En la vida todo es aprendizaje, y lo mejor está por llegar…

jueves, 11 de marzo de 2010

Juicio moral sobre el autoerotismo


Juicio moral sobre el autoerotismo
“Las primeras experiencias sexuales en sentido estricto suelen revestir en la mayoría de los adolescentes la forma del autoerotismo o, con otro nombre, masturbación o sexualidad solitaria. Tampoco es raro que se verifique entre adultos, especialmente si, por cualquier motivo, se ven privados de relaciones sexuales completas. Las desviaciones afectivas y algunas situaciones neuróticas provocan frecuentes manifetaciones autoeróticas, que a veces alcanzan un carácter constrictivo claramente psicopático. Por el contrario, la medicina actual parece de acuerdo en afirmar que la masturbación por sí misma no causa ningún estado físico de tipo patológico, salvo, en caso que sea excesivamente frecuente, una cierta fatiga nerviosa… El juicio negativo sobre el autoerotismo, que es tradicional en la teología católica, tiene su fundamento más sólido en el carácter imperfecto e insatisfactorio de la sexualidad solitaria. La sexualidad humana, además del fin biológico de la reproducción, tiene en el plano psicológico un carácter esencial de expresión del amor”. M. Benzo estudió en un documento que ahora ha sido editado por la Congregación de la Fe este tema, y añade que mientras que el adolescente quiere sexo el maduro “aprende que es mucho más importante y decisivo todavía superar la soledad humana y, para ello, encontrar afectos verdaderos y profundos. Para ello, la relación sexual no es más que un camino entre otros… es uno de los lenguajes del amor y que… si la expresión es importante, todavía lo es más lo que se transmite con el lenguaje. Ciertamente, la elevación del instinto al plano del lenguaje es un proceso duro y difícil, porque el instinto tiene una dinámica biológica propia. Sin embargo, es sólo a nivel de comunicación donde la sexualidad alcanza su significado y su plenitud”.
El plano de unión física va unido al afectivo, la unión físico-psíquica hace que una cosa sin la otra, “sin participar en su vida psíquica, sin interesarse en ella, sin compartir sus penas y sus alegrías, supone una división artificial del ser humano, una falsificación, una mentira”. En la sexualidad se da también una dimensión interna, todas las dimensiones de la persona están implicadas, y en la experiencia sexual hay placer también para el otro, y tiene estructura de donación, entrega, regalo símbolo de amor. Por eso la “sexualidad sin amor es profundamente insatisfactoria” (como dice la canción, “el sexo sin amor te hace sentir peor”), dentro del misterio que comentamos y que es de difícil explicar. También porque el amor tienen varias “capas”: goce (si sólo hay éste, es “una forma de narcisismo, en la que sólo cuenta el propio yo). El amor de posesión, que quiere apropiarse del otro, del que tanto habló Sartre, es “poseerlo en cuanto ser libre, o, con otras palabras, obtener la seguridad de que la persona amada me elige siempre como fundamento de su vida. Si el otro queda atrapado en esa relación de modo que pierde su libertad, su posesión deja de ser deseable”. Queda el “amor de identidad”, su fin es la solidaridad, “descubrir que el otro es también un yo y, por tanto, sentir como propio lo que le sea favorable o desfavorable, riendo cuando ríe y llorando cuando llora. Identificarse con sus deseos, sus temores, sus esperanzas y sus deberes… no es una relación estática, sino dinámica; algo que debe reemprenderse cada día. La sexualidad adecuada a este tipo de amor no busca, antes de nada, ni el placer ni el dominio, sino la intimidad psico-física, la participación en el ser del otro, la sinceridad plena, la donación completa. Se trata de la sexualidad que corresponde al ideal cristiano del amor.
Llucià Pou Sabaté

lunes, 1 de marzo de 2010

Infidelidad en el matrimonio


 Infidelidad en elmatrimonio. Qué duro es olvidar una infidelidad”, he oído decir a distintas personas, llorando porque hacía uno, dos, más años que le pedía a Dios que le hiciera olvidar esta terrible experiencia de sentir “la traición”. Sensación de tristeza, desconcierto porque sucedió con la persona menos esperada, y desde entonces ya nada es igual: “ya no siento lo mismo que antes”. Hay melancolía, pues “la herida” tarda en cerrar, y el dolor puede hacerse insoportable hasta poder decir: “a veces  mi cabeza va a estallar”... entonces, se piensa en la separación para huir de esa situación.

Todo esto lo trata la película “Infiel” (Trolösa) tiene por directora Liv Ullmann, y por guionista Ingmar Bergman, los que en otro tiempo fueron director y musa, además de compañera sentimental. Ahora es ella quien dirige un drama por el que los dos han pasado, ella directora y él ahora guionista. No se juega ahí con ser “modernos” y decir que hay que ser “auténticos” en una relación y “encontrarse a sí mismo”: se va al fondo de la cuestión, hasta llegar a las víctimas del crimen: la revolución sexual es ya historia. En el cine comercial, como dice “Bloggermania.com”en la crítica de este film, se ve “una visión trivial de la infidelidad, que poco tiene que ver con la vida real”. Ahí se notan los cineastas de categoría, al abordar con expresión artística el adulterio y sus consecuencias sin ningún barniz acaramelado.



