Toros, sí; toros, no

Que el toro está presente en nuestra cultura desde tiempos remotos, nadie puede dudarlo. Lo proclaman la historia, el arte, la poesía, la religión, las fiestas. (foto del friso de Knossos) Los frisos cretenses del palacio de Knossos (s. XV a. C.), ofrecen juegos acrobáticos en los que compiten hombres y mujeres que se agarran a los cuernos de robustos toros y saltan por encima de sus lomos. (Foto del rapto de Europa. Pintura pompeyana) Nuestro viejo continente nació por la llegada de una joven fenicia, la hermosa Europa, a cuya belleza no pudo resistirse el poderoso Zeus que transformado en un toro, la sedujo conduciéndola hasta Creta. El rey Minos fue su hijo. Quiso que su esposa fuera fecundada por un bellísimo toro blanco y el hijo, mitad toro, mitad hombre, el Minotauro, tuvo que ser encerrado en un laberinto y alimentado con jóvenes atenienses, hasta que Teseo logró matarlo. Las pinturas prehistóricas de Altamira reproducen animales que fueron sin duda los antepasados ...