una fe imaginaria jugando con fichas inocuas donde se leía ‘enfermedad’, ‘dolor’, ‘muerte’ y ‘soledad’. Me parecía que tenía confianza en la cuerda hasta que me importó realmente el hecho de que me sujetara o no. Ahora que me importa, me doy cuenta de que no la tenía…” y entonces es una prueba de fe: “es muy fácil decir que confías en la solidez y fuerza de una cuerda cuando la estás usando simplemente para atar una caja. Pero imagínate que te ves obligado a agarrarte a esa cuerda suspendido sobre un precipicio…”. A propósito del ejemplo de la cuerda, pienso en alguna ascensión de escalada artificial, en la que me he visto colgado de la cuerda en un momento de descanso, sólo de una cuerda, y ese pensamiento de que estoy pendiente de un hilo ha venido a mi cabeza repentinamente. El pensamiento de la muerte convierte a Dios en un presupuesto necesario, deja de ser una hipótesis innecesaria cuando no pienso en teoría sino en “mi muerte”. Luego, con los días y semanas, va abriéndose una luz en la noche; sigue Lewis: “conviene entenderlo a derechas. Dios no ha estado ensayando un experimento sobre mi fe o mi amor con vistas a poner en claro su calidad. Esta calidad ya la conocía Él. Era yo quien no la conocía... Él siempre supo que mi templo era un castillo de naipes. Su única manera de metérmelo en la cabeza era desbaratarlo”. (Sus palabras reflejan el estado en que uno está dolido y se plantea el “por qué”, por eso piensa entonces que Dios quiere “desbaratar” nuestros planes). Es la hora de la verdad, ensayada y preparada en el tiempo, en el ejercicio de pequeñas cosas: “los jugadores de bridge me dicen que tiene que haber algún dinero circulando en juego porque si no ‘la gente no se lo toma en serio’. Parece que esto también es algo así. Se puede apostar por Dios o por la negación de Dios… depende de lo que se haya expuesto en el envite el que éste sea serio o no lo sea. Y nunca se entera uno de lo serio que era hasta que las apuestas se disparan a una altura horrible; hasta que se da uno cuenta de que no está jugando con fichas o con calderilla, sino que lo que está en juego es hasta el último penique que puede llegar a adquirirse en el mundo”. Es la hora de la prueba real… experimenta el dolor como miedo, como tedio y también como rebeldía frente a Dios. El sufrimiento ha convertido su vida en un «callejón angosto» y en un sinsentido. El dolor tiñe la vida con una sensación de permanente provisionalidad: “Antes nunca llegaba a tiempo para nada, ahora no hay nada más que tiempo, tiempo en estado casi puro, una vacía continuidad”. Hay sensación de egoísmo, y que eso es “justo lo que no debe ser… Me he quedado horrorizado. Por la forma en que he venido hablando, cualquiera tendría derecho a pensar que lo que más me importa de la muerte de H. son sus efectos sobre mí mismo”. La realidad queda deformada cuando se observa así, el sentimiento la ve como el palo metido en el agua que aparece torcido, algo sin sentido. Puede ser muy duro, como expresaba santa Isabel de Hungría a la muerte de su esposo: “¡oh Señor, mi Dios!, ¡Dios mío, ahora el mundo entero ha muerto para mí, el mundo y todo su contenido de felicidad!” Es la locura de la fase de tristeza. Ese camino de ir viendo bien la realidad, con mirada de fe, lleva su recorrido, y ese tiempo de rabia es necesario para ir dando esos pasos: "para que ese proceso llegue a su término hace falta tiempo y a veces ayuda. Recuerdo que mi abuela decía: 'cuando perdí mi costat...'