“Infiel” comienza con el relato de un escritor (Erlend Josephson, que representa a Bergman) solitario, en su casa juntoal mar, que recuerda una mujer (Lena Endre). Ella aparece y responde a sus preguntas, que se van convirtiendo en el relato de su vida... un matrimonio que se resquebraja, por culpa del amigo íntimo del marido. La infidelidad será la causa de la infelicidad de todos, especialmente de la hija... (recordemos que Liv y Ingmar tuvieron una hija). Según lapropia Ullmann es un "drama psicológico durísimo y muy oscuro... su historia es mi historia, y también la de Bergman... es la historia de todos nosotros, de todos ustedes, porque creo que la película habla de asuntos universales".

Efectivamente, la realidad del adulterio y sus terribles consecuencias son una plaga hoy día, y se plantean cosas tremendas como el resentimiento: "Creo en el perdón, porque toda mi vida he pensado que si no somos capaces de perdonar al otro, por ejemplo a la pareja infiel, la vida no avanza, todo se estanca, será imposible ser feliz de nuevo", sigue diciendo Ullmann.

Se plantean problemas interesantes. Uno de ellos es la irresponsabilidad, que destroza unas vidas por dejarse llevar por la sensualidad, por buscar una “historia más excitante” que la vida ordinaria. La irresponsabilidad viene muchas veces por una excesiva seguridad, y no cuidar las ocasiones previsibles, como dice Cervantes: "que es de vidrio la mujer pero no debes probar si se puede o no quebrar que todo podría ser", y lo mismo se puede decir del hombre pues en esto también hay bastante igualdad.

Ante un bien tan sagrado como es el matrimonio, la infidelidad aparece con falsas razones: “no causa ningún mal si hay ignorancia, si el engaño no se llega a saber”... Parece que no pasa nada, pero entonces ya “ha pasado mucho”. A eso se llama banalidad, que es una de las caras del mal. Poco a poco, imperceptiblemente se va desmoronando todo, el egoísmo va minando el amor hasta convertirlo en odio y venganza, una pasión que ciega y lleva a la crueldad, destroza todo, como dice el comienzo del film: “No hay ningún fracaso, ni la enfermedad, ni la ruina profesional o económica, que tenga un eco tan cruel y profundo en el subconsciente, como un divorcio. Penetra hasta el núcleo de la angustia, resucitándola. La herida provocada es más profunda que toda una vida” (Botho Strauss). Podría matizarse esta afirmación, pero nos lleva a tomar conciencia de que la ruptura nunca puede ser considerada como un bien en sí misma, ni como la primera opción ante los problemas conyugales. En aquellos casos en que, tras mucho sopesar y recibir consejo autorizado, se vea como el mal menor, siempre será algo que cause mucho sufrimiento.



 

Ullmann ve que en un mundo de engaño y falta de verdad, “la deslealtad es un modo de vida que cada vez adoptan más personas. Los principios morales simplemente desaparecen. Hombres y mujeres deciden jugar a un juego de adultos: amémonos al límite, seamos felices juntos, olvidémonos de juzgar qué es bueno y qué es malo. Pero súbitamente todo se desmorona. Viene la tragedia.

Todos son infieles entre sí... la víctima resulta ser la niña, la personita que ha sido utilizada en el juego de los adultos, sentada en medio de un carrusel emocional, sin entender cuál es su verdadero papel en la historia”. Esta lucidez choca con los comentarios engañosos que oímos: “no voy a dejar de ser feliz por culpa de los niños...” Sigue Liv con su análisis: "En este nuevo milenio que estrenamos, la deslealtad es un modo de vida que cada vez adoptan más personas”... al final, la muerte. Esta es la parte más negativa de Bergman y de sus películas: en el film aparece un “determinismo”, aporta un análisis psicológico de gran calidad, los problemas del hombre, pero no la dirección en la que se encuentran las soluciones, por eso tiene un punto de amargado en su lucidez cerrada a la trascendencia.



 

En realidad, la vida no es así: no somos “inamovibles”, siempre hay la posibilidad de recomenzar, hay voluntad de poder querer: esto es la libertad. La felicidad pasa por aceptar las personas como son, eso es querer. ¿Y qué pasa cuando el cónyuge es infiel? Hay motivos para separarse de él, si se quiere: pero es la última solución. Hay derecho a la ruptura, pero quien tiene fe –y todos podemos pedirla- ve en la desgracia una Cruz, un camino de encuentro con Jesús, de ser feliz.

Muchas separaciones son precipitadas, se dice "me he liberado" -tanto ellas como ellos-, y luego es peor porque la liberación no viene de huir de las dificultades, la auténtica libertad viene de asumir compromisos y en definitiva de la fidelidad. La felicidad está en darse en un compromiso de amor. Quizá sea el momento de descubrir qué es el verdadero amor, que exige de cada cónyuge que asuma y responda realmente a su vocación. Quizá sea el momento de profundizar en las raíces de la herida que la vida conyugal ha sufrido, para pedir a Dios que sane y alimente cada vez más el vínculo indisoluble que Él unió sacramentalmente.

Llucià Pou Sabaté

 




 

Sentido de la vida y crisis existencial en los jóvenes

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