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domingo, 31 de marzo de 2024

"Profundo silencio expectante, de la mano de la Virgen María"

 

"Profundo silencio expectante, de la mano de la Virgen María"

2024-03-30

El Señor hace su entrada donde están ellos, llevando en sus manos el arma victoriosa...

Llucià Pou Sabaté
   
"Reflexiones para el Sábado Santo"

"Vivimos el recuerdo y el signo de su “amor hasta el extremo”

Las Iglesias están desnudas y no hay liturgia. Jesús duerme en el sepulcro, y nosotros esperamos el gran acontecimiento de la Resurrección, perseverando con María en la espera, rezando y meditando. Hace falta un día de silencio para meditar en la realidad de la vida humana, en las fuerzas del mal y en la gran fuerza del bien que surge de la Pasión y de la Resurrección del Señor. Nos recuerda la espera de las madres, que sufren por los hijos, la compasión de las madres que sufren en silencio, a distancia. Se habla en muchos sitios de imágenes de la Virgen que lloran… son lágrimas que hay que entenderlas no tanto físicas, sino sobre todo lágrimas interiores que son las que más duelen y las que más cuestan.

En la liturgia de las Horas leemos hoy una homilía del siglo II que habla del descenso del Señor a la región de los muertos y un diálogo entre Cristo y Adán; recuerdo que cuando yo era pequeño me ocultaban esa tradición, diciendo que “Adán” estaba apartado de Dios; su lectura entera puede servirnos para meditar hoy: “Un gran silencio se cierne hoy sobre la tierra; un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio, porque el Rey está durmiendo; la tierra está temerosa y no se atreve a moverse, porque el Dios hecho hombre se ha dormido y ha despertado a los que dormían desde hace siglo. El Dios hecho hombre ha muerto y ha puesto en movimiento la región de los muertos.

En primer lugar, va a buscar a nuestro primer padre, como la oveja perdida. Quiere visitar a los que yacen sumergidos en las tinieblas y en las sombras de la muerte; Dios y su Hijo van liberar de los dolores de la muerte a Adán, que está cautivo, y a Eva, que está cautiva con él.

El Señor hace su entrada donde están ellos, llevando en sus manos el arma victoriosa de la cruz. Al verlo, Adán, nuestro primer padre, golpeándose el pecho de estupor, exclama, dirigiéndose a todos: «Mi Señor está con todos vosotros.» Y responde Cristo a Adán: «Y con tu espíritu.» Y, tomándolo de la mano, lo levanta, diciéndole: «Despierta, tú que duermes, y levántate de entre los muertos y te iluminará Cristo.

Yo soy tu Dios, que por ti me hice hijo tuyo, por ti y por todos estos que habían de nacer de ti; digo, ahora, y ordeno a todos los que estaban en cadenas: «Salid» y a los que estaban en tinieblas: «Sed iluminados», y a los que estaban adormilados: «Levantaos».

Yo te lo mando: Despierta, tú que duermes; porque yo no te he creado para que estuvieras preso en la región de los muertos. Levántate de entre los muertos; yo soy la vida de los que han muerto. Levántate, obra de mis manos; levántate, mi efigie, tú que has sido creado a imagen mía. Levántate, salgamos de aquí; porque tú en mí y yo en ti somos una sola cosa.

Por ti, yo, tu Dios, me he hecho hijo tuyo; por ti, siendo Señor, asumí tu misma apariencia de esclavo; por ti, yo, que estoy por encima de los cielos, vine a la tierra, y aun bajo tierra; por ti, hombre, vine a ser como hombre sin fuerzas, abandonado entre los muertos; por ti, que fuiste expulsado del huerto paradisíaco, fui entregado a los judíos en un huerto y sepultado en un huerto.

Mira los salivazos de mi rostro, que recibí, por ti, para restituirte el primitivo aliento de vida que inspiré en tu rostro. Mira las bofetadas de mis mejillas, que soporté para reformar a imagen mía tu aspecto deteriorado. Mira los azotes de mi espalda, que recibí para quitarte de la espalda el peso de tus pecados. Mira mis manos, fuertemente sujetas con clavos en el árbol de la cruz, por ti, que en otro tiempo extendiste funestamente una de tus manos hacia el árbol prohibido.