. El marido, la pareja, era en vieja expresión popular el costado, y cuando el costado, el apoyo, la compañía falta se nota el hueco, el vacío" (Lorenzo Gomis). Y es que "la muerte es el termómetro del amor". Sobre todo nos impactan las experiencias de la muerte de los demás, entonces tomamos en un sentido nuevo, más auténtico, de la muerte. Jorge Bucay ve que después de tener conciencia de lo que pasó, viene la etapa de la furia: “Ya he llorado. Ya he gritado… ahora toca enfadarme”. ¿Con quién nos enfadamos? Depende... A veces nos enojamos con aquellos que consideramos responsables de la muerte: los médicos que no lo salvaron, el tipo que manejaba el camión con el que chocó, el piloto del avión que se cayó, la compañía aérea, el señor que le vendió el departamento que se incendió, la máquina que se rompió, el ascensor que se cayó, etc., etc. Nos enojamos con todos para poder pensar que tiene que haber alguien a quien responsabilizar de todo esto. O nos enojamos con Dios. Si no encontramos a nadie y aún encontrándolo nos ponemos furiosos con Dios y empezamos a cuestionarlo. O quizás nos enojamos con la vida, con la circunstancia, con el destino. Y arremetemos contra la vida que nos arrebata al ser querido. Lo cierto es que con Dios, con la vida, con uno mismo, con el otro, con el más allá, con alguien, siempre hay un momento en el que conectamos con la furia. Ahora con este y después con el otro. O no. En lugar de eso o además de eso nos enojamos con el que murió. Nos ponemos furiosos porque nos abandonó, porque se fue, porque no está, porque nos dejó justo ahora, porque se muere en el momento que no era el adecuado (“¡mira que morirse justo ahora, qué mala jugada me ha hecho!”), porque no estábamos preparados, porque no queríamos, porque nos duele, porque nos molesta, porque nos fastidia, porque nos complica, porque, porque, sobre todo porque nos dejó solos de él, solos de ella. A veces si muere mi mamá, me enojo con mi papá porque sobrevivió. Me enojo con el hermano mayor de mi padre, porque él vive y mi papá se murió. Sea con las circunstancias, sea con Dios, con la religión, con el vecino, sea con el que no tiene nada que ver o con quien sea, me enojo. Me enojo con cualquiera a quien pueda culpar de mi sensación de ser abandonado. No importa si es razonable o no, el hecho es que me enojo. Pero, ¿cómo puedo hacer eso? En el fondo, sé que los otros no son culpables de esto que los acuso. Lo que pasa es que la furia tiene una función, como la tiene el sangrado... Esta furia está allí para producir algunas cosas, como la sangre sale para permitir el proceso que sigue. También podemos enfadarnos con nosotros mismos y lo que queríamos haberle dicho: que le queremos, o arreglar un asunto pendiente, o la pregunta de “qué más podía haber hecho por él”. Sensación de culpa, en definitiva. Es muy frecuente enfadarse porque había un hospital mejor donde llevarlo, una cura mejor para hacerle en aquel momento, podía haber puesto esos otros medios que hubieran sido más útiles… y claro, la culpa se puede echar a los médicos, que fallaron y “por eso murió”. En ese mundo de los sentimientos, la ira aparece cuando ya somos capaces de sobrevivir a la pérdida, y nos sorprendemos de ello. Y a su vez dará paso a otros sentimientos, como la tristeza, soledad, pánico y otros tipos de dolor. La ira es así un proceso sanador (mientras no dure demasiado), que da paso a otros momentos… para ir más a fondo. La tristeza todavía no va a aparecer porque el cuerpo se está preparando para soportarla. La furia tiene como función anclarnos a la realidad, traernos de la situación catastrófica de la regresión y prepararnos para lo que sigue; tiene como función terminar con el desborde de la etapa anterior pero también intentar protegernos, por un tiempo más, del dolor de la tristeza que nos espera. Para que pare la sangre habrá que taponar la herida con algo. Algo que sea justamente el resultado del sangrar. Porque si el paciente siguiera sangrando se moriría. Si el paciente siguiera furioso se moriría agotado, destrozado por la furia. En el proceso natural de la elaboración de un duelo aparece tarde o temprano una etapa de la culpa. Hay algo que hemos hecho mal, y hay como una necesidad de ofrecer un sacrificio, algo para arreglarlo, una “negociación”. |
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