El buen corazón para un mundo mejor
Ese “instinto de superación espiritual” no es automático, pues como dice una leyenda india, tenemos dentro dos lobos, uno blanco (pureza) y otro negro (maldad), y crece el que alimentemos. Requiere un trabajo de purificación, de ejercicio (ascesis): "No os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente" (Rom, 12,2). Esa conversión no es a fuerza de brazos, sino con el Espíritu de la verdad, procurando dejarle hacer en nosotros, abrirle espacio interior de nuestro corazón para distinguir “cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto” (Rom, 12,2).
Se habla mucho de construir un mundo mejor, pero eso no será haciendo leyes sino que la justicia y la paz vendrán con la educación del corazón: la raíz del mal y del bien está siempre en el interior de cada ser humano. Y el mundo mejorará con un cambio del corazón (metanoia). Los valores evangélicos (civilización del amor) contrastan con las tendencias dominantes de mundanidad y se requiere una renovación «hasta alcanzar un conocimiento perfecto según la imagen de su creador» (Col 3, 10). El camino no es el orgullo (jugar a ser dioses), sino la humildad: filiación divina, obediencia a esa chispa divina en nuestro interior.
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