En la vida todo es aprendizaje, y lo mejor está por llegar…
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jueves, 11 de enero de 2024

“Una sola carne” y el amor de pareja

 




   Continuando con el post anterior: Se dice que con el matrimonio dos personas se hacen una sola carne. ¿Cómo es posible, si tienen dos individualidades distintas? No es solamente la unión física, sino que el amante está en el amado como plantado en la cabeza, en el pensamiento y el sentimiento. Y así, sólo estando uno en el otro puede ser posible ser uno solo. Estar en el otro es "ser el otro", ser uno para el otro. Esto significa que estar enamorado ya no es cosa de un tiempo pasajero, sino que de algún modo puede alimentarse para siempre, con o sin sentimiento. Aunque se padezca a veces, pero el amor es darse, entregarse, dar algo que ya no pertenece a uno, decir sí cada día, siempre. Todo esto, que derrocha realidad, no es fácil llevarlo a la práctica, pero se hace más fácil si hay una comprensión, si se tiene el poder que significan estas ideas si se saben desde la experiencia vivida. Y es que el amor no es una obligación pero muchas veces sí es un acto de justicia con la persona que se ha entregado libre y totalmente, y en este sentido se pueden superar estados pasajeros, como pueden ser enfados fruto de crisis nerviosas donde se dicen cosas que atacan a la pareja, que no se piensan en situaciones normales. Pues una persona no se casa solamente porque ama, sino también porque quiere amar a pesar de los problemas. Este sentido profundo de lealtad es constitutivo de la vida, y también para el equilibrio personal, una armonía vital que si falla, si no cumplimos con ese deber que aparece ante nuestra consciencia, el alma me hace sentir como enfermo, y mi corazón no me deja descansar. Puede ser difícil el amor cuando no hay ese estar enamorado, cuando en algún momento falta el sentimiento, que es voluble y a veces desaparece. 
   En la imagen de los Magos de Oriente que siguen la estrella hasta Jesús, el resplandor del astro desaparece durante un tiempo, y ellos siguen, se informan, preguntan, pero no abandonan, hasta que vuelve otra vez esa luz que los guía; así pasa con el sentimiento. En la imagen del fuego, el sentimiento es la llama, mientras que el amor es el rescoldo, que aunque a veces esté oculto entre las cenizas, no se apaga, y cuando se aviva con más oxígeno (esos pequeños detalles necesarios) la llama vuelve. La expresión de que con el matrimonio los dos se hacen “una sola carne" significa también esto. Hoy día hay miedo al compromiso, a que el hecho formal pueda estropear la relación amorosa. Como oí hace poco: hay un tipo de amistad entre un hombre y una mujer que no tiene sexo… y se llama “matrimonio”.    
   Hoy día, formar una familia muchas veces no pasa por el matrimonio, es una unión de ser "uno del otro" sin casarse. Pienso que esas formas de casarse y sentirse comprometido sin un lazo formal ante la sociedad o la iglesia responde a la crisis de las instituciones, y así se puede estar uno en el otro y entregarse hasta darse del todo a la pareja, con un amor que existe “de verdad”, y que sea un compromiso para siempre, un “matrimonio”, aunque no haya testigos y formalidades. ¿Es preciso un reconocimiento público a esa unión? El sentido religioso-social de la alianza esponsal responde al sentido religioso-social de la persona, que vive con los demás. En algunas épocas, el puritanismo o sentido de moral-social ha hecho de esto la esencia del matrimonio, pero en realidad es solamente un aspecto no esencial del mismo: un reconocimiento como otro contractual o de status social. De manera que el amor es a la vez una intuición, admiración mutua, etc., y un acto de paciencia y perseverancia, que no es “aguantar” estoicamente sino mantenerse en la decisión de amar a pesar de las tormentas, pues luego vuelve la calma y la luz del sol. Si se empeñan los dos, el sentimiento reaparece con su luz y pasión... 
    Para profundizar en eso conviene tener en cuenta que el cerebro y nuestra mente está siempre influenciada por emociones y sentimientos, así cuando nos enfadamos con una persona podemos generar odio hacia ella, y cuando se nos pasó el enfado la volvemos a querer; es decir que pensamos algo que al cabo de poco rato ya no pensamos. Así también, podemos sentirnos enamorados hacia una persona que acabamos de conocer, sin tener en cuenta aspectos de justicia como la lealtad que debemos a nuestra pareja, y las consecuencias desastrosas que puede causar dejarnos llevar por el vuelo de “una mariposa” pasajera; la mente goza de autocontrol para no caer irremediablemente hacia conductas pasajeras, llevadas por un sentimiento. Y es que la mente necesita tomar cierta distancia de circunstancias que nos puedan afectar, incluso en algunos casos puede servirnos una cierta proyección, pensar en situaciones de futuro y estabilidad antes de tomar decisiones, pensar con quién nos vemos dentro de unos años, o en caso de enfermedad, o quién queremos que nos acompañe a nuestra muerte. 
   La libertad se va completando con lo que llamamos responsabilidad. Nos hace ver que muchos pensamientos influenciados por emociones no son objetivos, algo así como la visión que tenemos de un palo dentro del agua se ve torcido, y hay que esperar, como el palo cuando se saca ya se ve recto, cuando pasa aquella dificultad emocional, etc... Así, ese sentido de "una sola carne" nos indica que en la antropología del amor hay un proceso, que puede empezar, como al encender fuego, por cosas más sensitivas-corporales como las sensaciones-conmociones ante el otro/a, para luego ir hacia las emociones, que ya son sentimientos y provocar un sentimiento único que toca lo más íntimo y es el enamoramiento, que ya no es "para mí" sino más espiritual, ya no es concupiscencia-eros sino donación-agapé. 
   De la mano de la amistad se pasa a otro terreno más espiritual, el agapé o amor de donación, es un trascender el “te quiero para mí” (o en el sentido coloquial, “te comería”) para pasar a un desear el bien del otro, decir: "es bueno que existas", quiero lo bueno para ti, y esa amistad aparece como lo mejor de la vida. Así, aparece un tipo de amistad (amor de benevolencia), único en su modo, que es el amor esponsal, que es cuando se dice a una persona "eres mi vida, soy tuyo", y uno es para el otro... amor esponsal que se realiza en la unión auténtica de los esposos.

