En la vida todo es aprendizaje, y lo mejor está por llegar…
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miércoles, 6 de noviembre de 2013

Europa cerrada

Las pateras llenas de africanos que intentan llegar a las costas de Europa para encontrar una vida nueva son un signo de una decadencia en humanidad, de nuestra falta de capacidad para encontrar soluciones solidarias. Pienso que es un aspecto más de esa crisis de occidente, donde el egoísmo ahoga la solidaridad. Vivimos muchos momentos de ayuda a los demás con el día de las misiones, la labor de caritas y otras instituciones similares, recientemente con el banco de alimentos que se ocupa de los necesitados que están cerca… pero Europa parece cerrada a los vecinos del sur. Es patética la hipocresía de Europa al hacer la vista gorda ante los que mueren ahogados en su intento de llegar a nuestras costas, llenas de radares que captan perfectamente esas embarcaciones. África ha sido campo de saqueo durante siglos, en una colonización horrible, infernal a veces, que ha quedado inmortalizada en la obra de Joseph Congar "El corazón de las tinieblas" (que fue guión de la película Apocalipsys now). La película de Spielberg sobre el comercio de esclavitud, "Amistad", también refleja ese horror de siglos, con millones de personas despojadas de su cultura, países despojados de sus recursos materiales y humanos, gobiernos instrumentalizados, pueblos corrompidos con nuestra fiebre perniciosa de consumo. Esa Europa quiere ahora encerrarse en su castillo donde todos son felices mientras fuera cunde el hambre y la desesperación. En el cuento de Edgar Allan Poe "La máscara de la muerte roja" se simboliza la futilidad del intento del príncipe de encerrarse en su palacio a dar fiestas hasta que pase la peste. Hay una fiesta de disfraces y se dan cuenta de la presencia de un convidado siniestro, que va con una capa tétrica y al final descubren que lleva la máscara de muerte, es la peste, que ha entrado en su palacio y así quedan todos contaminados, transmite la enfermedad mortal a los que pensaban estar a salvo aislados. Se les mete en casa. La muerte acabó entrando igual. El egoísmo no es solución. El aislamiento no es solución. Lo que salva es la solidaridad. Y hay un deber histórico: Europa es rica gracias, en buena medida, a todo lo que se llevó de África. Es una vergüenza pensar que tienen que morir de hambre a pocos kilómetros, mientras aquí se tira la comida. ¿Dónde están los derechos humanos? Todos somos responsables de reparar el daño hecho, invitando a nuestra mesa a los pobres. ¿Con qué vergüenza rechazamos las pateras? Son personas sin medios en su país, devastado por nuestra rapiña muchas veces, que solo piden las migajas de una limosna, vender baratijas en las plazas, repartir diarios o limpiar automóviles... Y aun así no los queremos. Europa desea permanecer cerrada mientras una África saqueada se desangra... igual que América Latina... igual que muchas personas del lejano Oriente... En nuestra mano está fomentar esa ayuda, tender la mano a los que están necesitados, pues nosotros podríamos ser ellos, y hemos de tratarlos como nos gustaría que nos trataran si estuviéramos nosotros en su piel. Llucià Pou Sabaté

martes, 2 de febrero de 2010

La familia, ¿algo superado?


La familia, ¿algo superado?
En una sociedad individualista, la plaga de la soledad va extendiéndose. Se ve más gente sola: mayores, niños, y la peor soledad, la acompañada, la existencia con alguien que no se soporta, pues como dijo Goethe: "la familia es tabla de salvación o sima de perdición". El ambiente en el que nos encontramos, sus formas culturales, provocan en nosotros esas preguntas: “¿La familia es tan esencial para la persona?”, y ante tanto fracaso familiar: “¿Cómo conseguir que no sea el matrimonio algo insoportable a la larga?”
Es verdad que hay dolor en muchos hogares, pero también es cierto que “los dolores abren una puerta a la profunda verdad sobre nosotros mismos” (P. Viladrich), y decía Chesterton que en el matrimonio puede haber tragedia, pero si el matrimonio se sostiene, la tragedia tiene sentido, no es absurda, no es para nada vana o baladí, sino que da muchos frutos. La vida en familia no es una cosa perfecta como si los esposos fueran dos relojes suizos, unas “máquinas perfectas”, sino que como en los ciclos vitales hay primaveras pero también otoños e inviernos… y la aceptación de las imperfecciones del otro es un paso hacia un amor maduro, se llega a aquel: “somos un desastre pero estamos juntos, en nuestra casa, y esto nos hace felices, podemos escribir una historia juntos”. Es como una pasión que lleva a no rendirse ante las dificultades, priorizar la protección de la familia. Y ésta es la mejor terapia para que los cónyuges y los hijos sean felices, no se encuentren solos. La separación es para casos dramáticos, pero es siempre el último recurso, ante el daño físico o moral grave, cuando la convivencia ya es imposible. Sin embargo, excepto esos casos, aunque mantener la familia suponga sacrificios para los esposos, es cuestión de amar a los demás, y sobre todo a los hijos: anteponerlos a lo que llamamos la "realización personal" egolátrica, saber que la solidez de la familia es para los hijos -y los esposos- la mejor prevención del síndrome de soledad.
Puede sonar a hipócrita, poco natural, esta búsqueda de reparar algo que se ha roto al parecer para siempre, o el intentar superar el engaño causado por el otro cónyuge, o aquella situación llamada “sin salida” a la que se ha llegado. Es más, se siente “injusta” una situación de convivencia falsa… pero dentro del teatro del mundo hay que hacer un poco de teatro, sabiendo que si separamos justicia de amor, queda la gran desgracia: injusticia con desamor, pues como decía Albert Camus, "sólo es tristeza -soledad- no ser amado y no amar. Lo que ocurre es que hoy nuestro mundo agoniza a consecuencia de esta desgracia: la larga reivindicación de la justicia ha desterrado el amor que, sin embargo, fue el que le dio nacimiento".
Y la prueba de que la “autenticidad” de tirarlo todo por la borda no funciona es ésta: estamos en un mundo lleno de hipocresía, donde los gobiernos están mandados por intereses económicos (que son la causa de las guerras de Oriente, etc.), donde las verdaderas motivaciones de muchas actuaciones no se dicen, donde no hay comunicación real sino marketing y ver cómo agradar. Y la misma fatuidad nos parece encontrarla en tantas estructuras y discursos con nombres de filantropía teórica… mientras vemos que el mundo está lleno de violencia, formas ocultas de agresividad. ¿Y cuál es la causa de esa patología, de esas formas de violencia y resentimiento? Apuntaré tres, sin excluir que haya otras: 1) el individualismo que rompe la dignidad de la persona, su relación con Dios y los demás, 2) una forma de egoísmo venenoso que relativiza todo, no cree en la verdad, se hunde en una existencia “cosificada”, es decir abierta sólo a llenarse de sensaciones vanas en una sociedad tecnológica; 3) una educación afectiva insuficiente, falta el hogar, es una sociedad sin amor. Una ley básica para esta educación del corazón es que la base de toda sociedad es que la persona tenga lo que llamamos “familia”. Y si falla, aparece frecuentemente la soledad existencial.
Llucià Pou Sabaté

Sobre la guerra de Gaza y otros textos

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