Me dormí en la cruz, y la lanza penetró en mi costado, por ti, de cuyo costado salió Eva, mientras dormías allá en el paraíso. Mi costado ha curado el dolor del tuyo. Mi sueño te sacará del sueño de la muerte. Mi lanza ha reprimido la espada de fuego que se alzaba contra ti.

Levántate, vayámonos de aquí. El enemigo te hizo salir del paraíso; yo, en cambio, te coloco no ya en el paraíso, sino en el trono celestial. Te prohibí comer del simbólico árbol de la vida; más he aquí que yo, que soy la vida, estoy unido a ti. Puse a los ángeles a tu servicio, para que te guardaran; ahora hago que te adoren en calidad de Dios.

Tienes preparado un trono de querubines, están dispuestos los mensajeros, construido el tálamo, preparado el banquete, adornados los eternos tabernáculos y mansiones, a tu disposición el tesoro de todos los bienes, y preparado desde toda la eternidad el reino de los cielos.”

Podemos vivir este día especialmente unidos a María, la Madre de Jesús, que espera. Es la “Esperanza”. Recuerda el descender del Cuerpo de la Cruz con sus llagas sangrantes, su sudor y el barro mezclado con salivazos. El sepulcro donde José de Arimatea acomodó el cuerpo de Jesús. Quizá Maria medita el salmo 138: “Si escalo el cielo, allá estás tú; si me acuesto en el abismo, allí te encuentro. Si vuelo hasta el margen de la aurora, si emigro hasta el confín del mar, allí me alcanzará tu izquierda, me agarrará tu derecha. Si digo: que al menos la tiniebla me encubra…’, ni la tiniebla es oscura para ti, la noche es clara como el día” (8-12).

Ella en su alma sufrió con su Hijo; quizá intuyó sus sentimientos san Pablo cuando escribía: “Para mí la vida es Cristo. Si puedo estar junto a Él (es decir, si muero) es una ganancia. Pero si quedo en esta vida, todavía puedo llevar fruto. Así me encuentro en este dilema: partir –es decir, ser ejecutado- y estar con Cristo, sería lo mejor; pero, quedarme en esta vida es más necesario para vosotros” (Fil 1,21ss).

Hoy no hay Eucaristía en el mundo, vivimos el recuerdo y el signo de su “amor hasta el extremo”, la Santa Cruz que adoramos devotamente. Hoy es el día para acompañar a María, la madre. Ella, que con ternura y amor guardaba en su corazón de madre los misterios que no acababa de entender de aquel Hijo que era el Salvador de los hombres, está dolorosa y esperanzada: es María de la Soledad, la Virgen Esperanza que intuye el estallido de la resurrección. Por eso se llamaba el “sábado de gloria”.

domingo, 10 de octubre de 2010

La Semana Santa en América Latina

Cuelgo el post que me pasa un amigo... Llucià Pou Sabaté

LA RELIGIOSIDAD DE LA SEMANA SANTA EN AMÉRICA LATINA.

Durante la Semana Santa que finalizó hace algunos días observamos devociones y prácticas religiosas que expresan la oración y meditaciones de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo: Misas, celebraciones litúrgicas, penitencias, comidas de Semana Santa. visitas a santuarios y templos religiosos.

Pero, corremos el riesgo de quedarnos en una religiosidad popular ritual, que puede ser una práctica religiosa, que no lleve a una auténtica experiencia religiosa de fe. La Semana Santa debe llevarnos a Jesucristo, mediante la conversión, confesión, Eucaristía y testimonio cristiano en la Iglesia y la sociedad. Lo más importante en el camino de la santidad y de la Espiritualidad no es no cometer pecados y cumplir con una serie de ritos, sino algo más importante, comunión con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, con la Virgen , la Iglesia y las demás personas que encierra lo anterior.

