En la vida todo es aprendizaje, y lo mejor está por llegar…
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lunes, 13 de mayo de 2024

El conocimiento del amor

 


El conocimiento del amor

De cómo el relato, con el tratamiento del afecto y las emociones, es prioritario en la educación.
LLUCIÀ POU SABATÉLunes, 13 de mayo de 2024
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© fran_kie

Martha Nussbaum, en el capítulo “Emociones narrativas” de su libro El conocimiento del amor (‘Ensayos sobre filosofía y literatura’. Madrid, Mínimo Tránsito, 2005, orig. 1992) habla de la genealogía del amor según Beckett. Dice que las emociones son un constructo social, a diferencia de los sentimientos. Aprendemos las emociones no por conceptos, sino mediante relatos: son relatos sobre amor y odio y culpa. Y “si las emociones son construcciones, se pueden derribar” (p. 516). El relato construye las emociones, y las emociones forman parte principal de la vida, por lo que podemos aprender para la vida, y para enseñar filosofía contando con el relato para poder herir y crear esa motivación. Podemos aprender de las voces de Beckett, para ese proyecto.

Así por ejemplo “Moran escribe una historia cuyo objetivo es, progresivamente, la frustración de la emoción del lector, el desmantelamiento de las estructuras narrativas que representan las emociones y a la vez las evocan” (p. 518). Dirá también la “afirmación de Proust de que solo un texto que tenga una forma narrativa puede expresar y examinar ciertas verdades esenciales sobre la vida humana” (p. 519).

Las formas literarias provocan ciertos tipos específicos de actividad práctica en el lector que no pueden invocarse de ninguna otra forma. “Las emociones tienen un valioso papel informativo que representan dentro de la vida ética como formas de reconocimiento” (p. 520) y la emoción va unida a la ética. “Si la filosofía es una búsqueda de la sabiduría sobre nosotros mismos, la filosofía debe volverse hacia la literatura” (p. 520). Por tanto, una primera idea de su aplicación a la enseñanza filosófica es que hay una conexión entre narración y formas de emoción y elección humana. Y es una puerta de entrada a la conexión con el alumno en la enseñanza y aprendizaje de la filosofía, mediante la “habilidad de la narración para invocar la actividad emocional del lector” (p. 522).

Así pues, la emoción es una creencia: “La creencia es la base necesaria y el ‘cimiento’ de la emoción. Puede decirse incluso que es la parte constitutiva de la misma emoción” (p. 522). Ya lo ha dicho de algún modo Aristóteles: que la ira es sentimiento de dolor y de la creencia de que se me ha hecho un daño. Si estoy enfadado porque tengo la creencia de que me han engañado, y me doy cuenta de que la creencia es falsa, dejo de estar enfadado. Dice que la creencia es una parte de la emoción pero no suficiente para la emoción. Otros dicen que sí es (causa externa o integrante) suficiente para la emoción. La autora defiende la tesis del estoico Crisipo, el gran pensador de la emoción: “La emoción es en sí idéntica a la completa aceptación o reconocimiento de una creencia” (p. 523). El valor que damos a las cosas genera ira, miedo, amor, dolor… Si no da valor a esa influencia, no tiene vida emocional (estoicos). Y sí pienso que las emociones son negativas, entonces destruyo las creencias.

“Los relatos serán una fuente principal de la vida emocional de cualquier cultura” (p. 526) y así la vida emocional del niño se alimentan de ellos, amalgama algo confusa de ellos. “Los relatos construyen en primer lugar y después invocan (y refuerzan) la experiencia del sentir” (ibid.).

Las principales teorías cognitivas de la emoción tienen mucho en común: “Las emociones nos las enseña nuestra cultura desde nuestra más tierna infancia"

Las principales teorías cognitivas de la emoción tienen mucho en común: “Las emociones nos las enseña nuestra cultura desde nuestra más tierna infancia, en patrones de interacción entre el niño y los demás, entre los que se incluyen de formación predominante los padres y, posteriormente, una comunidad más amplia” (p. 527).

Las emociones son distintas según las sociedades (en la película El festín de Babette se ve como un pueblo danés sin emociones cambia por la intervención de una francesa llegada al pueblo). La emoción va ligada a un relato, a su aceptación. Si tengo emociones negativas será por culpa del relato, también inconsciente, y lecturas. Es una explicación constructivista social de los orígenes y naturaleza de la emoción.

Para la concepción de la emoción según el proyecto de la autora, no basta la forma descriptiva, es necesaria la narrativa. El relato, con su estructura expresiva, es fuente o paradigma de emociones. Así por ejemplo hubo un desplome de la estructura emocional al caer la estructura cristiana (con el puritanismo, basta ver las novelas como La edad de la inocencia de Edith Wharton).

Se cita el jardín de Epicuro, en el cual los discípulos aprendían, mediante una crítica paciente y terapéutica de las emociones que la sociedad les había enseñado, a vivir una vida libre de temor y del anhelo religioso, así como del amor que se basa en estos” (p. 544). Este autor se trasladó a vivir con sus amigos en una casa de campo y tener ese placer supremo de vivir con los amigos. “La doctrina de Epicuro de que la raíz de la infelicidad se encuentra en nuestros deseos y emociones, de que estos malos deseos son construcciones sociales ‘vacías’, erigidas por la convención y capaces de ser desmanteladas por hábitos contrarios, es la doctrina sobre la emoción que se desarrolla en este libro en su conjunto” (ibid.).

Lucrecio nos habla también de que hay muchos deseos vacíos, sobre creencias sociales falsas: miedo y anhelo religioso por ejemplo… Nietzsche será aún más pesimista, su empeño será quitar la influencia religiosa, vivir sin temor (aunque dará lugar al nihilismo).