sábado, 22 de mayo de 2010

Infidelidad en el matrimonio


“Qué duro es olvidar una infidelidad”, he oído decir a distintas personas, llorando porque hacía uno, dos, más años que le pedía a Dios que le hiciera olvidar esta terrible experiencia de sentir “la traición”. Sensación de tristeza, desconcierto porque sucedió con la persona menos esperada, y desde entonces ya nada es igual: “ya no siento lo mismo que antes”. Hay melancolía, pues “la herida” tarda en cerrar, y el dolor puede hacerse insoportable hasta poder decir: “a veces mi cabeza va a estallar”... entonces, se piensa en la separación para huir de esa situación.

Todo esto lo trata la película “Infiel” (Trolösa) tiene por directora Liv Ullmann, y por guionista Ingmar Bergman, los que en otro tiempo fueron director y musa, además de compañera sentimental. Ahora es ella quien dirige un drama por el que los dos han pasado, ella directora y él ahora guionista. No se juega ahí con ser “modernos” y decir que hay que ser “auténticos” en una relación y “encontrarse a sí mismo”: se va al fondo de la cuestión, hasta llegar a las víctimas del crimen: la revolución sexual es ya historia. En el cine comercial, como dice “Bloggermania.com” en la crítica de este film, se ve “una visión trivial de la infidelidad, que poco tiene que ver con la vida real”. Ahí se notan los cineastas de categoría, al abordar con expresión artística el adulterio y sus consecuencias sin ningún barniz acaramelado.

“Infiel” comienza con el relato de un escritor (Erlend Josephson, que representa a Bergman) solitario, en su casa junto al mar, que recuerda una mujer (Lena Endre). Ella aparece y responde a sus preguntas, que se van convirtiendo en el relato de su vida... un matrimonio que se resquebraja, por culpa del amigo íntimo del marido. La infidelidad será la causa de la infelicidad de todos, especialmente de la hija... (recordemos que Liv y Ingmar tuvieron una hija). Según la propia Ullmann es un "drama psicológico durísimo y muy oscuro... su historia es mi historia, y también la de Bergman... es la historia de todos nosotros, de todos ustedes, porque creo que la película habla de asuntos universales".

