En la vida todo es aprendizaje, y lo mejor está por llegar…
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sábado, 16 de enero de 2010

Amor, flor delicada

Amor, flor delicada
En la película “Secretos de un matrimonio” de I. Bergman, aparece una mujer –típica ama de casa- quiere divorciarse, pues su matrimonio es sin amor; después de muchos años en los que “todo ha ido bien”, quiere separarse y se lo cuenta a la abogado: “mi marido es una buena persona, no le reprocho nada, ha sido un padre excelente y nunca nos hemos peleado. Tenemos un piso excelente y una casa que nos dejó su madre al morir, a los dos nos gusta mucho la música… es ideal… pero no hay amor… nunca lo ha habido… prefiero la soledad a seguir viviendo así, no puedo soportarlo… le dije hace 15 años que no quería seguir viviendo con él, fue muy comprensivo y se limitó a pedirme que esperase a que los niños fuesen mayores… me ha preguntado mil veces qué es lo que va mal en nuestro matrimonio, para que yo quiera pedir el divorcio, y yo le he dicho siempre que no nos engañemos, que cuando no hay amor es imposible seguir viviendo juntos. Me preguntó en qué creo que consiste ese amor, y yo le he contestado mil veces que es imposible describir algo que no existe…” La pobre dice que tampoco ha querido nunca a sus hijos, que procuraba cumplir: “soy alguien que tiene todo lo que se puede desear, que piensa en una cosa vaga y remota que llama amor. Claro que en la vida hay también otras cosas: amistad, lealtad, bienestar, seguridad, pero...” Ella cree tener aún “posibilidades de encontrar el amor… ahora todo está encerrado, embotellado… lo malo es que la vida que he vivido me ha ido ahogando cada vez más, pero aún estoy a tiempo, tengo que hacer algo: primero el divorcio… pues los dos nos obstaculizamos de un modo letal… es espantoso”. Y la cosa más fuerte es lo que dice a continuación: “Me está pasando una cosa muy extraña. Mis sentidos, quiero decir el tacto, la vista, el oído… me están empezando a fallar. Sé que esto de delante es una mesa, puedo verla… puedo tocarla, pero la sensación es débil y vaga, rebajada. Lo mismo lo demás: la música, los aromas, las caras de la gente, las voces, todo se está volviendo pobre, gris y desvaído, como mi vida”. Es dura una vida vacía. Esa mujer ya entrada en años ve que su vida ha sido irse apagando, no sabe lo que es el amor: y por eso pierde hasta la sensibilidad. Lo contrario ocurre cuando uno ama: todo se ve luminoso, se está despierto a la vida, se vive de modo auténtico, no hay obstáculos ni dificultades que no se superen, ya que ”fuerte como la muerte es el amor” (Cantar de los cantares).
Cuentan de un esposo que fue a visitar a un sabio consejero y le dijo que ya no quería a su esposa y que pensaba separarse. El sabio lo escuchó, lo miró a los ojos y solamente le dijo una palabra: -“Ámala”. Luego se calló.- “Pero es que ya no siento nada por ella”, contestó el marido. –“Ámala”, repitió el sabio. El esposo aburrido estaba ya desconcertado, cuando después de un oportuno silencio, agregó el sabio: "Amar es una decisión, voluntad de amar, compromiso… no un sentimiento; amar es dedicación y entrega. Amar es un verbo y el fruto de esa acción es el amor. El amor es un ejercicio de jardinería: arranca lo que hace daño, prepara el terreno, siembra, sé paciente, riega y cuida. Debes de estar preparado porque habrá plagas, sequías o excesos de lluvia, mas no por eso abandones tu jardín. Ama a tu pareja, es decir, acéptala, valórala, respétala, dale afecto y ternura, admírala y compréndela". Eso es todo... ámala.
Este relato de autor desconocido nos habla de que el Maestro de la vida es el amor. No el sentimiento sino la voluntad de querer, de darse, pues el amor es don de sí. El amor –esa voluntad y constancia, esa fidelidad como respuesta- es lo que convierte nuestra vida en algo vivo, que no acabe como una planta mustia, por falta de regarlo. El amor es algo misterioso pero vale la pena cultivarlo pues es la esencia de la vida, y a veces miramos hacia fuera, queremos cambiar las situaciones pensando que teniendo lo que deseamos seremos felices, y sería conformismo no aceptar nunca cambios, pero
tampoco podemos engañarnos en poner la solución de todo en un ir cambiando. A veces tenemos miedo a enfrentarnos al amor, y lo perdemos pues el amor auténtico es la ausencia total de miedo. Cuando rompemos una relación, cuando nos refugiamos en cosas que no están en nuestro camino, escapando de la realidad, ¿de que tenemos miedo? Precisamente de amar. La felicidad no está en tener lo que querríamos, sino en querer lo que tenemos, no proyectarnos hacia una situación idílica en la que todo está a nuestros gustos, pues nuestros gustos se agostarían y nos aburriríamos como a veces nos pasa con lo de cada día, cuando falta el amor. Hay un resello amoroso, divino, en todo; y cuando no lo veo voy quizás borracho de sensaciones que me impiden ver el trazado de la carretera, dominado por el miedo buscando una salida fácil que luego resulta tortuosa e infeliz. En una sociedad de cambios fáciles, es necesario entonces la sobriedad en esas formas de escape, no tener miedo al amor auténtico, cultivar con paciencia esa flor preciosa del amor.
Llucià Pou Sabaté

