En la vida todo es aprendizaje, y lo mejor está por llegar…
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jueves, 8 de septiembre de 2011

VIVIR Y MORIR CON DIGNIDAD 1

VIVIR Y MORIR CON DIGNIDAD 
Pienso que podríamos hablar de estos puntos: 1) la muerte y la dignidad de la persona; eutanasia, 2) la clave de vivir y morir con dignidad, 3) por una cultura a favor del amor (la gente quiere paz, seguridad, tomarnos al amor, y eso es todo) 
  
1. Morir con dignidad 
a) Es un hecho que moriremos. El caer de las hojas en otoño nos recuerda la muerte, pero prefiero pensar en el cambio de un gusano en mariposa, la metamorfosis, pienso que se ha hablado demasiado de que esto es sólo de paso, y que hay que vivir con plenitud (presentación 1. http://www.slideshare.net/llucia/0-introducci-la-vida-es-con-msica). Quizás ha habido un pensar demasiado el más allá, por parte de los cristianos. Pero es peor el no pensar en ello, con miedo, por parte de la cultura racionalista. Aquí podemos explicar la historia del barquero que pasa por el río, y que no sabe nadar (http://es.catholic.net/aprendeaorar/32/249/articulo.php?id=2442): hay que conocer lo esencial de la vida. Como decía Gertrud, la protagonista de la película de Dreyer, en la vida hay dos palabras importantes: amor y muerte. Y el sentido del dolor, como decía "Héroes del silencio", el megáfono que tiene Dios para la escuchamos, decía "Tierras de penumbra" (basado en Lewis). 
Le decía a uno que se le había muerto un hermano: "cuando te cueste sobreponerte, tienes que hacer aquello que te cuesta por ti y por él" ... lo vi en una película también. 
Y en "El Rey león" cuando el hijo le pregunta si estarán siempre juntos, el padre le dice: "allá en las estrellas están los reyes que nos miran... Cuando yo ya no esté aquí, estaré allí… estaré mirándote, no te dejaré”...
"Hay gente que no piensa en el término de nuestra vida, como la gente de la novela "La Montaña mágica" de Thomas Mann. Tienen miedo, quizá al no poder resolver esa cuestión, prefieren no pensar… pero ¿no traumatiza más, esa solución?
b) La postura cristiana se puede resumir: "sin miedo a la vida y sin miedo a la muerte" (J. Escrivá). Hace unos días he estado en un entierro. En el cementerio, los niños estaban mirando, alguno de los mayores tenían miedo, ellos no. "¿Dónde está mamá?... ¿aquí?" Preguntaba una niña señalando la caja done estaba el cadáver de su madre... 
Meditar la muerte, no ser cobarde como en una película de Woody Allen, que se deprime por lo que podía haber pasado, cuando le hacen unas pruebas. 
Conocí un día a Alberto, un yuppie que dirigía una empresa italiana. Me contó que agradecía a San Josemaría Escrivá un favor, su curación del cuerpo y alma. Tuvo un peligroso cáncer de huesos en la pierna, que le impidió seguir trabajando, pensó que moriría, e ingresó en un hospital, en Marsella, un lugar especializado en este tipo de terapia. Allí una enfermera fue para él un ángel, le ayudó a llevar la enfermedad, y comenzó a ser feliz, lo que no había sido en medio de la abundancia en la que vivía antes. El día de la unción de los enfermos fue una fiesta. Rezó por su curación a San Josemaría, pero aceptaba la voluntad de Dios fuera lo que fuera. Se curó. A pesar de no tener fuerza en las piernas, pudo volver a vivir vida normal, con su familia, su trabajo, sus amigos, pero de una manera nueva, viendo todo como un don, la vida como una gracia, una ocasión de ayudar a los demás; pudo en aquel entonces asistir a la beatificación de Josemaría Escrivá, en 1992, en la plaza de S. Pedro, y estuvo de pie. Poco a poco dejó de venir a verme… Meses más tarde, volvió, y se planteaba una cuestión curiosa. Metido de nuevo en el mundo laboral, vino a pensar que envidiaba la felicidad de aquellos meses en el hospital, cuando a través del sufrimiento encontró a Jesús. El ruido del mundo parecía libertad, pero en realidad lo esclavizaba, la auténtica libertad la descubrió junto al dolor, que le hizo profundizar en un sentido de vivir más auténtico. A partir de un pronóstico de muerte por cáncer fue mejorando espiritualmente, con la alegría de acercarse a Dios, luego, cuando volvió al ajetreo diario-pues se curó-, dijo que se encontraba otra vez esclavo del trabajo y la prisa del mundo, que enfermo estaba mejor, la proximidad de la muerte le había hecho ver las cosas importantes…
Sólo vale lo que se hace de cara a Dios…, dentro de ese Amor que nos da y que es clave para la vida. Gran paradoja, la cruz: «Spatium vere penitentiae", decía S.Pablo: tiempo de penitencia que nos haría pensar largo y tendido en este misterio: ¿penitencia? ¿para qué? ¿por qué? Y esto nos llevaría a ser Cristo, hijos de Dios…
También dijo S. Pablo: «quotidie morior», cada día muero (1 Cor 15, 31)... Los griegos tenían dos palabras, a) Cronos (que pasa y se come los hijos), y el "cronómetro" se come todo: juventud, esperanzas mundanas dinero, y eso lleva a la desesperación, b) "kairós" es el tiempo oportuno, el momento mágico que vivimos en cada instante, "carpe diem" cristiano. 
Llucià Pou Sabaté