Efectivamente, la realidad del adulterio y sus tremendas consecuencias son una plaga hoy día, y se plantean cosas tremendas como el resentimiento: "Creo en el perdón, porque toda mi vida he pensado que si no somos capaces de perdonar al otro, por ejemplo a la pareja infiel, la vida no avanza, todo se estanca, será imposible ser feliz de nuevo", sigue diciendo Ullmann.

Se plantean problemas interesantes. Uno de ellos es la irresponsabilidad, que destroza unas vidas por dejarse llevar por la sensualidad, por buscar una “historia más excitante” que la vida ordinaria. La irresponsabilidad viene muchas veces por una excesiva seguridad, y no cuidar las ocasiones previsibles, como dice Cervantes: "que es de vidrio la mujer pero no debes probar si se puede o no quebrar que todo podría ser", y lo mismo se puede decir del hombre pues en esto también hay bastante igualdad.

Ante un bien tan sagrado como es el matrimonio, la infidelidad aparece con falsas razones: “no causa ningún mal si hay ignorancia, si el engaño no se llega a saber”... Parece que no pasa nada, pero entonces ya “ha pasado mucho”. A eso se llama banalidad, que es una de las caras del mal. Poco a poco, imperceptiblemente se va desmoronando todo, el egoísmo va minando el amor hasta convertirlo en odio y venganza, una pasión que ciega y lleva a la crueldad, destroza todo, como dice el comienzo del film: “No hay ningún fracaso, ni la enfermedad, ni la ruina profesional o económica, que tenga un eco tan cruel y profundo en el subconsciente, como un divorcio. Penetra hasta el núcleo de la angustia, resucitándola. La herida provocada es más profunda que toda una vida” (Botho Strauss).

Ullmann ve que en un mundo de engaño y falta de verdad, “la deslealtad es un modo de vida que cada vez adoptan más personas. Los principios morales simplemente desaparecen. Hombres y mujeres deciden jugar a un juego de adultos: amémonos al límite, seamos felices juntos, olvidémonos de juzgar qué es bueno y qué es malo. Pero súbitamente todo se desmorona. Viene la tragedia. Todos son infieles entre sí... la víctima resulta ser la niña, la personita que ha sido utilizada en el juego de los adultos, sentada en medio de un carrusel emocional, sin entender cuál es su verdadero papel en la historia". Esta lucidez choca con los comentarios engañosos que oímos: “no voy a dejar de ser feliz por culpa de los niños...” Sigue Liv con su análisis: "En este nuevo milenio que estrenamos, la deslealtad es un modo de vida que cada vez adoptan más personas”... al final, la muerte. Esta es la parte más negativa de Bergman y de sus películas: en el film aparece un “determinismo”, aporta un análisis psicológico de gran calidad, los problemas del hombre, pero no la dirección en la que se encuentran las soluciones, por eso tiene un punto de amargado en su lucidez cerrada a la trascendencia.

En realidad, la vida no es así: no somos “inamovibles”, siempre hay la posibilidad de recomenzar, hay voluntad de poder querer: esto es la libertad. La felicidad pasa por aceptar las personas como son, eso es querer. ¿Y qué pasa cuando el cónyuge es infiel? Hay motivos para separarse de él, si se quiere: pero es la última solución. Hay derecho a la ruptura, pero quien tiene fe –y todos podemos pedirla- ve en la desgracia una Cruz, un camino de encuentro con Jesús, de ser feliz. Muchas separaciones son precipitadas, se dice "me he liberado" -tanto ellas como ellos-, y luego es peor porque la liberación no viene de huir de las dificultades, la auténtica libertad viene de asumir compromisos y en definitiva de la fidelidad. La felicidad está en darse en un compromiso de amor.

Llucià Pou Sabaté

viernes, 7 de mayo de 2010

La familia, ¿algo superado?


