En la vida todo es aprendizaje, y lo mejor está por llegar…
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jueves, 11 de abril de 2024

La misericordia

 

La misericordia



Más allá de la Iglesia visible, hay una chispa divina en cada persona, en su conciencia, que le lleva a ir siempre más allá de lo que estamos viendo
Llucià Pou Sabaté
Miércoles, 10 de abril de 2024, 09:00 h (CET)

Este domingo II de Pascua es llamado de la “Divina misericordia”, y la verdad es que si de algo está necesitado el mundo es de misericordia. El papa Francisco lo ha recordado hace pocos años, haciendo propaganda del libro de Kasper. Es una palabra que viene de miseria y de corazón, sentir con nuestro corazón la miseria de los demás. Dios se pone en mi lugar, sufre por mis pecados en Jesús (Jn 3,16) y me salva.

   

Este domingo de la divina misericordia nos muestra Jesús resucitado que ilumina nuestra vida con un sentido nuevo. En él se cumplen las Escrituras como la de Jonás de estar tres días en la oscuridad de los muertos. Este paso que desde el Éxodo nos habla de purificación por el agua y el desierto y entrar en la tierra prometida, es nuestro bautismo que culmina en la Eucaristía donde participamos de la sangre del Señor. Todo ello este domingo de la Divina misericordia se expresa con dos rayos que manan del costado de Jesús: el agua y la sangre. El Bautismo, signo de la Pasión de Cristo, donde hemos sido muertos y sepultados con él para resucitar a una vida nueva; y el alimento de su vida, de su Espíritu, por el que podemos exclamar «¡Abba!, ¡Padre!» como hermanos de Cristo, identificados con él, para ser hijos de Dios.

   

En nuestra época de la posverdad, donde muchos piensan que somos solamente un puñado de células que va a desaparecer con la muerte, en medio de los anhelos de nuestro mundo veo que las promesas de Israel se cumplieron en Jesús, y más allá del contexto de aquella época, intuyo una palabra divina y una alianza que se cumple en Jesús de Nazaret, el Maestro: "Yo soy la resurrección y la vida" (Jn 11,25). La experiencia pascual transforma los corazones de los discípulos que pasan de ser torpes para lo espiritual, a enviados por el Espíritu Santo. Y ese mismo Espíritu de Jesús es albergado en cada uno de nuestros corazones, pues de algún modo Jesús se une a cada uno, en sus circunstancias, aunque muchos no lo sepan. No importa si somos todos un poco torpes, el Espíritu irá abriéndose camino. Esta es la misericordia de Dios, que estamos llamados a la eternidad, a un amor por siempre.

   

De este modo, Jesús sigue vivo en tantas personas que transmiten ese amor divino. Y “este es el día que hizo el Señor”, como canta el salmo.San Pablo nos anima a “buscar las cosas del cielo”… ¿Qué quiere decir? Para mí, es vivir en comunión: con Dios, los demás y con la creación, sabiendo que estamos en una escuela de aprendizaje, para ir viviendo ese amor que nos trajo el carpintero de Nazaret, ese pescador de personas, en cierto modo es traer el cielo a la tierra para hacer de la tierra un cielo.

   

Porque esta es la fuente de la alegría pascual, Macario el Grande dice que, a veces, a los creyentes “se les inunda el espíritu de una alegría y de un amor tal que, si fuera posible, acogerían a todos los hombres en su corazón, sin distinguir entre buenos y malos”. Estamos hablando de un Dios que acoge buenos y malos. Y “de esta experiencia pascual nace una actitud nueva de esperanza frente a todas las adversidades y sufrimientos de la vida, una serenidad diferente ante los conflictos y problemas diarios, una paciencia grande con cualquier persona… ser cristiano es, precisamente, hacer esta experiencia y desgranarla luego en vivencias, actitudes y comportamiento a lo largo de la vida” (José Antonio Pagola).


Al igual que se han dado pasos en el ecumenismo (unos hacia delante, otros parece que hacia atrás) el gran tema es la salvación, la verdad de Jesús y su papel en las espiritualidades, el papel de la Iglesia visible dentro de la llamada invisible a todos a formar parte de ese cuerpo de Cristo más allá de los elementos visibles. Esto significa que más allá de la Iglesia visible, hay una chispa divina en cada persona, en su conciencia, que le lleva a ir siempre más allá de lo que estamos viendo, hacia un  “para siempre”.

miércoles, 3 de abril de 2024

Juan Pablo II y la fiesta de la Divina Misericordia

 

Juan Pablo II y la fiesta de la Divina Misericordia

2024-04-02

Al igual que la fiesta de Santa María Madre de Dios completa la octava de la Navidad, ahora...