Lo recuperable de Beckett, según la autora y dirigido a la enseñanza de la filosofía, es que ésta debe dirigirse a la literatura, al relato, para completar su proyecto. Proust va mas allá: “La vida del artista, tal y como se contempla en la realización completa de la obra de arte, es la única vida vivida realmente al máximo, siendo las otras vidas, por contraste, rutinarias e incompletas desde el punto de vista de los sentidos” (p. 558).

viernes, 12 de abril de 2024

El amor hasta el final

 

El amor hasta el final

La libertad profunda, esa libertad tejida de alegría y seguridad, viene de la confianza en Dios


Llucià Pou Sabaté
Viernes, 12 de abril de 2024, 10:00 h (CET)

Leí hace tiempo de una niña llamada Liz. Sufría una extraña enfermedad; la única posibilidad de recuperarse era recibir una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, que había sobrevivido milagrosamente a esa extraña dolencia y que había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla. El doctor explicó la situación al hermanito, y le preguntó si estaría dispuesto a dar su sangre a la hermana. Él dudó un poco, y respondió "si, lo haré si esto salva a Liz". Cuando le hacían la transfusión, sonreía mientras veía recuperar el color de la cara a la hermanita querida. Entonces la cara del niño se puso pálida, y dejó de reír. Miró al doctor y le preguntó con voz temblorosa: "¿a qué hora empezaré a morirme?" Siendo sólo un niño, no había entendido al doctor. Había pensado que le daba toda la sangre a la hermana, y sin embargo lo había hecho. Eso sí que es amar.

   

Pienso que el contexto de sacrificio vicario que había hace dos milenios, las fuerzas atávicas del chivo expiatorio, la tradición de ofrecer el primogénito recogida en Abraham y tantos aspectos cultuales que giran en torno al sacrificio de Jesús, hoy no están en la cultura actual, en el contexto de nuestra evolución histórica. Pero permanece siempre el amor que es más fuerte que la muerte, el “amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Es un amor por encima de todo, que el personalismo ha recogido últimamente, mostrándonos nuestra capacidad de vivir en comunión con los demás, de que estamos como en construcción y nuestra completitud se alcanza con el don sincero de sí.

   

El sacrificio de la Cruz de Jesús que hemos celebrado en la pascua es la máxima expresión de ese amor. El dolor, los sufrimientos de todo el mundo, quedan allí representados: Jesús ha querido tumbarse sobre la cruz para dar un sentido a todo el dolor, más allá de la cultura actual de bienestar resuena su  última palabra de resurrección, que une la vida y el amor. Ya que él, después de sufrir, resucitó para que nosotros también resucitáramos.

   

Quizá no se entienda en el contexto cultural actual la gran verdad de que tanto nos amó Dios, que nos dio a su hijo único, para que quienes crean en él no mueran sino que tengan la vida eterna. Pero siempre será esa prueba grandiosa de amor en la que Dios sale a nuestro encuentro, asume nuestras culpas,  y  por la cruz nos rescata de todo mal. Siempre permanecerá ese amor con pasión. Ante este misterio de Jesús que pasa por la cruz (con los brazos abiertos, como para decirnos que no quiere cerrarlos, que está siempre esperándonos para acogernos con un abrazo), que resucita por nosotros, que se hace pan eucarístico, que nos da su Espíritu Santo, no puedo menos que inclinar mi pobre inteligencia que no entiende, pero que se abre a esa sabiduría y ese amor encarnado.

   

¿El ser humano necesitaba salvación? Sin duda, con frecuencia estamos atrapados en nuestras propias redes: “En-si-mismados. Y este ensimismamiento es una cárcel, una prisión; quedamos presos de nosotros mismos; y en nuestro calabozo aparecen sombras y fantasmas. Aparece el miedo. En ese estado no vivimos, nuestra libertad agoniza, como en una prisión. Pero nuestra alma se eleva por encima de todo esto, al abandonarse en esa fuerza de lo alto, está ya despreocupada; resuelta...

   

Ante el amor pascual, la paz que supera esta condición oscilante de la naturaleza, ya no nos asustamos ante la incertidumbre de la muerte, ni nos alarmamos por las inestabilidades de la vida, pues el poder total no está en las fuerzas atávicas oscuras, sino que nace en nosotros una luz, una libertad completa que nos libera de la encerrona del “yo” y nos abre al amor a los demás. La libertad profunda, esa libertad tejida de alegría y seguridad, viene de esa confianza en Dios, en abrirnos al poder de «su misericordia».

jueves, 11 de abril de 2024

La misericordia

 

La misericordia



Más allá de la Iglesia visible, hay una chispa divina en cada persona, en su conciencia, que le lleva a ir siempre más allá de lo que estamos viendo
Llucià Pou Sabaté
Miércoles, 10 de abril de 2024, 09:00 h (CET)

Este domingo II de Pascua es llamado de la “Divina misericordia”, y la verdad es que si de algo está necesitado el mundo es de misericordia. El papa Francisco lo ha recordado hace pocos años, haciendo propaganda del libro de Kasper. Es una palabra que viene de miseria y de corazón, sentir con nuestro corazón la miseria de los demás. Dios se pone en mi lugar, sufre por mis pecados en Jesús (Jn 3,16) y me salva.

