En la vida todo es aprendizaje, y lo mejor está por llegar…
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jueves, 3 de noviembre de 2011

Sentirse bien

Clara era una chica que desde pequeña incorporaba mensajes negativos, le decían en su casa que era inútil e incapaz de cualquier cosa, y ella llegó a dudar incluso de sus capacidades intelectuales. Muchas veces estaba contenta, pero si se activaba ese esquema impuesto, por ejemplo ante un pequeño fracaso, se hundía en la miseria de sus pensamientos negativos. Pensaba que la vida no tenía sentido, buscaba desesperadamente la aprobación de su padre, etc. Un día, algo cambió todo: diagnosticaron cáncer a su padre, y la madre y sus hermanos se hundieron en la impotencia, y Clara se hizo cargo de todo, lideró la crisis familiar, hizo frente a la adversidad durante el año y medio de tratamiento, fue el soporte de la familia, les enseñó a meditar, impulsó la sana costumbre de expresar sus emociones, se entendió con los médicos… descubrió también que tenía una “fortaleza amable”, y muchas cualidades que nadie le había enseñado. Decía simplemente: “me sale de dentro hacerlo”. El “esquema de ineficacia” de Clara fue sustituido, a través de ese arte de gobernar situaciones difíciles e inesperadas, por una “sabiduría interior”. Ya no fue negativa. “No hay peor censura que la autocensura” (Mauricio González de la Garza). Dice Walter Riso en su libro “Pensar bien, sentirse bien” que las trampas de la mente son tres: nos mentimos (porque nos falta de realismo en nuestra percepción), a veces no aprendemos a perder (es lo que podemos llamar “falta de humildad”, por una educación que nos encorseta, en búsqueda de una perfección utópica), y nos falta discernimiento para saber qué hacer (por ignorancia: necesitamos más sabiduría). Que no nos pase lo que al joven que fue capaz de conquistar la chica más guapa de su clase, sólo para concluir después, por sus manías neuróticas que distorsionaban la realidad, que ella tenía pésimo gusto, por haberse fijado en alguien como él. La mente es la principal responsable de nuestro sufrimiento (Buda). “¿De dónde me viene tanta agresividad?”, preguntaba una persona. ¿Cómo es que nos encontramos tanta violencia, en el corazón de la persona? Los niños, como espejo virgen de lo que hay en el interior de las personas, captan eso, y quedan marcados… A veces estalla en discusiones, otras veces hay una represión interior, sentirse ahogado… Hoy sabemos que todo esto genera resentimiento… y la causa general es el sistema en el que estamos, racionalista, que nos encarcela en unas obligaciones, pequeñas cosas, que nos ahogan como le pasó a la protagonista de “Los puentes de Madison”, que agobiada en esa cárcel se siente agobiada y no le llena, sus sueños quedan frustrados, y se escapa con un romance de unos días, del que después vive en sus recuerdos toda la vida. Sin embargo, la respuesta no es huir hacia el emotivismo: hace falta crear un nuevo tipo de racionalidad, donde la emoción esté incluida. A veces pensamos mal porque sentimos mal, o al revés: sentimos mal porque pensamos mal. Lo que está claro es que pensar mal hará que me sienta mal (las terapias “cognitivas” ahondan en eso). Digamos que no podemos limitarnos a nuestra vida “real”, sino que somos también, o sobre todo, lo que soñamos, nuestros proyectos… aunque luego “escogemos” la realidad, pero con libertad, sin sentirnos esclavos. Quizá la clave es procurar que domine la razón, pero con un “punto de locura”, albergar los sueños del corazón, nuestro mundo interior. Llucià Pou Sabaté

lunes, 1 de febrero de 2010

Si lo amas, vete detrás de Él...



San Agustín:
Si lo amas, vete detrás de Él.
Lo amo, contestas, ¿por qué camino seguirlo?
Si el Señor Dios tuyo te hubiera dicho: “Yo soy la Verdad y la Vida”,
tu deseo de la Verdad y tu amor a la Vida te llevarían ciertamente
a la búsqueda del camino que te pudiera conducir a ellas y te dirías a ti mismo:
“Magnífica cosa es la Verdad y magnífica cosa es la Vida,
si existiera el camino de llegar a ellas mi alma”.
¿Buscas el camino? Oye lo primero que te dice: “Yo soy el Camino”...
Dice primero por dónde has de ir y luego adónde has de ir.
En el Señor del Padre está la Verdad y la Vida;
vestido de nuestra carne es el Camino.

viernes, 1 de enero de 2010

¿Amar para siempre?




