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jueves, 22 de febrero de 2024

Las dificultades que tenemos son las que precisamos para nuestro aprendizaje

 Las dificultades que tenemos son las que precisamos para nuestro aprendizaje

En lugar de lamentarnos y de huir de nuestra cruz, podemos convertir las dificultades en oportunidades.


Por: Llucià Pou Sabaté | Fuente: Catholic.net



A menudo pensamos que lo que hemos pasado es lo más duro, y miramos a los demás con cierta envidia de que tienen la vida más fácil. Nos gustaría que cambiaran cosas de lo que nos rodea: haber tenido unos padres más amorosos, una mejor relación de pareja, un trabajo más gratificante… que cambien las circunstancias, en lugar de cambiar nosotros. Pensamos que cuando cambie lo de fuera, entonces, todo irá mejor. Pero en realidad lo de fuera no nos hace mejores, sino cambiar nuestro corazón, purificarnos de un ego excesivo, que provoca tristeza, falta de esperanza. Jesús nos habla de eso, y nos anima a purificar la intención: «Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios» (Mt 5, 8). Nos invita a dirigir nuestra vida con una mirada iluminada por la fe y la esperanza, unos ojos nuevos que nos permiten ver que más allá de lo que no nos gusta, Dios transforma todo para que evolucionemos en el amor, que es para lo que hemos venido a este mundo.

Leo un relato de Mamerto Menapace (de su libro Cuentos Rodados) en el que habla de uno que se quejaba de tener una cruz muy grande que soportar, y escuchó una voz divina que le decía en sueños:

- Parece que no estás conforme con lo que te he destinado. Así que te dejo que elijas la cruz que tendrás que llevar, la que más te guste, pero escoge una pues sin dificultades no vas a crecer espiritualmente.

El hombre vio que había muchísimas cruces, de todos los tamaños, pesos y formas, de hierro, de madera, de plástico, y fue buscando cuál le gustaba más. Primero vio alguna pequeña pero pensó que si su crecimiento espiritual dependería de su cruz, no le convenía tomar algo tan liviano. Al ver las grandes, se desanimó pensando que no las soportaría. Y tomó una mediana que pensaba a su medida. La probó como un nazareno de la semana santa andaluza, estaba bien cepillada y se acomodaba al hombro. Pensó en agradar a Dios, y dijo que tomaba aquella. Dios le dijo que precisamente aquella era la suya, tenía sus iniciales, la llevaba en su vida hasta ese momento en que pudo cambiar.

Y en ese momento el hombre despertó. Y pensó que en algunas ocasiones estamos tan obnubilados por lo que no funciona, por lo que nos parece que debería ser diferente, que olvidamos lo positivo, que aquella cruz es la que nos permite crecer en nuestra vida espiritual, pues en la vida nos sirven más las cosas que no van, que nos cuestan, que las que van sin esfuerzo. Saber eso es de gran provecho para nuestro crecimiento. Lo que pasa es que nos falta visión de conjunto, nos falta perspectiva, saber que «el amor de Dios saca provecho de todo, del bien y del mal que se encuentra en mí» (Santa Teresa de Lisieux).

En lugar de lamentarnos y de huir de nuestra cruz, podemos convertir las dificultades en oportunidades, aceptar eso como un reto para crecer en la virtud que sea: humildad, confianza en Dios, paz... en definitiva aprender a amar.

Esto no quiere decir que no luchemos para conseguir lo que necesitemos, sea dinero y salud, desarrollar nuestras capacidades, pero sin preocuparnos, pues todo esos nos permite crecer.



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