   

Este domingo de la divina misericordia nos muestra Jesús resucitado que ilumina nuestra vida con un sentido nuevo. En él se cumplen las Escrituras como la de Jonás de estar tres días en la oscuridad de los muertos. Este paso que desde el Éxodo nos habla de purificación por el agua y el desierto y entrar en la tierra prometida, es nuestro bautismo que culmina en la Eucaristía donde participamos de la sangre del Señor. Todo ello este domingo de la Divina misericordia se expresa con dos rayos que manan del costado de Jesús: el agua y la sangre. El Bautismo, signo de la Pasión de Cristo, donde hemos sido muertos y sepultados con él para resucitar a una vida nueva; y el alimento de su vida, de su Espíritu, por el que podemos exclamar «¡Abba!, ¡Padre!» como hermanos de Cristo, identificados con él, para ser hijos de Dios.

   

En nuestra época de la posverdad, donde muchos piensan que somos solamente un puñado de células que va a desaparecer con la muerte, en medio de los anhelos de nuestro mundo veo que las promesas de Israel se cumplieron en Jesús, y más allá del contexto de aquella época, intuyo una palabra divina y una alianza que se cumple en Jesús de Nazaret, el Maestro: "Yo soy la resurrección y la vida" (Jn 11,25). La experiencia pascual transforma los corazones de los discípulos que pasan de ser torpes para lo espiritual, a enviados por el Espíritu Santo. Y ese mismo Espíritu de Jesús es albergado en cada uno de nuestros corazones, pues de algún modo Jesús se une a cada uno, en sus circunstancias, aunque muchos no lo sepan. No importa si somos todos un poco torpes, el Espíritu irá abriéndose camino. Esta es la misericordia de Dios, que estamos llamados a la eternidad, a un amor por siempre.

   

De este modo, Jesús sigue vivo en tantas personas que transmiten ese amor divino. Y “este es el día que hizo el Señor”, como canta el salmo.San Pablo nos anima a “buscar las cosas del cielo”… ¿Qué quiere decir? Para mí, es vivir en comunión: con Dios, los demás y con la creación, sabiendo que estamos en una escuela de aprendizaje, para ir viviendo ese amor que nos trajo el carpintero de Nazaret, ese pescador de personas, en cierto modo es traer el cielo a la tierra para hacer de la tierra un cielo.

   

Porque esta es la fuente de la alegría pascual, Macario el Grande dice que, a veces, a los creyentes “se les inunda el espíritu de una alegría y de un amor tal que, si fuera posible, acogerían a todos los hombres en su corazón, sin distinguir entre buenos y malos”. Estamos hablando de un Dios que acoge buenos y malos. Y “de esta experiencia pascual nace una actitud nueva de esperanza frente a todas las adversidades y sufrimientos de la vida, una serenidad diferente ante los conflictos y problemas diarios, una paciencia grande con cualquier persona… ser cristiano es, precisamente, hacer esta experiencia y desgranarla luego en vivencias, actitudes y comportamiento a lo largo de la vida” (José Antonio Pagola).


Al igual que se han dado pasos en el ecumenismo (unos hacia delante, otros parece que hacia atrás) el gran tema es la salvación, la verdad de Jesús y su papel en las espiritualidades, el papel de la Iglesia visible dentro de la llamada invisible a todos a formar parte de ese cuerpo de Cristo más allá de los elementos visibles. Esto significa que más allá de la Iglesia visible, hay una chispa divina en cada persona, en su conciencia, que le lleva a ir siempre más allá de lo que estamos viendo, hacia un  “para siempre”.

sábado, 16 de marzo de 2024

El buen corazón para un mundo mejor

 

El buen corazón para un mundo mejor




¿Hay unos valores perennes en la naturaleza humana, algo así como una programación de ciertas características para un correcto funcionamiento? Es lo que se vino a llamar “ley natural” y que podemos decir más sencillamente “buen corazón”. Las lecturas cuaresmales nos recuerdan que eso no es algo fortuito sino un don de Dios: “Os daré un corazón nuevo y pondré en vosotros un espíritu nuevo; os arrancaré ese corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Pondré dentro de vosotros mi espíritu y os haré ir por mis mandamientos y observar mis preceptos (Ezeq 36,26-27). Esa moción interior nos indica lo que está bien, lo que nos perfecciona como personas, el camino del amor, justicia, misericordia.

Ese “instinto de superación espiritual” no es automático, pues como dice una leyenda india, tenemos dentro dos lobos, uno blanco (pureza) y otro negro (maldad), y crece el que alimentemos. Requiere un trabajo de purificación, de ejercicio (ascesis): "No os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente" (Rom, 12,2). Esa conversión no es a fuerza de brazos, sino con el Espíritu de la verdad, procurando dejarle hacer en nosotros, abrirle espacio interior de nuestro corazón para distinguir “cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto” (Rom, 12,2).

Se habla mucho de construir un mundo mejor, pero eso no será haciendo leyes sino que la justicia y la paz vendrán con la educación del corazón: la raíz del mal y del bien está siempre en el interior de cada ser humano. Y el mundo mejorará con un cambio del corazón (metanoia). Los valores evangélicos (civilización del amor) contrastan con las tendencias dominantes de mundanidad y se requiere una renovación «hasta alcanzar un conocimiento perfecto según la imagen de su creador» (Col 3, 10). El camino no es el orgullo (jugar a ser dioses), sino la humildad: filiación divina, obediencia a esa chispa divina en nuestro interior.

jueves, 11 de enero de 2024

“Una sola carne” y el amor de pareja

 