Las prácticas de la devoción en Semana Santa son un medio para seguir nuestro camino de fe hacia la perfección cristiana, no podemos conformarnos con que todo llega a esto y para qué más compromiso cristiano, así que se debe trabajar por la religiosidad popular auténtica y el compromiso cristiano que permite llegar a una amistad plena con Jesucristo, no poner peros a su amor infinito y santificador, ser Iglesia con los demás.

Parecen contradictorios los escenarios en que sucede la Semana Santa, en Europa, con el aire secularista, se quiere llevar lo sagrado a lo privado, para encerrar el culto, qué problemático este asunto, mientras en América Latina, hay una religiosidad de tanto fervor y piedad que sobran las prácticas religiosas y se multiplican con la espontaneidad y el afecto característicos de nuestra gente.

En estos días se han ofrecido promesas penitencias y mandas para alcanzar favores por la pasión del Señor y la intercesión de la Virgen, de los Angeles y los santos, se han caminado las procesiones con cirios y veladoras para tocar el corazón de Dios, se ha participado en familia de la procesión y Misa del Domingo de Ramos, en forma multitudinaria, llevando los tradicionales cogollos de palma, toda la familia en oraciones y buenos propósitos, no importando el sol y la lluvia en algunas ocasiones, se ha observado el ritual del lavatorio de los pies con escenas representadas por jóvenes y adultos, el Viernes santo, se ha venerado la Cruz en forma solemne y la participación en las escenas del Vía Crucis en vivo, verdaderos íconos cristianos representativos dando toque sagrado a nuestro contexto socio-cultural, nadie se pierde de esto, desde pequeños en brazos de sus padres y los mayores de edad, con una fe acumulada, con tanta tradición en sus espaldas y así se da la transmisión a través de los ritos de la fe cristiana. Se ha llevado en procesión a Cristo en el santo sepulcro hasta finalizar en el cementerio de la ciudad, de este pueblo grande que cree .

En la solemne Vigilia Pascual, la bendición de las veladoras y del agua que llevan en botellas plásticas, porque quieren llevarse un poco de lo sagrado a la casa, quieren hacer de su casa un templo, para el perdón de los pecados y la salvación de las familias. El Domingo de Pascua, después de la Misa, los bautismos de niños pequeños para ponerse al día con los mandamientos de la Iglesia.

Miguel Felipe Hernández Arteaga

martes, 6 de abril de 2010

TRIDUO PASCUAL.


Entramos en los tres días de preparación a la Pascua, a la fiesta más
importante del año. El jueves se bendicen los sagrados óleos para el
bautismo, para la unción de los enfermos, y el crisma. Luego, por la
tarde, después de la misa «in cena Domini», habrá tiempo para la
adoración, como para responder a la invitación que Jesús dirigió a sus
discípulos en la dramática noche de su agonía: «Quedaos aquí y velad
conmigo» (Mateo 26,38).
El Viernes santo es un día de profunda emoción, en el que la Iglesia
nos hace volver a escuchar el relato de la pasión de Cristo. La
«adoración» de la cruz será el centro de la acción litúrgica que se
celebrará ese día, mientras la comunidad eclesial ora intensamente por
las necesidades de los creyentes y del mundo entero.
A continuación viene una fase de profundo silencio. Todo callará hasta
la noche del Sábado santo. En el centro de las tinieblas irrumpirán la
alegría y la luz con los sugestivos ritos de la Vigilia pascual y el
canto gozoso del «Aleluya». Será el encuentro, en la fe, con Cristo
resucitado, y la alegría pascual se prolongará a lo largo de los
cincuenta días que seguirán.
Recuerdo aquella canción de amor: "llegó con tres heridas: / la del
amor, / la de la muerte, / la de la vida. // Con tres heridas viene: /
la de la vida, / la del amor, / la de la muerte. // Con tres heridas
yo: / la de la vida, / la de la muerte, / la del amor". El Maestro ha
preparado estos días, en los que celebramos que "sus heridas nos han
curado" (Luis Manuel Suárez).

Llucià Pou Sabaté

Sobre la guerra de Gaza y otros textos

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