Llucià Pou Sabaté

Hoy, 2 de abril, es aniversario de la muerte de Juan Pablo II. El año de su fallecimiento, esta fecha caía en la víspera de la fiesta de la Divina Misericordia, que él instauró siguiendo la devoción impulsada por Santa María Faustina Kowalska, la monja polaca que recibió esa misión de Jesús.

Al igual que la fiesta de Santa María Madre de Dios completa la octava de la Navidad, ahora esta Fiesta de la Divina Misericordia se celebra al final de la octava de la otra Pascua, la de Resurrección. Es lo que subraya el Papa Francisco como base de la reforma que está acometiendo en la Iglesia (por ejemplo en la acogida de los que no tienen una situación regular en la Iglesia).

Así recogía santa Faustina las palabras que recibió de Jesús: “Mi Misericordia es mas grande que tus miserias y de aquellas del mundo entero. ¿Quién ha medido mi bondad? Por ti he bajado del cielo a la tierra, por ti me he dejado poner en la Cruz, por ti he permitido que fuera abierto con una lanza mi Sagrado Corazón y he abierto para ti una fuente de Misericordia. Ven y toma de las Gracias de esta fuente con el recipiente de la confianza. No rechazaré jamás un corazón que se humilla, tu miseria será hundida en el abismo de mi Misericordia” (Diario, n. 1485).

Esta devoción señala que cuanto más fuertes sean nuestros pecados, más grande es la misericordia divina. Enlaza muy bien con el lema esperanzador del Papa Wojtyla: “¡No tengáis miedo!”, y decía también que “el hombre no tiene necesidad de nada tanto como de la Divina Misericordia - de aquel amor que quiere bien, que compadece, que realza al hombre sobre su debilidad hacia las infinitas alturas de la santidad de Dios… oír en el profundo de su alma cuanto oyó la Beata [Faustina]: «No tengas miedo de nada. Yo estoy siempre contigo». Y si responde con corazón sincero: «Jesús, ¡confío en Ti!», encontrará la fortaleza en todas sus angustias y miedos. En este diálogo de abandono, se establece entre el hombre y Cristo una particular unión que exhala el amor. Y «en el amor no hay temor -escribe san Juan- al contrario, el amor perfecto echa fuera el temor» (1 Jn 4,18)”.

Precisamente es la misericordia lo que fue el título de la Encíclica de Juan Pablo II sobre Dios Padre: Rico en misericordia (Dives in misericordia) mostrando el corazón de Dios que se expresa a través de Jesús en la parábola del padre misericordioso (y el hijo pródigo): “El mensaje de la Divina Misericordia ha sido para mí siempre querido y cercano. Es como si la historia lo hubiese inscrito en la trágica experiencia de la segunda guerra mundial. En aquellos años difíciles, fue un particular sostén y una inagotable fuente de esperanza, no sólo para los habitantes de Cracovia, sino para toda la nación. Esta fue también mi experiencia personal, que llevé conmigo a la Sede de Pedro y que, en ciento sentido, forma la imagen de este pontificado”. Y resume: “Desde el comienzo de mi pontificado he considerado este mensaje como mi cometido especial. La Providencia me lo ha asignado”.

Por eso, pienso que Juan Pablo II dejó a la humanidad de este siglo XXI una mayor comprensión de la Divina Misericordia. El siglo XX había dejado una devoción al Sagrado Corazón, con una jaculatoria que resume esa larga tradición de la oración del corazón, que va al ritmo de la respiración: “Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío”. Podemos decir que del Sagrado corazón de Jesús en la Cruz manan el agua salvadora (bautismo, confesión) y la sangre redentora (Eucaristía, alimento de salvación). Y esta misma oración, más resumida, es la que propone la Divina misericordia, de un modo confiado y más sencillo todavía: “Jesús, en ti confío”, con la imagen de Jesús resucitado con el costado abierto y saliendo dos rayos de luz, los mismos de la Pasión pero en la gloria. Además, de algún modo veo que esta devoción hace eco de la espiritualidad (sencillez confiada del santo abandono) de santa Teresita.

Este sería el mensaje que para mí resume la labor de Juan Pablo Magno, y que Francisco quiere desarrollar para todos, pues si algo necesita el mundo es esa ternura que salva.

Sobre la guerra de Gaza y otros textos

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