En una sociedad individualista, la plaga de la soledad va extendiéndose. Se ve más gente sola: mayores, niños, y la peor soledad, la acompañada, la existencia con alguien que no se soporta, pues como dijo Goethe: "la familia es tabla de salvación o sima de perdición". El ambiente en el que nos encontramos, sus formas culturales, provocan en nosotros esas preguntas: “¿La familia es tan esencial para la persona?”, y ante tanto fracaso familiar: “¿Cómo conseguir que no sea el matrimonio algo insoportable a la larga?”
Es verdad que hay dolor en muchos hogares, pero también es cierto que “los dolores abren una puerta a la profunda verdad sobre nosotros mismos” (P. Viladrich), y decía Chesterton que en el matrimonio puede haber tragedia, pero si el matrimonio se sostiene, la tragedia tiene sentido, no es absurda, no es para nada vana o baladí, sino que da muchos frutos. La vida en familia no es una cosa perfecta como si los esposos fueran dos relojes suizos, unas “máquinas perfectas”, sino que como en los ciclos vitales hay primaveras pero también otoños e inviernos… y la aceptación de las imperfecciones del otro es un paso hacia un amor maduro, se llega a aquel: “somos un desastre pero estamos juntos, en nuestra casa, y esto nos hace felices, podemos escribir una historia juntos”. Es como una pasión que lleva a no rendirse ante las dificultades, priorizar la protección de la familia. Y ésta es la mejor terapia para que los cónyuges y los hijos sean felices, no se encuentren solos. La separación es para casos dramáticos, pero es siempre el último recurso, ante el daño físico o moral grave, cuando la convivencia ya es imposible. Sin embargo, excepto esos casos, aunque mantener la familia suponga sacrificios para los esposos, es cuestión de amar a los demás, y sobre todo a los hijos: anteponerlos a lo que llamamos la "realización personal" egolátrica, saber que la solidez de la familia es para los hijos -y los esposos- la mejor prevención del síndrome de soledad.
Puede sonar a hipócrita, poco natural, esta búsqueda de reparar algo que se ha roto al parecer para siempre, o el intentar superar el engaño causado por el otro cónyuge, o aquella situación llamada “sin salida” a la que se ha llegado. Es más, se siente “injusta” una situación de convivencia falsa… pero dentro del teatro del mundo hay que hacer un poco de teatro, sabiendo que si separamos justicia de amor, queda la gran desgracia: injusticia con desamor, pues como decía Albert Camus, "sólo es tristeza -soledad- no ser amado y no amar. Lo que ocurre es que hoy nuestro mundo agoniza a consecuencia de esta desgracia: la larga reivindicación de la justicia ha desterrado el amor que, sin embargo, fue el que le dio nacimiento".
Y la prueba de que la “autenticidad” de tirarlo todo por la borda no funciona es ésta: estamos en un mundo lleno de hipocresía, donde los gobiernos están mandados por intereses económicos (que son la causa de las guerras de Oriente, etc.), donde las verdaderas motivaciones de muchas actuaciones no se dicen, donde no hay comunicación real sino marketing y ver cómo agradar. Y la misma fatuidad nos parece encontrarla en tantas estructuras y discursos con nombres de filantropía teórica… mientras vemos que el mundo está lleno de violencia, formas ocultas de agresividad. ¿Y cuál es la causa de esa patología, de esas formas de violencia y resentimiento? Apuntaré tres, sin excluir que haya otras: 1) el individualismo que rompe la dignidad de la persona, su relación con Dios y los demás, 2) una forma de egoísmo venenoso que relativiza todo, no cree en la verdad, se hunde en una existencia “cosificada”, es decir abierta sólo a llenarse de sensaciones vanas en una sociedad tecnológica; 3) una educación afectiva insuficiente, falta el hogar, es una sociedad sin amor. Una ley básica para esta educación del corazón es que la base de toda sociedad es que la persona tenga lo que llamamos “familia”. Y si falla, aparece frecuentemente la soledad existencial.

jueves, 11 de marzo de 2010

Preparación al matrimonio con Pixar...



me parece una buena película para cine forum, con la problemática familiar muy bien tratada,
llucià pou sabaté

Sobre la guerra de Gaza y otros textos

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