   Continuando con el post anterior: Se dice que con el matrimonio dos personas se hacen una sola carne. ¿Cómo es posible, si tienen dos individualidades distintas? No es solamente la unión física, sino que el amante está en el amado como plantado en la cabeza, en el pensamiento y el sentimiento. Y así, sólo estando uno en el otro puede ser posible ser uno solo. Estar en el otro es "ser el otro", ser uno para el otro. Esto significa que estar enamorado ya no es cosa de un tiempo pasajero, sino que de algún modo puede alimentarse para siempre, con o sin sentimiento. Aunque se padezca a veces, pero el amor es darse, entregarse, dar algo que ya no pertenece a uno, decir sí cada día, siempre. Todo esto, que derrocha realidad, no es fácil llevarlo a la práctica, pero se hace más fácil si hay una comprensión, si se tiene el poder que significan estas ideas si se saben desde la experiencia vivida. Y es que el amor no es una obligación pero muchas veces sí es un acto de justicia con la persona que se ha entregado libre y totalmente, y en este sentido se pueden superar estados pasajeros, como pueden ser enfados fruto de crisis nerviosas donde se dicen cosas que atacan a la pareja, que no se piensan en situaciones normales. Pues una persona no se casa solamente porque ama, sino también porque quiere amar a pesar de los problemas. Este sentido profundo de lealtad es constitutivo de la vida, y también para el equilibrio personal, una armonía vital que si falla, si no cumplimos con ese deber que aparece ante nuestra consciencia, el alma me hace sentir como enfermo, y mi corazón no me deja descansar. Puede ser difícil el amor cuando no hay ese estar enamorado, cuando en algún momento falta el sentimiento, que es voluble y a veces desaparece. 
   En la imagen de los Magos de Oriente que siguen la estrella hasta Jesús, el resplandor del astro desaparece durante un tiempo, y ellos siguen, se informan, preguntan, pero no abandonan, hasta que vuelve otra vez esa luz que los guía; así pasa con el sentimiento. En la imagen del fuego, el sentimiento es la llama, mientras que el amor es el rescoldo, que aunque a veces esté oculto entre las cenizas, no se apaga, y cuando se aviva con más oxígeno (esos pequeños detalles necesarios) la llama vuelve. La expresión de que con el matrimonio los dos se hacen “una sola carne" significa también esto. Hoy día hay miedo al compromiso, a que el hecho formal pueda estropear la relación amorosa. Como oí hace poco: hay un tipo de amistad entre un hombre y una mujer que no tiene sexo… y se llama “matrimonio”.    
   Hoy día, formar una familia muchas veces no pasa por el matrimonio, es una unión de ser "uno del otro" sin casarse. Pienso que esas formas de casarse y sentirse comprometido sin un lazo formal ante la sociedad o la iglesia responde a la crisis de las instituciones, y así se puede estar uno en el otro y entregarse hasta darse del todo a la pareja, con un amor que existe “de verdad”, y que sea un compromiso para siempre, un “matrimonio”, aunque no haya testigos y formalidades. ¿Es preciso un reconocimiento público a esa unión? El sentido religioso-social de la alianza esponsal responde al sentido religioso-social de la persona, que vive con los demás. En algunas épocas, el puritanismo o sentido de moral-social ha hecho de esto la esencia del matrimonio, pero en realidad es solamente un aspecto no esencial del mismo: un reconocimiento como otro contractual o de status social. De manera que el amor es a la vez una intuición, admiración mutua, etc., y un acto de paciencia y perseverancia, que no es “aguantar” estoicamente sino mantenerse en la decisión de amar a pesar de las tormentas, pues luego vuelve la calma y la luz del sol. Si se empeñan los dos, el sentimiento reaparece con su luz y pasión... 
    Para profundizar en eso conviene tener en cuenta que el cerebro y nuestra mente está siempre influenciada por emociones y sentimientos, así cuando nos enfadamos con una persona podemos generar odio hacia ella, y cuando se nos pasó el enfado la volvemos a querer; es decir que pensamos algo que al cabo de poco rato ya no pensamos. Así también, podemos sentirnos enamorados hacia una persona que acabamos de conocer, sin tener en cuenta aspectos de justicia como la lealtad que debemos a nuestra pareja, y las consecuencias desastrosas que puede causar dejarnos llevar por el vuelo de “una mariposa” pasajera; la mente goza de autocontrol para no caer irremediablemente hacia conductas pasajeras, llevadas por un sentimiento. Y es que la mente necesita tomar cierta distancia de circunstancias que nos puedan afectar, incluso en algunos casos puede servirnos una cierta proyección, pensar en situaciones de futuro y estabilidad antes de tomar decisiones, pensar con quién nos vemos dentro de unos años, o en caso de enfermedad, o quién queremos que nos acompañe a nuestra muerte. 
   La libertad se va completando con lo que llamamos responsabilidad. Nos hace ver que muchos pensamientos influenciados por emociones no son objetivos, algo así como la visión que tenemos de un palo dentro del agua se ve torcido, y hay que esperar, como el palo cuando se saca ya se ve recto, cuando pasa aquella dificultad emocional, etc... Así, ese sentido de "una sola carne" nos indica que en la antropología del amor hay un proceso, que puede empezar, como al encender fuego, por cosas más sensitivas-corporales como las sensaciones-conmociones ante el otro/a, para luego ir hacia las emociones, que ya son sentimientos y provocar un sentimiento único que toca lo más íntimo y es el enamoramiento, que ya no es "para mí" sino más espiritual, ya no es concupiscencia-eros sino donación-agapé. 
   De la mano de la amistad se pasa a otro terreno más espiritual, el agapé o amor de donación, es un trascender el “te quiero para mí” (o en el sentido coloquial, “te comería”) para pasar a un desear el bien del otro, decir: "es bueno que existas", quiero lo bueno para ti, y esa amistad aparece como lo mejor de la vida. Así, aparece un tipo de amistad (amor de benevolencia), único en su modo, que es el amor esponsal, que es cuando se dice a una persona "eres mi vida, soy tuyo", y uno es para el otro... amor esponsal que se realiza en la unión auténtica de los esposos.

miércoles, 10 de enero de 2024

¿Qué deseamos para este año que comienza?

