En la vida todo es aprendizaje, y lo mejor está por llegar…

jueves, 30 de noviembre de 2023

La "taza vacía" puede llenarse de cosas nuevas


La vida no consiste tanto en querer controlar como en soltar amarras.


Por: Llucià Pou Sabaté | Fuente: Catholic.net



Con frecuencia, las creencias limitativas que se adquieren en la vida nos llenan de conceptos equivocados, que pueden llevarnos al colapso, por ejemplo del perfeccionismo en la limpieza o en el orden o cualquier otra manía, es decir volcarnos en una perfección exterior en lugar de buscar la paz interior. La imagen de la taza vacía se utiliza a menudo para ilustrar la disposición mental de estar abiertos, receptivos y dispuestos a aprender. A lo mejor queremos resultados distintos en nuestra vida, y para ello deberemos hacer cosas distintas, pensar cosas distintas, volver a vivir nuestra vida y no la vida de los demás. Hacer limpieza…

Imagina tu mente como una taza vacía. Si está vacía, tiene espacio para llenarse con nueva información, conocimientos y experiencias. Mantener una mente abierta significa estar dispuesto a considerar nuevas ideas, perspectivas y aprender de los demás.

Una taza vacía simboliza la ausencia de prejuicios o pre-ocupaciones (“preocuparnos” en lugar de “ocuparnos”), y así sin vivir el presente estamos prisioneros de los remordimientos del pasado (“tenía que haber hecho esto en lugar de aquello…”) o los miedos del futuro (“seguro que esa relación no va a durar, seguro que me echan del trabajo…”), preconcepciones insanas que no sirven y no son reales en el 95% de los casos. En todo caso, la pre-visión nos ayuda a poner los medios para construir el mejor de los futuros, sin querer controlar los resultados (que a veces degenera en enfermedades y estrés). Estar dispuesto a aprender implica dejar a un lado las creencias preexistentes y estar abierto a entender el mundo desde una perspectiva fresca, sin juicios previos.

La taza vacía representa una actitud de aprendizaje continuo. La idea es que, al igual que una taza vacía siempre puede llenarse, una mente abierta y receptiva siempre tiene espacio para adquirir nuevos conocimientos y habilidades a lo largo de la vida.

Vaciar la taza puede ser visto como un acto de liberación de lo viejo para dar paso a lo nuevo. En términos de crecimiento personal, implica deshacerse de las limitaciones autoimpuestas y estar listo para abrazar oportunidades de desarrollo y cambio. También se relaciona con la humildad, reconociendo que siempre hay más por aprender y que nadie tiene todas las respuestas. Estar dispuesto a reconocer nuestras limitaciones y permitirnos ser guiados por la sabiduría y la experiencia de otros.

Si lo más importante en la vida es aprender (aprender a amar sobre todo), esa comprensión es muy importante en el ámbito educativo, en el de desarrollo personal o en la adopción de nuevas ideas. Mantener una actitud de apertura y disposición para aprender echa fuera toda rigidez mental puede limitarnos y encarcelarnos en nuestro ego y en concreto en los conceptos (a veces equivocados) que genera nuestra mente.

¿Qué es vaciarme? Tengo que aprender a mostrarme vulnerable, a admitir aquel vacío, que todo ha cambiado, que aquello ya no está. Voy a tener que echar del vaso aquello que no me da paz, para poder llenarlo nuevamente de información correcta, pues lo que no da paz no es verdad, la verdad es pacífica (como dice Dios en la Biblia: “yo tengo pensamientos de paz y no de aflicción”), lo que no da paz, hay que echarlo fuera. Mi vida se enriquece cada vez que lleno la copa, pero también se enriquece cada vez que la vacío... porque cada vez que vacío mi copa estoy abriendo la posibilidad de volver a llenarla, con mi comprensión de hoy, gracias a mis experiencias de ayer, hacia una vida para el mañana.

Jorge Bucay, en su libro sobre “El camino de las lágrimas”, insistía en ese vaciarse: toda la historia de nuestra relación con el crecimiento personal es la historia de este ciclo de entrar y salir, llenar y vaciar, tomar de lo nuevo después de decir “vete” a lo que no va...