viernes, 1 de enero de 2010

Ternura, dolor y educación en el amor

Ternura, dolor y educación en el amor
Krzysztof Kieslowski era un director de películas sobre temas esenciales, como la serie que inició sobre ese resumen de la vida que son los diez mandamientos: “en diez frases, los diez mandamientos expresan la esencia de la vida”, decía. En “No amarás” habla de "una historia de amor". La protagonista, Magda, creía haberlo vivido y disfrutado todo, y se encuentra desencantada, cuando el amor aparece en escena... ahí todo puede pasar, en ese mundo mágico cualquier cosa puede ocurrirnos a cualquiera, por muy tarde que parezca. Así, el amor acaba por llamar a la puerta, aunque de qué manera es algo imprevisible. Muestra -a modo de documental- qué piensan y hacen los protagonistas, y cómo sus obsesiones los unen: Tomek –un chico nacido solo en un hospicio, acogido en casa de una mujer mayor, que tiene miedo de quedarse sola- ama a Magda, que no conoce el amor aunque lo ha buscado con empeño: después de un desengaño amoroso ella está desconsolada y se le derrama sobre la mesa una botella de leche, y juega pasando el dedo por la mancha blanca; al mismo tiempo, él –que ha oído que el dolor sólo se quita con otro dolor- jugando con unas tijeras se hace un corte en un dedo, y también él juega pasando el dedo en la sangre derramada… El blanco y el rojo aparecen como la necesidad de amor y el sacrificio; amor en la literatura va unido a la muerte: eros y tanathos, van siempre juntos. El dolor va unido al amor no correspondido, y al mismo tiempo el deseo de amor da sentido a la vida.
Cuando se encuentran los dos y por fin se hablan, él pone una mano sobre la de ella, y luego ella la otra encima y él la otra, esta imagen muestra el deseo de ternura que hay en el corazón de la persona, como un reflejo de algo que está más allá; junto a esas manos hay otra, la de Dios, que nos protege.
La persona, cuando se abre a la ternura y el respeto de su padre y creador, participa mejor del conocimiento del otro, de su acogida, de la aceptación incondicional de su modo de ser... Y esto cuesta. Dice una canción: “porqué es muy fácil hablar, es muy fácil rezar, pero querer de verdad a veces hace llorar”. El amor de modo espontáneo aparentemente es mejor, pero luego se ve que el amor más auténtico está hecho de renuncia, de un esfuerzo por salir de uno mismo y prestar atención a los pequeños detalles. En definitiva, se requiere una educación del corazón, cosa difícil pues nos han enseñado a educar la inteligencia y la voluntad, pero el ejercicio de la virtud además de esfuerzo es –para una plenitud de la persona- educación de la afectividad; como se quejaba Ingmar Bergman en una película: “te contaré una cosa banal: somos analfabetos emocionales. Hemos aprendido el cuerpo humano y la agricultura de Pretoria que la hipotenusa al cuadrado es igual a la suma de los catetos al cuadrado y todo eso… pero nada sobre el alma. Somos totalmente ignorantes respecto a nosotros mismos y a los demás.
Hemos agotado los recursos y de repente nos sentimos pobres, amargados y enfadados. Este verano voy a cumplir 45 años, razonablemente puedo vivir otros 30 pero mirándolo desde un punto de vista objetivo ya soy un cadáver. Durante los próximos 20 años puedo continuar amargando…”
Me decía una persona: “vivimos sólo una vida, y no la sabemos vivir, nos creemos eternos mientras se nos pasa el tiempo... El ser humano se ampara en mil cosas como posesión de saber, de dinero, de objetos, incluso, de personas. En cambio no centramos nuestros esfuerzos en conocernos... Y, sobre todo, en vivir...” Quizá perdimos esta noción esencial de la persona cuando la contemplamos desligada de esa mano que nos lleva desde lo alto. Así veía Pau Casals esta necesidad de educar en el amor: “Cada segundo que vivimos es un momento nuevo y único / del universo / un momento que nunca jamás volverá… / Y qué es lo que enseñamos a nuestros hijos? / Les enseñamos que dos más dos suman cuatro, / que París es la capital de Francia. / ¿Cuando los enseñamos, además, quiénes son? / A cada uno de ellos les deberemos decir: / Sabes qué eres? Eres una maravilla. / Eres único. Nunca antes ha habido ningún otro niño como tú. / Con tus piernas, con tus brazos, con la habilidad / de tus dedos, con tu manera de moverte. / Es posible que llegues a ser un Shakespeare, / un Miguel Ángel, / un Beethoven. / Tienes todas las capacidades. / Sí, eres una maravilla. / ¿Y cuando crezcas serás capaz de hacer daño a otro que, / como tú, / sea una maravilla? / Deberás trabajar -como todos debemos trabajar- para hacer / que el mundo sea digno de sus hijos.”
Llucià Pou Sabaté

Sobre la guerra de Gaza y otros textos

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