lunes, 24 de enero de 2011

Consecuencias del aborto para los niños y la familia

“La violencia engendra violencia”, reza el adagio. Un niño de 8 años estaba disgustado por un accidente mortal, y en clase de religión intentaron consolarlo. Él respondió: “si Adán y Eva no hubieran comido aquella manzana, las cosas malas no pasarían. ¡La explosión de ayer no hubiera ocurrido! Cuando yo crezca, voy a hacer una máquina del tiempo y mataré a Adán y Eva”. El aborto es un crimen que pesa sobre toda la familia. E. Joanne Angelo (Tufts University School of Medicine, Boston) explica la perspectiva clínica del aborto, donde se ven las consecuencias psicológicas de esos traumas, las muchas caras del dolor del postaborto en las mujeres, los hombres y los niños no están a menudo reconocidas o están mal diagnosticadas. Suele ser –después de un aborto voluntario- un dolor “singularmente profundo porque está considerablemente oculto”. Como no hay funeral, parece que no hay duelo. “Los arrebatos de emociones inesperadas –dolor, vacío, culpa, depresión, desesperación y pensamientos suicidas- pueden inundar su conciencia en la fecha en que el niño cumpliría años, en el aniversario anual del aborto, en el día de la Madre o del Padre, Navidad, en el nacimiento de otro bebé, en el momento de otra muerte en la familia, viendo a un niño que tenga la edad del suyo o un bebé en un anuncio de la televisión”. Y los mismos sonidos y recuerdos que le evocan al niño serán motivo de continuo sufrimiento, son los espectros que se llevan dentro, y si no se confían a la pareja, ésta “nunca podrá entender sus cambios de humor, su dificultad para la intimidad, sus relaciones ambivalentes con los niños subsiguientes” o las pastillas y dificultades para poder dormir. Esto vale también para los hombres, “el sentimiento de vacío puede durar toda una vida, porque los padres son para siempre padres, incluso de un niño muerto” (Vicent Rue).




Pero el peso es muy fuerte para los hijos, de antes y después. A un niño de 5 años se le dice “mamá tiene un bebé en su vientre. El bebé puede no estar bien. Mamá y papá van a ver al doctor. Si el bebé no está bien, el doctor va a devolver al bebé a Dios”. El niño que escucha esto se queda ya inquieto, ya no está seguro del amor incondicional de sus padres, ha percibido algo, y esto le llevará a mentir y ocultar cualquier problema a partir de entonces, por el miedo de la pérdida de la estima que necesita de ellos para la supervivencia. Esta intuición es tan poco previsible, como la premonición del caso que sigue: “Cuando tenía cuatro años decidí de repente que no quería ya jugar con las muñecas. Quería un bebé real. Un día cogí mi muñeca y, aunque parezca extraño, la enterré al fondo del jardín. Sólo unos años más tarde comprendí que mi madre había abortado cuando yo tenía cuatro años. Ahora veo que, para proteger la imagen que tenía de mi madre como un ser inocente, intenté hacerme responsable del aborto de mi madre. He estado llevando la culpa toda mi vida y he padecido terriblemente”.



Gracias a Dios, cuando se invita a esas víctimas a contar sus historias en un clima de compasión y se les presenta la misericordia amorosa de Dios, se puede aliviar su carga y curar su dolor, como el río del profeta: “allí donde penetra esta agua lo sana todo, y la vida prospera en todas partes donde llega el torrente… producirán frutos nuevos, porque esta agua viene del santuario. Sus frutos servirán de alimento y sus hojas, de medicina”. Llucià Pou Sabaté

Sobre la guerra de Gaza y otros textos

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