 

El amor es la energía de la vida, y se alimenta en la familia, en la amistad...
Llucià Pou Sabaté
Miércoles, 10 de enero de 2024, 11:33 h (CET)


Recuerdo la canción de Luis Aguilé: “salud, dinero y amor”… son buenos propósitos para el año nuevo. De los tres, me quedo con el amor, pues hasta la salud va de la mano de una vida llena de amor, y esa actitud conlleva normalmente la abundancia, pues una persona que tiene espíritu de servicio suele tener qué hacer.

   

¿Amar es siempre lo mejor? Parece difícil, pues vemos que mientras que hay un nivel aceptable de dinero para vivir (aunque para la codicia nunca es suficiente), y estamos en un cierto estado de bienestar en este sentido, muchas personas padecen la soledad y el desamor.

   

El amor es la energía de la vida, y se alimenta en la familia, en la amistad, y puede haber momentos en que una convivencia basada en el amor es sumamente difícil, cuando la rotura parece ya irreparable; aquel viejo amor perdido quizá no es recuperable..., pero siempre puede nacer otro, si bien no el amor adolescente e idealizado, será sin embargo más pleno y maduro, hecho de una serie de conductas reforzantes, positivas, concretas, que no parten de la emoción, sino de algo más profundo, que no es tanto una obligación –que hoy no se valora- sino un acto de justicia en el sentido pleno de la palabra.

   

El amor es parte fundamental de la vida en pareja, y si bien en algunas tradiciones o en otros momentos históricos se pactaban matrimonios entre familias, y el amor iba surgiendo con la convivencia, hoy vemos que esto es una aberración, y que la comunión que se forma cuando dos personas se casan está ligada a un enamoramiento, porque se ama hay esa unión, aunque también porque se quiere amar pues esa nube rosa puede irse al cabo de unos pocos años. Estoy en contra de aquella frase que leí de que “la gente se casa por dinero, lo demás es puro erotismo”: lo primero es hacer negocio pero no asegura la felicidad, digamos que es condición necesaria pero no suficiente, pues el erotismo no es negativo: el amor tiene un aspecto importante de donación a la otra persona, y también un aspecto erótico que conviene también.

   

Aunque haya componentes químicos en esa dinámica de encuentro amoroso, y en este sentido se puede pasar "la química", amar es una decisión personal. Hace poco leí un relato de Pearl S. Buck donde le pregunta una mujer blanca con dudas matrimoniales a una china casada con un marido que era "una peste": -"¿pero tú le amas?" Y ella: "-¿Amarlo?... lo que sí he sabido siempre es cuál era mi deber, y sin dudarlo, lo he cumplido. Cuando lo hago, soy feliz. Si no, me siento como enferma, y mi corazón no me deja descansar. Si mi esposo no ha sido conmigo un hombre ideal, al menos yo sí he sido para él lo mejor que me ha sido posible". Precisamente esta autora habla muy bien del cambio de tendencia en Oriente, cuando el amor prevalece sobre las tradiciones.

   

El matrimonio se tenía por un contrato donde la justicia se determinaba por deber por el deber, y quizá ahora se ha pasado a la cultura del emotivismo, del “siento” eso. El amor es más profundo que las emociones, y no está atado a una obligación que pueda esclavizar con el pretexto de la “justicia”. 


La vida también hay que disfrutarla, y buscar el sentido de ella. Si bien es cierto que toda persona es digna de ser amada (es "amable"), y que con esfuerzo y buen corazón puede quererse a cualquiera, mientras que unas personas optarán por superar un error en una relación y reconstruir una familia como algo que merece la pena, también la libertad que da sentido al día puede hacer que se opte por un cambio.

   

Quien opta por reconstruir ese amor una y otra vez, verá que la vida es un camino con muchas etapas, con riesgos y peligros, nervios que hacen perder los estribos… dificultades externas (como la falta de dinero), o internas (cansancio de los compañeros del viaje, o aparecen como más atractivas otras personas con las que se encuentra uno en el camino)… aguantar la decisión de permanecer con la persona elegida, tener paciencia ante una crisis familiar que parece insoportable y de la que se quiere huir enseguida, de cualquier forma... cuesta, y el amor duele. Pero ¿y el compromiso adquirido? En estos momentos, es bueno recordar que la familia no es que siempre dé la felicidad, pero es donde las cosas ocurren de verdad, sobre todo las importantes, como son los hijos y su felicidad. Y ahí está el sentido de la palabra amor. Lo otro… ¡es tan variable! Es como el caledoscopio, muchos colores que se multiplican, pero con poca consistencia pues se hace con espejuelos. Una deficiente educación en el amor causa estragos: resentimientos y descorazonamiento: por muchos éxitos la vida está llena si hay amor, pero hay dolor, y a veces viene la tentación de no amar.

   

Pero también podemos pensar que la fidelidad es dinámica, y no algo que una para siempre, si falta esa lealtad y compromiso, si la inmadurez domina la relación, etc. La sabiduría entiende de problemas y de cómo superarlos, pero la institución del matrimonio no ha de prevalecer por encima de la dignidad de la persona, y mucho menos sentirse nadie esclavizado a una existencia innoble o vacía.

   

En cualquier caso, la vida pasa por amores y desamores, y no es solución la táctica budista de evitar apegos. Pues si uno quiere vivir sin dolor –como anestesiado, buscando una plácida existencia-, que no ame, pero sin amor no hay vida, sólo tristeza. Y el amor tiene altibajos, emociones, agonías y éxtasis… y se vive más a fondo con los sentimientos que todo eso conlleva.