Es cierto que podemos estar apegados a ciertas cosas materiales, ciertos recuerdos, incluso podemos tener las cosas de alguien que nos ha dejado, como haciendo un museo con esos recuerdos materiales o de nuestra memoria, pero la clave es siempre la misma: ¿eso me da paz? Si es que sí, aquello nos beneficia; si es que no, es mejor desprenderse de todo ello, cuanto mayor es el apego, el pegamento que nos une a lo malo, mayor es el daño que se produce...

Muchos orientales, siguiendo a Buda, nos hablan de que la felicidad está impedida por el sufrimiento, y que para no sufrir hay que evitar los deseos y apegos. Pero me parece que la clave está en integrar todo en el alma, y no dejar de tener emociones y deseos, pues el amor lleva siempre a sufrir, aunque sea un poco, por el amado. Si no se ama, no se sufre. Porque quien ama corre el riesgo de sufrir. Recuerdo unos versos: “mi vida es toda de amor, / y si en amor estoy ducho, / es por causa del dolor, / pues no hay amante mejor, / que aquel que ha llorado mucho”. Sin duda, el alma si tiene comprensión de que todo es para bien, y confianza en que estamos siempre en manos de Dios, ese sufrimiento mental y emotivo será menor pues encuentra un sentido: y cuando el sufrimiento tiene un sentido está lleno de aceptación y de esperanza, mientras que si no lo encuentra solo hay resignación y descorazonamiento.

Para crecer, necesitamos oposición, resolver esos problemas que en realidad son procesos, en nuestro aprendizaje. Las dificultades son así oportunidades, y no hay modo mejor para crecer que superar esos obstáculos adecuados a nuestro nivel de frustración para no desanimarnos ni aburrirnos, algo así como lo que proponen los videojuegos que presentan una pantalla adecuada a nuestro nivel para que haya “flow”, máxima concentración y mínimo esfuerzo porque estamos motivados. En cambio, cuando alguien se enfrenta a una dificultad demasiado alta puede desanimarse, hundirse, y es conveniente que le demos ayuda.

Una de las cosas que tiene pasar por uno de esos malos tragos de la vida es que también aprendemos. Madurar siempre implica dejar atrás algo perdido, aunque sea un espacio imaginario. Abandonar uno de esos espacios anteriores (internos o externos), siempre más seguros, más protegidos, previsibles. Dejarlos para ir a lo diferente. Pasar de lo conocido a lo desconocido. Esto, irremediablemente, nos obliga a crecer. Ser consciente de que puedo soportar los cambios, de que puedo salir delante de aquella crisis, si lo decido, me permite también tener paciencia en ese momento de crisis, quedarme haciendo lo que hago, construyendo en cuanto pueda la oportunidad que me brinda aquello. Pues hay momentos en que nos parece que todo ha llegado el final, que estamos en un callejón sin salida, que nada vale la pena.

Así, la vida transcurre entre amores y desamores, entre triunfos y fracasos, en un aprendizaje que supera todos los problemas, para que podamos ser felices sin depender de si hay o no frustración. Una vida con sentido es una vida con amor, sintiéndose amado y sabiendo amar. Procuraremos ayudar a quienes se enfrentan a cotas demasiado altas de dificultad, dándoles información adecuada si la aceptan, para que tengan más comprensión, sepan transformar la resignación y quizá hundimiento en una comprensión que esté llena de aceptación y esperanza, que les dé sentido de vida...

La vida no consiste tanto en querer controlar como en soltar amarras, es un dejarse llevar por la confianza con Dios, no aferrarnos a los proyectos demasiado elaborados, dejar que la mano de Dios los rehaga, como el alfarero hace de nuevo el jarrón con el barro fresco… Él sabe más, Él nos lleva a todos, nos dice como a Pedro: “sígueme”. Aquello que perdemos ahora, nos lo dará con creces, cien veces más. Podemos decir que este punto es central en la vida, y en el aprendizaje a través del dolor y en toda pérdida. Si queremos controlar el destino, nos pasamos la vida con miedo y angustias. En cambio, si somos conscientes de que Dios cuida de nosotros de continuo, dejaremos las riendas de la vida en sus manos, sabiendo que lo mejor siempre está por llegar. Nos ocuparemos del día a día, pero sin preocuparnos. E integraremos el dolor, la muerte de alguien querido, dentro de esos planes, sabiendo que al final todo será para bien de todos.

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