Cuando la mente se nubla: pensamientos que enferman, pensamientos que sanan
La niebla interior: cómo piensa una persona deprimida
La depresión no solo se siente. Se piensa.
Y esos pensamientos, lejos de ser neutros, son como gafas oscuras que tiñen toda la realidad.
Aaron T. Beck, uno de los grandes referentes de la psicología cognitiva, hablaba de la tríada cognitiva:
“Las personas con depresión se ven a sí mismas como fracasadas, al mundo como hostil, y al futuro como sin esperanza.”
No es solo tristeza. Es una narración interna que no se detiene:
“No valgo nada.”
“Todo lo hago mal.”
“Nunca mejoraré.”
A veces, el pensamiento se convierte en sentencia. Y el sufrimiento, en aislamiento.
Las distorsiones cognitivas —como pensar en blanco o negro, centrarse solo en lo malo, o etiquetarse con dureza— se vuelven rutinas mentales. Poco a poco, la mente pierde claridad. La concentración se desvanece. Las decisiones se aplazan. Y la vida empieza a doler.
En los casos más graves, estos pensamientos no se limitan al desánimo. Aparece la ideación suicida: no como un deseo de morir, sino como un deseo de dejar de sufrir.
Pero hay algo que puede ayudar: nombrar lo que ocurre.
Anotar los pensamientos. Verlos desde fuera. Compartirlos con alguien que escuche. Usar herramientas como la técnica de las tres columnas: pensamiento negativo – distorsión – respuesta realista.
Porque, aunque la niebla parezca espesa, escribir o hablar puede ser el primer rayo de luz.
“He cometido errores, pero no soy un error.”
“Estoy sufriendo, pero eso no me define.”
“No estoy solo: puedo pedir ayuda.”
Los pensamientos que enferman también pueden transformarse.
Y a veces, solo necesitamos empezar por uno:
“Esto que siento… puede cambiar.”
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