    

Y siempre el amor es echar leña al fuego diario, avivarlo si hay que volver a empezar, echar leña para construir una relación día a día, aprender a amar pues la vida es aprender, y sobre todo en lo que es la esencia de la vida… es un aprendizaje que dura siempre. Aprender es también empatía, ver las cosas como las ve el corazón de la persona amada. Los sufí tienen una historia: "Llamé a la puerta. / Y me preguntaron: quién es. / Contesté: soy yo. / La puerta no se abrió. / Llamé a la puerta. / Y me preguntaron: quién es. / Contesté: soy yo. / Y la puerta no se abrió. / Llamé a la puerta. / Y me preguntaron: quién es. / Y contesté: soy tú. / Y la puerta se abrió".

sábado, 13 de agosto de 2011

Cuando el odio quiso matar el amor



En los pequeños detalles es donde se libra la batalla del odio contra el amor.




Escuché una vez este relato: Cuentan que en la historia del mundo hubo un día terrible en el que el Odio, que es el rey de los malos sentimientos, los defectos y las malas virtudes, convocó a una reunión urgente con todos los sentimientos más oscuros del mundo y los deseos más perversos del corazón humano. Estos llegaron a la reunión con curiosidad de saber cuál era el propósito. Cuando estuvieron todos habló el Odio y dijo: "Os he reunido aquí a todos porque deseo con todas mis fuerzas matar a alguien". Los asistentes no se extrañaron mucho pues era el Odio que estaba hablando y él siempre quiere matar a alguien, sin embargo, todos se preguntaban entre sí quién sería tan difícil de matar para que el Odio los necesitara a todos. "Quiero que matéis al Amor", dijo. Muchos sonrieron malévolamente pues más de uno quería destruirlo.



El primer voluntario fue el Mal Carácter, quien dijo: "Yo iré, y les aseguro que en un año el Amor habrá muerto; provocaré tal discordia y rabia que no lo soportará".



Al cabo de un año se reunieron otra vez y al escuchar el informe del Mal Carácter quedaron decepcionados. "Lo siento, lo intenté todo pero cada vez que yo sembraba una discordia, el Amor la superaba y salía adelante".



Fue entonces cuando, muy diligente, se ofreció la Ambición que haciendo alarde de su poder dijo: "En vista de que el Mal Carácter fracasó, iré yo. Desviaré la atención del Amor hacia el deseo por la riqueza y por el poder. Eso nunca lo ignorará". Y empezó la Ambición el ataque hacia su víctima quien efectivamente cayó herida y la adoró en sus ídolos, que son una tentación constante, y una causa frecuente del alejamiento del amor verdadero. Muchos ídolos se levantan muy bien construidos y refinados que se presentan bajo capa de “progreso” o que proporcionan más material bienestar, más placer, más comodidad...: su dios es el vientre, y su gloria la propia vergüenza, pues ponen su corazón en las cosas terrenas, como dice San Pablo en su Carta a los Filipenses, y es aplicable a la idolatría moderna, a la que se ven tentados tantos, olvidando el tesoro auténtico, la riqueza del amor. Pero, después de luchar por salir adelante, el Amor renunció a todo deseo desbordado de poder y triunfó de nuevo.



Furioso el Odio por el fracaso de la Ambición envió a los Celos, quienes burlones y perversos inventaban toda clase de artimañas y situaciones para despistar el amor y lastimarlo con dudas y sospechas infundadas. Pero el Amor confundido lloró y pensó que no quería morir, y con valentía y fortaleza se impuso sobre ellos, y los venció.



Año tras año, el Odio siguió en su lucha enviando a sus más hirientes compañeros, envió a la Frialdad, al Egoísmo, la Indiferencia, la Pobreza, la Enfermedad y a muchos otros que fracasaron siempre, porque cuando el Amor se sentía desfallecer tomaba de nuevo fuerza y todo lo superaba. Cuando venían las Desgracias parecía sucumbir, pues como decía Claudio de Colombiere los golpes imprevistos no permiten muchas veces que uno aproveche de ellos, a causa del abatimiento y turbación que levantan en el alma; mas con un poquito de paciencia, se ve como Dios dispone a recibir gracias muy grandes precisamente por aquel medio. Sin tales percances tal vez no habría sido el amor del todo malo, pero tampoco del todo bueno.



El Odio, convencido de que el Amor era invencible, les dijo a los demás: "No podemos hacer nada más... El Amor ha soportado todo, llevamos muchos años insistiendo y no lo logramos”.



De pronto, de un rincón del salón se levantó alguien poco reconocido, que vestía todo de negro y con un sombrero gigante que caía sobre su rostro y no lo dejaba ver, su aspecto era fúnebre como el de la muerte. "Yo mataré el Amor”, dijo con seguridad. Todos se preguntaron quién era ese que pretendía hacer solo, lo que ninguno había podido. El Odio dijo: "Ve y hazlo".



Tan sólo había pasado algún tiempo cuando el Odio volvió a llamar a todos los malos sentimientos para comunicarles después que, de mucho esperar, por fin el Amor había muerto. Todos estaban felices, pero sorprendidos. Entonces el sentimiento del sombrero negro habló: "Ahí os entrego el Amor totalmente muerto y destrozado", y sin decir más ya se iba. "Espera", dijo el Odio, "en tan poco tiempo lo eliminaste por completo, lo desesperaste y no hizo el menor esfuerzo para vivir. ¿Quién eres?"



El sentimiento levantó por primera vez su horrible rostro y dijo: "soy La Rutina."



