La santidad de todos: una puerta abierta al cielo
Entre el 1 y el 2 de noviembre, la Iglesia celebra la vida, la memoria y la esperanza que vence a la muerte. Cada año, cuando llega noviembre, los cementerios se llenan de flores y las iglesias de silencio y oración. Son días en que la vida y la muerte se miran de frente. La liturgia une dos celebraciones inseparables: el Día de Todos los Santos (1 de noviembre) y la Conmemoración de los Fieles Difuntos (2 de noviembre). Ambas fiestas expresan una misma verdad: la muerte no es el final. Como decía Confucio, la vida es un pasillo y la muerte una puerta. Y para el cristiano, esa puerta se abre hacia la plenitud del amor de Dios. Santos de carne y hueso La santidad no es un lujo de unos pocos. Es la meta de todos. Los santos no son seres perfectos ni inalcanzables, sino personas concretas en quienes la gracia ha triunfado sobre la debilidad. Mártires, madres, sacerdotes, pobres, reyes o conversos: todos ellos fueron reformadores porque comenzaron por reformarse a sí mismos. T...