En el amor hay un componente romántico, desatado, furioso y ciego, fuera de la realidad, más bien se trata de un sentimiento y por tanto subjetivo, algo que hay que educar para que no tenga carácter posesivo y neurótico. Cuando esta fase no madura en un amor más profundo, conduce a una actitud melancólica, de tristeza íntima por el ensueño irrealizable, aquel amor imposible (el que se canta en la época del Romanticismo). Hay también un amor sin compromiso, pasional, que se plantea en términos de todo o nada (el que describe Larra, o Clarín en "La Regenta"), que rompe las convenciones sociales en nombre de la libertad de amar (si no acaba trágicamente, le sucede el desengaño, la desilución, la ironía o el cinismo).
"¿Qué es el amor auténtico? ¿Se da sólo una vez en la vida?" Son preguntas que puede plantearse quien lo idealiza y piensa que en su vida pasa todo lo contrario, que una convivencia basada en el amor es casi imposible pues la rotura parece ya irreparable. "Se ha roto... se nos acabó el amor", dicen: y es cierto, aquel viejo amor perdido quizá no es recuperable..., pero sí puede nacer otro. No será ya el amor adolescente e idealizado, pero será sin embargo más pleno y maduro, hecho a base de cosas reforzantes, positivas, que quizá no parten de la emoción, pero expresan algo más profundo. En nuestra cultura no cabe la idea de "esclavizarse" a un "para siempre", de modo obligatorio. De hecho, a las primeras de cambio se separan las parejas. Y no es que sean personas malas: pero realmente, muchas personas hoy día no se sienten maduras, están incapacitadas para asumir una relación matrimonial a nivel personal; de hecho van al matrimonio pensando que es otra cosa.
En la dinámica de encuentro amoroso hay componentes químicos, y en este sentido se puede pasar "la química", pero amar es una decisión personal que compromete totalmente, más allá de los sentimientos. En un cuento de Pearl S. Buck ("Hasta mañana") le pregunta una mujer blanca con dudas matrimoniales a una china casada con un marido que era "una peste": -"¿pero tú le amas?" Y ella: "-¿Amarlo?... lo que sí he sabido siempre es cuál era mi deber, y sin dudarlo, lo he cumplido. Cuando lo hago, soy feliz. Si no, me siento como enferma, y mi corazón no me deja descansar. Si mi esposo no ha sido conmigo un hombre ideal, al menos yo sí he sido para él lo mejor que me ha sido posible". Esto hay quienes no lo entienden. Que no lo pueden entender. La imagen de libertad que hay en el ambiente no incluye "lo correcto", "el deber", en el sentido profundo de "justicia". Y exaltamos tanto los sentimientos que todo debería someterse a ellos, hasta la misma justicia. Es un tema complejo porque no podemos juzgar las intenciones de los demás, pero es un hecho que la cultura actual adolece de una falta de cohesión, los componentes "químicos" y fisiológicos pesan mucho, a veces en perjuicio de los espirituales de justicia, confianza y lealtad, porque nadie lo ha "enseñado" de verdad (es decir, con la vida). Las facultades del alma quedan adormecidas, y lo de querer para siempre está fuera de su horizonte de referencias y de comprensión.
Pero nos podríamos preguntar: ¿se puede dar amor, si no se siente? Ante esto, podemos responder que cualquier persona es "amable" -digna de ser amada-, amar siempre merece la pena, y el esfuerzo en reconstruir la familia es algo con mucho sentido. Cierto que la vida es un camino con muchas etapas, con riesgos y peligros, hay nervios que hacen perder los estribos, dificultades externas (como la falta de dinero), o internas (cansancio de los compañeros del viaje, o aparecen como más atractivas otras personas que se encuentran en el camino)…
Sin embargo, hay testimonios de esta verdad profunda, como me contaba un amigo: "Una persona no debería casarse sólo porque siente amor, sino también porque quiere amar para siempre. Esto es una verdad como un templo y algo que para mí siempre ha sido fundamental en mi relación de pareja". Simultáneamente a lo dicho más arriba, lo que de verdad llena es comprometerse, todos necesitamos un lugar donde volver "a casa", especialmente los hijos. Y necesitamos hacer lo correcto, lo justo, y justicia no lo hemos de entender como un deber por deber, sino que "lo justo" es dar al otro lo que se le debe, amor.
Llucià Pou Sabaté

Sobre la guerra de Gaza y otros textos

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