La rutina es ausencia de amor, monotonía, y “la monotonía es falta de energía” (dice la cantante Laura Pausini), significa que está ya muerto el amor. El amor es un fuego al que hay que echar cada día cosas nuevas: "Los pequeños actos de cortesía endulzan la vida, los grandes la ennoblecen" (Karina Valenzuela). En la batalla del amor frente al odio, hay que cuidar las cosas pequeñas que son –en frase de la Escritura- las que si faltan dejan paso a las pequeñas raposas que destrozan el campo de ese amor. La dejadez, el abandono de los detalles, produce el desmoronarse de todo el amor: “Será que la rutina ha sido más fuerte” (canta el grupo “Ella baila sola”).



En los pequeños detalles es donde se libra la batalla del odio contra el amor. “El rey odio ha existido siempre y sigue hoy día cosechando éxito por el mundo a quién les permite entrar en su corazón y es el DIABLO, un día quería terminar con el amor, pero fue un fracaso con Cristo, le crucificó y le despojó hasta lo último, pero al tercer día Cristo Resucitó y Satanás fue vencido. Cristo (el amor) trajo la victoria con la resurrección y perdón de los pecados, para pertenecer a su amor sólo lo debes aceptar en tu corazón como Señor y Dueño de tu vida entregándole a Él todos tus pecados y tus cargas” (Virginia Amarilla Notario). El amor es así atractivo, con el aliento de Jesús; sonríe y es atractivo; confía más allá de toda sospecha y es tierno; da paz y consuela; perdona y dialoga más allá de toda intriga; vivifica y es veraz y luminoso… es sublime porque es divino.



Llucià Pou Sabaté







sábado, 22 de mayo de 2010

Infidelidad en el matrimonio


“Qué duro es olvidar una infidelidad”, he oído decir a distintas personas, llorando porque hacía uno, dos, más años que le pedía a Dios que le hiciera olvidar esta terrible experiencia de sentir “la traición”. Sensación de tristeza, desconcierto porque sucedió con la persona menos esperada, y desde entonces ya nada es igual: “ya no siento lo mismo que antes”. Hay melancolía, pues “la herida” tarda en cerrar, y el dolor puede hacerse insoportable hasta poder decir: “a veces mi cabeza va a estallar”... entonces, se piensa en la separación para huir de esa situación.

Todo esto lo trata la película “Infiel” (Trolösa) tiene por directora Liv Ullmann, y por guionista Ingmar Bergman, los que en otro tiempo fueron director y musa, además de compañera sentimental. Ahora es ella quien dirige un drama por el que los dos han pasado, ella directora y él ahora guionista. No se juega ahí con ser “modernos” y decir que hay que ser “auténticos” en una relación y “encontrarse a sí mismo”: se va al fondo de la cuestión, hasta llegar a las víctimas del crimen: la revolución sexual es ya historia. En el cine comercial, como dice “Bloggermania.com” en la crítica de este film, se ve “una visión trivial de la infidelidad, que poco tiene que ver con la vida real”. Ahí se notan los cineastas de categoría, al abordar con expresión artística el adulterio y sus consecuencias sin ningún barniz acaramelado.

“Infiel” comienza con el relato de un escritor (Erlend Josephson, que representa a Bergman) solitario, en su casa junto al mar, que recuerda una mujer (Lena Endre). Ella aparece y responde a sus preguntas, que se van convirtiendo en el relato de su vida... un matrimonio que se resquebraja, por culpa del amigo íntimo del marido. La infidelidad será la causa de la infelicidad de todos, especialmente de la hija... (recordemos que Liv y Ingmar tuvieron una hija). Según la propia Ullmann es un "drama psicológico durísimo y muy oscuro... su historia es mi historia, y también la de Bergman... es la historia de todos nosotros, de todos ustedes, porque creo que la película habla de asuntos universales".

Efectivamente, la realidad del adulterio y sus tremendas consecuencias son una plaga hoy día, y se plantean cosas tremendas como el resentimiento: "Creo en el perdón, porque toda mi vida he pensado que si no somos capaces de perdonar al otro, por ejemplo a la pareja infiel, la vida no avanza, todo se estanca, será imposible ser feliz de nuevo", sigue diciendo Ullmann.

Se plantean problemas interesantes. Uno de ellos es la irresponsabilidad, que destroza unas vidas por dejarse llevar por la sensualidad, por buscar una “historia más excitante” que la vida ordinaria. La irresponsabilidad viene muchas veces por una excesiva seguridad, y no cuidar las ocasiones previsibles, como dice Cervantes: "que es de vidrio la mujer pero no debes probar si se puede o no quebrar que todo podría ser", y lo mismo se puede decir del hombre pues en esto también hay bastante igualdad.

Ante un bien tan sagrado como es el matrimonio, la infidelidad aparece con falsas razones: “no causa ningún mal si hay ignorancia, si el engaño no se llega a saber”... Parece que no pasa nada, pero entonces ya “ha pasado mucho”. A eso se llama banalidad, que es una de las caras del mal. Poco a poco, imperceptiblemente se va desmoronando todo, el egoísmo va minando el amor hasta convertirlo en odio y venganza, una pasión que ciega y lleva a la crueldad, destroza todo, como dice el comienzo del film: “No hay ningún fracaso, ni la enfermedad, ni la ruina profesional o económica, que tenga un eco tan cruel y profundo en el subconsciente, como un divorcio. Penetra hasta el núcleo de la angustia, resucitándola. La herida provocada es más profunda que toda una vida” (Botho Strauss).

Ullmann ve que en un mundo de engaño y falta de verdad, “la deslealtad es un modo de vida que cada vez adoptan más personas. Los principios morales simplemente desaparecen. Hombres y mujeres deciden jugar a un juego de adultos: amémonos al límite, seamos felices juntos, olvidémonos de juzgar qué es bueno y qué es malo. Pero súbitamente todo se desmorona. Viene la tragedia. Todos son infieles entre sí... la víctima resulta ser la niña, la personita que ha sido utilizada en el juego de los adultos, sentada en medio de un carrusel emocional, sin entender cuál es su verdadero papel en la historia". Esta lucidez choca con los comentarios engañosos que oímos: “no voy a dejar de ser feliz por culpa de los niños...” Sigue Liv con su análisis: "En este nuevo milenio que estrenamos, la deslealtad es un modo de vida que cada vez adoptan más personas”... al final, la muerte. Esta es la parte más negativa de Bergman y de sus películas: en el film aparece un “determinismo”, aporta un análisis psicológico de gran calidad, los problemas del hombre, pero no la dirección en la que se encuentran las soluciones, por eso tiene un punto de amargado en su lucidez cerrada a la trascendencia.

En realidad, la vida no es así: no somos “inamovibles”, siempre hay la posibilidad de recomenzar, hay voluntad de poder querer: esto es la libertad. La felicidad pasa por aceptar las personas como son, eso es querer. ¿Y qué pasa cuando el cónyuge es infiel? Hay motivos para separarse de él, si se quiere: pero es la última solución. Hay derecho a la ruptura, pero quien tiene fe –y todos podemos pedirla- ve en la desgracia una Cruz, un camino de encuentro con Jesús, de ser feliz. Muchas separaciones son precipitadas, se dice "me he liberado" -tanto ellas como ellos-, y luego es peor porque la liberación no viene de huir de las dificultades, la auténtica libertad viene de asumir compromisos y en definitiva de la fidelidad. La felicidad está en darse en un compromiso de amor.

Llucià Pou Sabaté

viernes, 7 de mayo de 2010

La familia, ¿algo superado?


En una sociedad individualista, la plaga de la soledad va extendiéndose. Se ve más gente sola: mayores, niños, y la peor soledad, la acompañada, la existencia con alguien que no se soporta, pues como dijo Goethe: "la familia es tabla de salvación o sima de perdición". El ambiente en el que nos encontramos, sus formas culturales, provocan en nosotros esas preguntas: “¿La familia es tan esencial para la persona?”, y ante tanto fracaso familiar: “¿Cómo conseguir que no sea el matrimonio algo insoportable a la larga?”
Es verdad que hay dolor en muchos hogares, pero también es cierto que “los dolores abren una puerta a la profunda verdad sobre nosotros mismos” (P. Viladrich), y decía Chesterton que en el matrimonio puede haber tragedia, pero si el matrimonio se sostiene, la tragedia tiene sentido, no es absurda, no es para nada vana o baladí, sino que da muchos frutos. La vida en familia no es una cosa perfecta como si los esposos fueran dos relojes suizos, unas “máquinas perfectas”, sino que como en los ciclos vitales hay primaveras pero también otoños e inviernos… y la aceptación de las imperfecciones del otro es un paso hacia un amor maduro, se llega a aquel: “somos un desastre pero estamos juntos, en nuestra casa, y esto nos hace felices, podemos escribir una historia juntos”. Es como una pasión que lleva a no rendirse ante las dificultades, priorizar la protección de la familia. Y ésta es la mejor terapia para que los cónyuges y los hijos sean felices, no se encuentren solos. La separación es para casos dramáticos, pero es siempre el último recurso, ante el daño físico o moral grave, cuando la convivencia ya es imposible. Sin embargo, excepto esos casos, aunque mantener la familia suponga sacrificios para los esposos, es cuestión de amar a los demás, y sobre todo a los hijos: anteponerlos a lo que llamamos la "realización personal" egolátrica, saber que la solidez de la familia es para los hijos -y los esposos- la mejor prevención del síndrome de soledad.
Puede sonar a hipócrita, poco natural, esta búsqueda de reparar algo que se ha roto al parecer para siempre, o el intentar superar el engaño causado por el otro cónyuge, o aquella situación llamada “sin salida” a la que se ha llegado. Es más, se siente “injusta” una situación de convivencia falsa… pero dentro del teatro del mundo hay que hacer un poco de teatro, sabiendo que si separamos justicia de amor, queda la gran desgracia: injusticia con desamor, pues como decía Albert Camus, "sólo es tristeza -soledad- no ser amado y no amar. Lo que ocurre es que hoy nuestro mundo agoniza a consecuencia de esta desgracia: la larga reivindicación de la justicia ha desterrado el amor que, sin embargo, fue el que le dio nacimiento".
Y la prueba de que la “autenticidad” de tirarlo todo por la borda no funciona es ésta: estamos en un mundo lleno de hipocresía, donde los gobiernos están mandados por intereses económicos (que son la causa de las guerras de Oriente, etc.), donde las verdaderas motivaciones de muchas actuaciones no se dicen, donde no hay comunicación real sino marketing y ver cómo agradar. Y la misma fatuidad nos parece encontrarla en tantas estructuras y discursos con nombres de filantropía teórica… mientras vemos que el mundo está lleno de violencia, formas ocultas de agresividad. ¿Y cuál es la causa de esa patología, de esas formas de violencia y resentimiento? Apuntaré tres, sin excluir que haya otras: 1) el individualismo que rompe la dignidad de la persona, su relación con Dios y los demás, 2) una forma de egoísmo venenoso que relativiza todo, no cree en la verdad, se hunde en una existencia “cosificada”, es decir abierta sólo a llenarse de sensaciones vanas en una sociedad tecnológica; 3) una educación afectiva insuficiente, falta el hogar, es una sociedad sin amor. Una ley básica para esta educación del corazón es que la base de toda sociedad es que la persona tenga lo que llamamos “familia”. Y si falla, aparece frecuentemente la soledad existencial.

Sobre la guerra de Gaza y otros textos

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